El horno está datado entre los siglos XI y XII. FOTO: CEUTA AL DÏA. |
El horno se enmarcaría en una horquilla temporal entre finales del siglo XI o principios del XII, bien a la época de Taifas o Almorávide y es demasiado grande para ser simplemente un horno de reducción.
La clave está en las escorias, los residuos que generaba la fundición y que ya están en la Universidad de Huelva a la espera de ser analizados concienzudamente para determinar la temperatura a la que estuvieron expuestas y su composición. “A simple vista parece una mayoría de hierro pero otras presentan oxidaciones de cobre y algunas incluso de vidrio, pero hasta que no tengamos los análisis es prematuro aventurar nada”, explica el responsable de la excavación.
El yacimiento está no obstante diezmado. Más de la mitad se destruyó al construir un muro de cimentación para edificar las viviendas de protección oficial. Afortunadamente quedó intacta una franja de siete metros por dos de ancho en la que yacía el horno metalúrgico. Se trata, explica José Manuel Pérez Rivera, de una estructura muy primitiva, de barro y arcilla, construida aprovechando la terraza natural de la zona, recostándolo sobre el nivel geológico y con unos muros perimetrales casi desaparecidos. El horno en sí es una preparación de piedra, el suelo de barro y las paredes de arcilla cocida. “Sólo queda la planta y no hay nada que conservar, da información pero no ha quedado ningún tipo de estructura que conservar”, lamenta el arqueólogo.
El yacimiento, además, tiene un valor especial para la reconstrucción de la historia de Ceuta, permitiendo avanzar en el conocimiento de la Alta Edad Media En la ciudad. “Hasta hace relativamente pocos años no se sabía mucho de la época, todas las excavaciones se habían concentrado en la zona del istmo, entre los dos fosos”, relata Pérez Rivera, “la zona que se preferentemente se ocupó fue la Bahía Norte, con mucha menos pendiente, menos abrupta y con más fácil acceso al mar, y según se fue ocupando esta parte norte se fue subiendo hacia la zona sur, más escarpada”.
El yacimiento está no obstante diezmado. Más de la mitad se destruyó al construir un muro de cimentación para edificar las viviendas de protección oficial. Afortunadamente quedó intacta una franja de siete metros por dos de ancho en la que yacía el horno metalúrgico. Se trata, explica José Manuel Pérez Rivera, de una estructura muy primitiva, de barro y arcilla, construida aprovechando la terraza natural de la zona, recostándolo sobre el nivel geológico y con unos muros perimetrales casi desaparecidos. El horno en sí es una preparación de piedra, el suelo de barro y las paredes de arcilla cocida. “Sólo queda la planta y no hay nada que conservar, da información pero no ha quedado ningún tipo de estructura que conservar”, lamenta el arqueólogo.
El yacimiento, además, tiene un valor especial para la reconstrucción de la historia de Ceuta, permitiendo avanzar en el conocimiento de la Alta Edad Media En la ciudad. “Hasta hace relativamente pocos años no se sabía mucho de la época, todas las excavaciones se habían concentrado en la zona del istmo, entre los dos fosos”, relata Pérez Rivera, “la zona que se preferentemente se ocupó fue la Bahía Norte, con mucha menos pendiente, menos abrupta y con más fácil acceso al mar, y según se fue ocupando esta parte norte se fue subiendo hacia la zona sur, más escarpada”.
INSTALACIÓN DE CARÁCTER INDUSTRIAL
El yacimiento da además otras pistas, las de la configuración de un barrio industrial, situado en la parte más alta de la Almina, para evitar las molestias de los humos de fundición en la zona habitada, ya que en aquella época se sabía que eran insalubres. “Se sabía poco de la trama urbana y de las posibles zonas industriales, se conocía algo de los alfares de la zona de Llano de las Damas y hay referencias a orfebrería y joyería pero nunca se ha encontrado nada”, subraya el experto señalando los restos que indican un entramado de calles paralelo a la zona del horno.
“Hay estructuras que se ocultan bajo la calle, hacia el norte, que podrían ser el taller del herrero, con lo que parece una estructura sujeta por poyetes y que sería el lugar donde se manipulaba el hierro, pero no tenemos la seguridad”, admite reconociendo que aún queda mucho trabajo para determinar qué tipo de horno, si era de hierro acerado, si se trabajaba el bronce, si servía para hacer campanas, analizar las piezas cerámicas encontradas… Un trabajo que salta ahora del barro al laboratorio. Lavar el material, inventariarlo, fotografiarlo, clasificarlo, tomar las muestras de las paredes del horno, los restos de carbones y de fauna, restos óseos, las escorias… Una labor científica que va a dar mucha información. Pero esa ya es otra historia.
(Fuente: Ceuta al Día / Javier Sakona)