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21 de junio de 2022

Hallan un conjunto funerario visigodo en las profundidades de la cueva de La Garma (Cantabria)

En las profundidades de la cavidad se han encontrado dos depósitos sepulcrales con restos humanos, espadas y otros objetos metálicos en un excelente estado de conservación.
Hallan un conjunto funerario visigodo en las profundidades de una cueva cántabra / EFE

Los arqueólogos que trabajan desde hace 25 años en la cueva cántabra de La Garma han recuperado un conjunto funerario de la época visigoda de las profundidades de la cavidad, la galería basal, formado por dos depósitos sepulcrales con restos humanos, espadas y otros objetos metálicos en un excelente estado de conservación.

Los restos fueron encontrados durante unos estudios de control ambiental por el espeleólogo Mariano Luis Serna, que descendió al río subterráneo en el nivel inferior de La Garma para tomar muestras de agua, y han sido rescatados en una compleja operación arqueológica.

Los directores de las excavaciones de esta cueva patrimonio de la humanidad, Pablo Arias y Roberto Ontañón, consideran que este es uno de los conjuntos funerarios más extraordinarios descubiertos en los últimos años en la Península Ibérica, por su estado de conservación y por el lugar atípico donde fueron sepultados los cuerpos en torno al año 700.

Los huesos y los objetos del ajuar funerario han aparecido en una zona que se inunda periódicamente, cubiertos de una pátina negra producida por la precipitación de óxido de manganeso, que es posible que haya favorecido su conservación, han explicado durante la presentación de este hallazgo.

En La Garma ya habían sido encontrados restos funerarios visigodos, en la galería inferior, menos profunda, que permanecen en el yacimiento, del que solo se extrajo el broche de un cinturón para incorporarlo a la colección del Museo de Arqueología y Prehistoria de Cantabria (Mupac).

Después de muchas dudas se decidió extraer los huesos y los objetos para que no acaben arrastrados por el agua, ya que las inundaciones son frecuentes en la galería basal.

Junto a los restos humanos, se ha encontrado una spatha, una espada larga de dos filos de 85 centímetros de longitud; dos ejemplares de scramasax, espadas cortas de doble filo parecidas a un machete; un acetre o pequeño caldero de bronce y otro objeto que aún no ha podido ser identificado.

Las espadas han conservado sus empuñaduras de madera, algo inusual y que podría deberse al óxido de manganeso que las recubre de una pátina negra.

El tipo de materiales hallados sugiere que pertenecen a la misma época que los restos visigodos de la galería inferior de la cueva, en torno al siglo VIII, y que las personas sepultadas eran individuos de alto rango.

Un ajuar como este se ha encontrado en otros yacimientos visigodos situados al norte de los Pirineos, pero en enterramientos no sepultados en los más profundo de una cueva.

Para llegar hasta los restos y poder extraerlos se organizó un amplio equipo de especialistas formado por arqueólogos, antropólogos, restauradores e ingenieros dirigido por Pablo Arias y Ricardo Ontañón.

El equipo que participó en esta operación de rescate, el pasado 9 de junio, tardó más de tres horas en llegar al conjunto funerario tras un recorrido que implicaba descender cuatro niveles desde la entrada de la cueva, situada 50 metros por encima de la galería y avanzar unos 200 metros por el cauce del río.

Los materiales recuperados están siendo sometidos ahora a un delicado proceso de estabilización en los laboratorios del Museo de Arqueología y Prehistoria de Cantabria, que dirige Ontañón.

Después se les aplicará una batería de técnicas analíticas que contribuirán a aportar información de gran valor sobre una de las etapas más oscuras de la historia de Cantabria, sobre la que todavía se sabe muy poco.

Entre otras técnicas se utilizará la datación por carbono 14, isótopos estables del carbono y del nitrógeno para reconstruir su dieta, ADN, metalografía o fluorescencia de rayos X.

