La revista Nature publicó ayer 5 de junio una investigación basada en técnicas que permiten concretar, como nunca hasta ahora, el tiempo transcurrido entre varios fuegos prehistóricos. Investigadores de las universidades de Burgos, Complutense de Madrid, La Laguna, Valencia y Alicante y del Instituto de Geociencias ha analizado una secuencia de fuegos neandertales, estimando que pasaron al menos 200-240 años entre el primero y el último.
Un equipo interdisciplinar conformado por investigadores de la Universidad de Burgos, la Universidad de La Laguna, la Universidad de Valencia, la Universidad de Alicante, la Universidad Complutense de Madrid, y el Instituto de Geociencias, ha logrado determinar con enorme precisión el tiempo mínimo transcurrido entre varios fuegos neandertales, vinculados a asentamientos temporales de mayor o menor duración, en el yacimiento de El Salt (Alcoy, Alicante).
La investigación, encabezada por la investigadora de la UBU Ángela Herrejón-Lagunilla y publicada en la revista Nature, aborda uno de los grandes desafíos de la arqueología prehistórica: la escala temporal en la que se llevaron a cabo actividades humanas en el Paleolítico. Los profesores del Grupo de Investigación en Paleomagnetismo de la Universidad de Burgos Juan José Villalaín Santamaría y Ángel Carrancho Alonso firman, junto a Ángela Herrejón, este artículo, además de Francisco Javier Pavón-Carrasco, Mario Serrano Sánchez-Bravo, Santiago Sossa-Ríos, Alejandro Mayor, Bertila Galván, Cristo M. Hernández y Carolina Mallol.
La propuesta abre la puerta a conocer mejor el comportamiento de grupos neandertales concretando, por primera vez con gran precisión, el tiempo mínimo implicado en la acumulación de restos arqueológicos resultantes de sus actividades. Este avance ha sido posible gracias al estudio de los fuegos u “hogares”, y sus restos arqueológicos asociados, mediante una metodología muy novedosa que combina análisis arqueomagnéticos y arqueoestratigráficos.
El estudio, desarrollado durante casi 10 años, analiza una secuencia de 6 hogares procedentes de una misma unidad arqueológica (unidad X, de unos 52.000 años de antigüedad) en el abrigo de El Salt, un conocido yacimiento neandertal, y determina que, con altísima probabilidad, transcurrieron como mínimo unos 200-240 años entre la realización del primer hogar y el último, con diferencias que van de 2-3 décadas entre algunos de ellos a 100 años en otros.
“Se trata de una resolución sin precedentes en la arqueología paleolítica y que cambia de manera significativa las concepciones previas sobre la frecuencia de las ocupaciones humanas en las sociedades cazadoras-recolectoras prehistóricas”, destaca Ángela Herrejón, investigadora del Departamento de Física de la Universidad de Burgos y primera autora del trabajo.
Este estudio pone en tela de juicio la práctica arqueológica habitual de estudiar los materiales como si pertenecieran a un único grupo cultural o a un único periodo y lleva a los investigadores a “replantear la importancia de la forma en la que se excava para no ofrecer interpretaciones sesgadas del comportamiento de los grupos humanos prehistóricos”, asegura Ángela Herrejón.
Hasta ahora, las técnicas de datación disponibles para contextos tan antiguos como la unidad X de El Salt suelen tener incertidumbres temporales muy altas. No es posible aplicar la datación por carbono 14 a materiales más antiguos de 50.000 años y otras técnicas, como la luminiscencia, suelen tener errores de varios miles de años. En el trabajo publicado por Nature, mediante estudios de arqueoestratigrafía se infirió la posición estratigráfica relativa en la que se encuentran los hogares y sus restos asociados. Es decir, qué es anterior y qué posterior, seriando la secuencia de fuegos.
La enorme cantidad de restos arqueológicos de estos contextos, la topografía irregular del sustrato y los complejos procesos de formación y alteración implicados dificultan mucho aislar las ocupaciones neandertales. Ello requiere de un proceso de excavación y registro del material arqueológico muy minucioso, donde cada resto arqueológico y cada facies sedimentaria o porción de sedimento de diferente textura o color que las adyacentes, es coordenada tridimensionalmente y relacionada entre sí.
Una vez inferido el orden estratigráfico de los fuegos, se procedió a cuantificar el tiempo mínimo transcurrido entre sus quemas y este es el principal aporte metodológico del estudio. Para ello se recurre al arqueomagnetismo, disciplina geofísica que estudia el registro de la dirección y/o intensidad del campo magnético terrestre (CMT) en materiales arqueológicos quemados.
“Generalmente, el arqueomagnetismo se utiliza como técnica de datación para un rango temporal de aplicación que no supera los últimos 4.000 años. Aquí estamos hablando de cronologías mucho más antiguas, por lo que el enfoque es diferente” señala Francisco Javier Pavón, investigador del Departamento de Física de la Tierra y Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM).
El método usado por este equipo multidisciplinar no puede brindar un máximo de años, pero sí un mínimo. En el caso de la unidad X de El Salt, los resultados obtenidos tienen implicaciones muy importantes e inesperadas. Los restos de fuegos que calentaron estos asentamientos, que se distribuyen en unos pocos centímetros de espesor de sedimento y algunos de ellos aparentemente en la misma superficie, representan al menos dos siglos.
