Los primeros resultados del estudio, presentados en el Planetario de Pamplona, indican que el cuerpo fue amortajado con los brazos cruzados sobre el pecho
De izquierda a derecha: Pablo Arias Cabal, catedrático de la Universidad de Cantabria; la consejera Rebeca Esnaola y Jesús García Gazolaz, arqueólogo de la Dirección General de Cultura - Institución Príncipe de Viana, durante la presentación.
La Dirección General de Cultura-Institución Príncipe de Viana ha presentado los primeros resultados de la investigación de los restos del conocido como “Hombre de Loizu”, cuyo hallazgo en la cueva de Errotalde se hizo público el pasado mes de marzo.
En el acto, que se ha llevado a cabo en el Planetario de Pamplona / Iruña coincidiendo con la Semana de la Ciencia 2021, se ha destacado el “excelente estado” del cuerpo depositado en la caverna hace 11.700 años, algo que permite “una amplia batería de estudios”, algunos ya finalizados y otros todavía en proceso, según han desvelado Pablo Arias Cabal, catedrático de la Universidad de Cantabria e investigador principal del proyecto y Jesús García Gazólaz, arqueólogo de la Dirección General de Cultura - Institución Príncipe de Viana. Los primeros avances de caracterización antropológica permiten definir datos sobre la identidad de los restos óseos, así como de la causa de su muerte.
En primer lugar, se trata de un varón con una edad estimada entre 21 y 23 años, una estatura de entre 1,60 y 1,65 metros, y un peso estimado de 50 a 55 kilos. Además, se ha podido deducir que fue una persona con una intensa actividad física en vida, tal y como denotan algunos marcadores como entesis y osteocondritis disencante en huesos largos y claras facetas de largos periodos de acuclillamiento. También hay altas probabilidades de que fuera diestro.
Por otro lado, la muerte del individuo pudo haber sido violenta, a causa de un traumatismo perimortem producido en hueso fresco en el parietal izquierdo. La hipótesis más razonable es que se deba a una herida penetrante por impacto de un proyectil a alta velocidad, propulsada con un arco con el individuo dando la espalda y que debió haber traspasado el cráneo. “Esta circunstancia abre sugestivos debates para el conocimiento que tenemos en la Prehistoria tanto de hechos violentos como, sobre todo, del uso del arco en fechas tan antiguas”, señalan desde la investigación.
Por lo que se refiere a los comportamientos funerarios, se ha comprobado que la descomposición del cadáver se produjo in situ en un espacio vacío, ya que con toda seguridad el cuerpo iba amortajado. En este sentido el TAC ha permitido descubrir un metatarsiano en la extremidad de uno de los humeros que estaba oculto por la costra calcárea, por lo que posiblemente llevaba los brazos cruzados sobre el pecho.
Destaca también la gran cantidad de colorante de ocre aparecida en la zona de la cabeza, mediante un preparado a base de hematite, arcilla y materia orgánica. “En estos momentos sabemos que esa amalgama se preparó fuera de la cavidad, pero está por determinar si era algo que portaba el cadáver a modo de adorno personal, formó parte del ritual funerario o incluso pudo tener carácter antiséptico”, explican.
Por lo que respecta a su dieta, los análisis de micro desgaste dental, que acaban de comenzar, permiten detectar una dieta rica en carnes y la presencia de indicios relacionados con la higiene dental y el uso de la dentición como “tercera mano”, que es necesario todavía contrastar.
Otros datos
Continúan las exploraciones espeleológicas del sistema kárstico de la cueva, sin nuevas evidencias de presencia humana en el pasado. Los análisis geomorfológicos han permitido comprobar que debió existir otra entrada, hoy bloqueada y diferente de la actual, al interior de la cavidad, por donde probablemente se introdujo el cadáver del Hombre de Loizu. Sería, en todo caso, un depósito en un punto muy profundo y alejado de la boca.
Otros interrogantes relacionados con la investigación tienen que ver con los análisis biomoleculares y de ADN, que sólo acaban de comenzar, por lo que aún no se dispone de resultados. “Estos nos tienen que aportar información detallada sobre la dieta a lo largo de todos sus años de vida, así como la movilidad geográfica que pudo tener y, por supuesto, todo lo relacionado con su filiación genética”, aseguran.
Cuando finalice la investigación, la Dirección General de Cultura-Institución Príncipe de Viana tiene previsto que se pueda disponer de una amplia y detallada publicación científica de los resultados, así como de un documental que nos relate “toda esta apasionante historia que enlaza pasado y presente”.
Son más de veinticinco los y las especialistas implicadas en el proyecto, pertenecientes a diferentes disciplinas y que desarrollan su labor en centros de investigación como el Instituto de Investigaciones Prehistóricas de la Universidad de Cantabria; la Universidad de Burgos; la Universidad del País Vasco; el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana; la Universidad de Valencia; el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla; la Universidad de Uppsala; y la Universidad de Cambridge.