El destino final de estas piezas será un espacio dedicado a la arqueología de la época visigoda, dentro de la nueva exposición permanente del Mupac, según ha avanzado el vicepresidente de Cantabria y consejero de Cultura, Pablo Zuloaga.
(Fuente: Málaga Hoy)

7 de noviembre de 2021

La muerte del ‘Hombre de Loizu’ abre una línea de investigación sobre el uso de arcos hace 11.700 años

Los primeros resultados del estudio, presentados en el Planetario de Pamplona,  indican que el cuerpo fue amortajado con los brazos cruzados sobre el pecho

De izquierda a derecha: Pablo Arias Cabal, catedrático de la Universidad de Cantabria; la consejera Rebeca Esnaola y Jesús García Gazolaz, arqueólogo de la Dirección General de Cultura - Institución Príncipe de Viana, durante la presentación.

La Dirección General de Cultura-Institución Príncipe de Viana ha presentado los primeros resultados de la investigación de los restos del conocido como “Hombre de Loizu”, cuyo hallazgo en la cueva de Errotalde se hizo público el pasado mes de marzo.

En el acto, que se ha llevado a cabo en el Planetario de Pamplona / Iruña coincidiendo con la Semana de la Ciencia 2021, se ha destacado el “excelente estado” del cuerpo depositado en la caverna hace 11.700 años, algo que permite “una amplia batería de estudios”, algunos ya finalizados y otros todavía en proceso, según han desvelado Pablo Arias Cabal, catedrático de la Universidad de Cantabria e investigador principal del proyecto y Jesús García Gazólaz, arqueólogo de la Dirección General de Cultura - Institución Príncipe de Viana. Los primeros avances de caracterización antropológica permiten definir datos sobre la identidad de los restos óseos, así como de la causa de su muerte.

En primer lugar, se trata de un varón con una edad estimada entre 21 y 23 años, una estatura de entre 1,60 y 1,65 metros, y un peso estimado de 50 a 55 kilos. Además, se ha podido deducir que fue una persona con una intensa actividad física en vida, tal y como denotan algunos marcadores como entesis y osteocondritis disencante en huesos largos y claras facetas de largos periodos de acuclillamiento. También hay altas probabilidades de que fuera diestro.

Por otro lado, la muerte del individuo pudo haber sido violenta, a causa de un traumatismo perimortem producido en hueso fresco en el parietal izquierdo. La hipótesis más razonable es que se deba a una herida penetrante por impacto de un proyectil a alta velocidad, propulsada con un arco con el individuo dando la espalda y que debió haber traspasado el cráneo. “Esta circunstancia abre sugestivos debates para el conocimiento que tenemos en la Prehistoria tanto de hechos violentos como, sobre todo, del uso del arco en fechas tan antiguas”, señalan desde la investigación.

Por lo que se refiere a los comportamientos funerarios, se ha comprobado que la descomposición del cadáver se produjo in situ en un espacio vacío, ya que con toda seguridad el cuerpo iba amortajado. En este sentido el TAC ha permitido descubrir un metatarsiano en la extremidad de uno de los humeros que estaba oculto por la costra calcárea, por lo que posiblemente llevaba los brazos cruzados sobre el pecho.

Destaca también la gran cantidad de colorante de ocre aparecida en la zona de la cabeza, mediante un preparado a base de hematite, arcilla y materia orgánica. “En estos momentos sabemos que esa amalgama se preparó fuera de la cavidad, pero está por determinar si era algo que portaba el cadáver a modo de adorno personal, formó parte del ritual funerario o incluso pudo tener carácter antiséptico”, explican.

Por lo que respecta a su dieta, los análisis de micro desgaste dental, que acaban de comenzar, permiten detectar una dieta rica en carnes y la presencia de indicios relacionados con la higiene dental y el uso de la dentición como “tercera mano”, que es necesario todavía contrastar.

Otros datos

Continúan las exploraciones espeleológicas del sistema kárstico de la cueva, sin nuevas evidencias de presencia humana en el pasado. Los análisis geomorfológicos han permitido comprobar que debió existir otra entrada, hoy bloqueada y diferente de la actual, al interior de la cavidad, por donde probablemente se introdujo el cadáver del Hombre de Loizu. Sería, en todo caso, un depósito en un punto muy profundo y alejado de la boca.

Otros interrogantes relacionados con la investigación tienen que ver con los análisis biomoleculares y de ADN, que sólo acaban de comenzar, por lo que aún no se dispone de resultados. “Estos nos tienen que aportar información detallada sobre la dieta a lo largo de todos sus años de vida, así como la movilidad geográfica que pudo tener y, por supuesto, todo lo relacionado con su filiación genética”, aseguran.

