Expertos y arqueólogos aragoneses han alertado del riesgo de afecciones a los restos enterrados bajo el Casco Viejo de Zaragoza por las obras del tranvía. Los posibles efectos adversos en el trazado de la segunda fase de estos trabajos podrían afectar al antiguo barrio musulmán de Sinhaya, que yace debajo de Independencia.
Aunque la empresa adjudicataria anunció que la profundidad máxima a la que se trabajaría por encima de este yacimiento sería de 50 centímetros, una de las primeras zanjas que se han hecho en el pavimento, en el eje central de Independencia, a la altura del número 23, está excavada más de un metro hacia abajo, y coincide con uno de los puntos arqueológicos que salieron a la luz hace nueve años.
Los mismos planos en bronce que el Ayuntamiento instaló en el paseo, uno a cada lado, y que muestran los restos medievales del subsuelo a una escala 1:100, confirman que el emplazamiento de esta zanja coincide con uno de los lugares encontrados en 2002. «Si los planos están bien, a primera vista, la zanja ya excavada está sobre los restos de Saracusta, si es que no los ha tocado», dijo ayer Guillermo Fatás, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza. De visita en la zona, también señaló que, a determinada profundidad, es difícil determinar si lo que se encuentra son piedras sueltas o una parte del antiguo asentamiento. «Ver un par de metros cuadrados no permite muchas certezas: en 2002 no aparecieron grandes sillares, sino materiales modestos y poco consistentes que, eso sí, formaban conjuntos estructurados. Estos sí son reveladores y es posible que un tajo profundo los afecte. Con lo que hay a la vista, yo no sé ir más lejos, pero me gustaría quedarme tranquilo», opinó Fatás.
El director de los trabajos arqueológicos realizados entre febrero y mayo de 2002 en el paseo de la Independencia, Francisco Javier Gutiérrez, descartó que se haya llegado a tocar el arrabal de Sinhaya aún, ya que, según contó, los materiales más cercanos a la superficie se encuentran a unos dos metros de profundidad. «Además -explicó-, cuando tapamos los restos, los cubrimos de una capa de geotextil para que, si algún día se destapaban, se supiera dónde quedaron».
A menor profundidad
Gutiérrez, que confía en que los seguimientos arqueológicos preceptivos en cada obra que pueda afectar al patrimonio no permitan ningún daño a la Saracusta musulmana, cree que agujeros más profundos podrían tener incidencia en los restos. Si no en los de Sinhaya, sí en otras zonas cercanas. «Los trabajos también se llevan a cabo por Coso y César Augusto, y allí los restos están mucho más altos que los de Independencia. En esas zonas, hay gran posibilidad de que salgan cosas».
Por su parte, en Tranvías de Zaragoza dejaron claro ayer que los trabajos no están llegando al límite del comienzo del barrio de Sinhaya, aunque sí afirmaron que hay zonas en las que se está descendiendo por debajo del medio metro. Según el portavoz de la empresa, Ignacio Iraburu, las zanjas excavadas a mayor profundidad son «puntuales», y siempre para salvar algún cable telefónico o tubería que pueda aparecer. «Se están siguiendo todos los protocolos, obrando con pies de plomo. La empresa aragonesa Arqueología y Patrimonio Cultural (APC) está realizando un exhaustivo seguimiento arqueológico y está presente en cada movimiento de tierra. Se han realizado catas y prospecciones previas y, si encontráramos restos, la obra se paralizaría y se informaría de inmediato al Gobierno de Aragón», declaró.
Sorpresas en el subsuelo
El arqueólogo aragonés Manuel Martín-Bueno, miembro del comité que dictaminó e investigó las ruinas de Independencia, no descarta que esto ocurra. En su opinión, sería muy difícil que no apareciera nada. «Aquí, en cuanto se levanta un ladrillo, puedes llevarte una sorpresa», afirmó.Respecto al yacimiento bajo Independencia, el experto considera que ya quedó muy maltratado por el tiempo que permaneció a la intemperie cuando se quiso construir un aparcamiento subterráneo en la zona, y espera que se tomen todas las medidas para que el asentamiento no sufra más degradación.
«En el pasado, los restos sufrirían por la pavimentación y, si se vuelven a hacer obras cerca, en mucho o en poco tiene que afectar. La afección cero no es posible», opina Martín-Bueno.El catedrático de Arqueología y director de las excavaciones en el yacimiento de Bílbilis recordó la perfecta coordinación de todos los sectores implicados en la construcción del tranvía de Burdeos, donde intervino como asesor del alcalde, Alain Juppé. «En las reuniones estaban presentes los consejeros regionales, pero también el restaurador jefe del Louvre, el director del Museo de Aquitania, las empresas a cargo de los trabajos o los responsables de la Confederación Hidrográfica. Otra cosa que hicieron, impensable aquí, fue dotar un fondo para contingencias imprevistas, que al final no hubo que tocar», evocó.
(Fuente: Heraldo)