Que el tiempo mínimo de formación de la secuencia de fuegos sea de unos 200-240 años implica que los grupos humanos que los hicieron estuvieron separados por varias generaciones de individuos que, incluso, nunca llegaron a conocerse. No hay que olvidar que son grupos cazadores-recolectores, que se mueven constantemente en busca de recursos.
Las implicaciones arqueológicas son enormes. Lo que se excava en un yacimiento como este no es más que una imagen aislada y concreta de todo un conjunto de actividades realizadas en un territorio mucho más amplio. Lo que aquí se ha obtenido son pequeños fotogramas de escenas de comportamientos humanos separadas por una secuencial temporal que, por primera vez, se plasma con una precisión hasta ahora desconocida, lo que permitirá entender mucho mejor el comportamiento humano en el pasado a través de la Arqueología.
La propuesta abre la puerta a conocer mejor el comportamiento de grupos neandertales concretando, por primera vez con gran precisión, el tiempo mínimo implicado en la acumulación de restos arqueológicos resultantes de sus actividades. Este avance ha sido posible gracias al estudio de los fuegos u “hogares”, y sus restos arqueológicos asociados, mediante una metodología muy novedosa que combina análisis arqueomagnéticos y arqueoestratigráficos.
El estudio, desarrollado durante casi 10 años, analiza una secuencia de 6 hogares procedentes de una misma unidad arqueológica (unidad X, de unos 52.000 años de antigüedad) en el abrigo de El Salt, un conocido yacimiento neandertal, y determina que, con altísima probabilidad, transcurrieron como mínimo unos 200-240 años entre la realización del primer hogar y el último, con diferencias que van de 2-3 décadas entre algunos de ellos a 100 años en otros.
“Se trata de una resolución sin precedentes en la arqueología paleolítica y que cambia de manera significativa las concepciones previas sobre la frecuencia de las ocupaciones humanas en las sociedades cazadoras-recolectoras prehistóricas”, destaca Ángela Herrejón, investigadora del Departamento de Física de la Universidad de Burgos y primera autora del trabajo.
Este estudio pone en tela de juicio la práctica arqueológica habitual de estudiar los materiales como si pertenecieran a un único grupo cultural o a un único periodo y lleva a los investigadores a “replantear la importancia de la forma en la que se excava para no ofrecer interpretaciones sesgadas del comportamiento de los grupos humanos prehistóricos”, asegura Ángela Herrejón.
Hasta ahora, las técnicas de datación disponibles para contextos tan antiguos como la unidad X de El Salt suelen tener incertidumbres temporales muy altas. No es posible aplicar la datación por carbono 14 a materiales más antiguos de 50.000 años y otras técnicas, como la luminiscencia, suelen tener errores de varios miles de años. En el trabajo publicado por Nature, mediante estudios de arqueoestratigrafía se infirió la posición estratigráfica relativa en la que se encuentran los hogares y sus restos asociados. Es decir, qué es anterior y qué posterior, seriando la secuencia de fuegos.
La enorme cantidad de restos arqueológicos de estos contextos, la topografía irregular del sustrato y los complejos procesos de formación y alteración implicados dificultan mucho aislar las ocupaciones neandertales. Ello requiere de un proceso de excavación y registro del material arqueológico muy minucioso, donde cada resto arqueológico y cada facies sedimentaria o porción de sedimento de diferente textura o color que las adyacentes, es coordenada tridimensionalmente y relacionada entre sí.
Una vez inferido el orden estratigráfico de los fuegos, se procedió a cuantificar el tiempo mínimo transcurrido entre sus quemas y este es el principal aporte metodológico del estudio. Para ello se recurre al arqueomagnetismo, disciplina geofísica que estudia el registro de la dirección y/o intensidad del campo magnético terrestre (CMT) en materiales arqueológicos quemados.
“Generalmente, el arqueomagnetismo se utiliza como técnica de datación para un rango temporal de aplicación que no supera los últimos 4.000 años. Aquí estamos hablando de cronologías mucho más antiguas, por lo que el enfoque es diferente” señala Francisco Javier Pavón, investigador del Departamento de Física de la Tierra y Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM).
El método usado por este equipo multidisciplinar no puede brindar un máximo de años, pero sí un mínimo. En el caso de la unidad X de El Salt, los resultados obtenidos tienen implicaciones muy importantes e inesperadas. Los restos de fuegos que calentaron estos asentamientos, que se distribuyen en unos pocos centímetros de espesor de sedimento y algunos de ellos aparentemente en la misma superficie, representan al menos dos siglos.
Que el tiempo mínimo de formación de la secuencia de fuegos sea de unos 200-240 años implica que los grupos humanos que los hicieron estuvieron separados por varias generaciones de individuos que, incluso, nunca llegaron a conocerse. No hay que olvidar que son grupos cazadores-recolectores, que se mueven constantemente en busca de recursos.
Las implicaciones arqueológicas son enormes. Lo que se excava en un yacimiento como este no es más que una imagen aislada y concreta de todo un conjunto de actividades realizadas en un territorio mucho más amplio. Lo que aquí se ha obtenido son pequeños fotogramas de escenas de comportamientos humanos separadas por una secuencial temporal que, por primera vez, se plasma con una precisión hasta ahora desconocida, lo que permitirá entender mucho mejor el comportamiento humano en el pasado a través de la Arqueología.
(Fuente: Universidad de Burgos)