Cuando finalice la investigación, la Dirección General de Cultura-Institución Príncipe de Viana tiene previsto que se pueda disponer de una amplia y detallada publicación científica de los resultados, así como de un documental que nos relate “toda esta apasionante historia que enlaza pasado y presente”.

Son más de veinticinco los y las especialistas implicadas en el proyecto, pertenecientes a diferentes disciplinas y que desarrollan su labor en centros de investigación como el Instituto de Investigaciones Prehistóricas de la Universidad de Cantabria; la Universidad de Burgos; la Universidad del País Vasco; el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana; la Universidad de Valencia; el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla; la Universidad de Uppsala; y la Universidad de Cambridge.

25 de octubre de 2017

Las excavaciones regresan a Llanes para saber cómo vivían los asturienses

Un equipo de arqueólogos liderados por el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria, Pablo Arias, trabajará durante dos semanas en el abrigo del Alloru. La costa oriental es «una de las mejores de Europa» para estudiar esta fase del Mesolítico
Los arqueólogos excavan a la entrada del abrigo del Alloru, en la localidad llanisca de Balmori. / FOTO:  N. ACEBAL
El entorno del abrigo del Alloru, ubicado a la entrada de la localidad llanisca de Balmori, vuelve a ser un hervidero de actividad en busca de vestigios que ayuden a saber cómo vivían los antiguos pobladores de la costa Oriental. El equipo liderado por el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria Pablo Arias retomaba ayer por la mañana las excavaciones enmarcadas en un proyecto que iniciaron en 2013 y que pretende arrojar luz sobre las costumbres de los últimos cazadores-recolectores que habitaron la zona hace entre 8.000 y 5.000 años, justo antes de la llegada de los primeros agricultores. En los trabajos participan una docena de arqueólogos procedentes de las universidades de Cantabria y La Rioja y se prevé que éstos tengan una duración mínima de dos semanas que se podrían ampliar.

«Sabemos qué animales cazaban y pescaban y qué vegetales recolectaban estos grupos de asturienses, pero es una visión muy parcial. Ésta es una investigación relevante, pues si todo va bien nos permitirá saber de una vez cómo era su día a día, cómo se organizaban sus asentamientos, qué tamaño tenían los grupos, cómo se asignaban las tareas, hasta qué punto eran nómadas y otras muchas preguntas que llevamos décadas haciéndonos», explicaba ayer Arias, mientras supervisaba los primeros momentos de la excavación.

Precisamente en el mismo lugar donde hoy trabajan los arqueólogos ya se hallaron hace cuatro años evidencias del paso del Mesolítico al Neolítico, así como de uno de los asentamientos que habitualmente acompañan a los concheros -nombre con el que los expertos se refieren a las acumulaciones de conchas y otros restos animales que posiblemente correspondan a los basureros de la época-. En el mismo se encontraron incluso un par de agujeros de poste que los investigadores consideran que podrían haber formado parte de una cabaña. Se trata, indicó Arias, de «un yacimiento muy rico» en el que destacan los «indicios de industria lítica, como los picos asturienses, de los que hallamos más de diez en la última ocasión».

Asimismo, el director de la excavación explicó cómo un reciente estudio de micromorfología llevado a cabo por un miembro de su equipo, Carlos Duarte, demostró que algunas de las conchas del Alloru contenían tierra procedente de otros lugares. «Esto demostraría que los desperdicios fueron movidos de un sitio para otro, quizás en un intento de mantener limpio el asentamiento», indicó.


LA BORBOLLA Y PIMIANGO
La actuación no se limitará al entorno del Alloru, sino que se replicará en otras zonas ya conocidas por estos investigadores, como la sierra plana de La Borbolla, donde en su día se hallaron 57 túmulos, así como la zona de Pimiango, donde se excavaría por primera vez. La costa oriental, agregó el director de la excavación, es «una de las mejores de toda Europa» en lo que a vestigios de la vida en esta última etapa del Mesolítico se refiere.

Estos trabajos conforman la última fase del estudio 'Sociedades costeras en un mundo cambiante', en el que trabajan expertos de diferentes instituciones académicas y cuya finalización está prevista para diciembre de 2017.