Un incendio en 2017 y las lluvias torrenciales caídas en los últimos meses en La Puebla de Almoradiel (Toledo) han sacado a la luz unos enigmáticos grabados realizados a finales del siglo XVIII en un antiguo molino hidráulico. ¿Quién fue su autor? ¿Responden a algún ritual de magia blanca o a nigromancia? En ello están trabajando investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).
Los grabados o «graffiti murarios» han aparecido en el molino de Pingazorras, construido en 1728, tras permanecer ocultos durante siglos bajo capas de cal. Precisamente ha sido la cal la que ha permitido que hayan conservado la pintura roja como elemento decorativo, «algo extraordinariamente inusual que convierte a este conjunto en uno de los más importantes del país», explica Jorge Onrubia, investigador del Grupo de Arqueología y Patrimonio de la UCLM.
Se trata de un molino harinero situado en la ribera del río Cigüela en cuyas paredes interiores han surgido «varias cruces de brazos curvilíneos, muy populares en el norte de España, especialmente en el País Vasco donde son conocidas como lauburu, pero muy poco comunes en el resto de España, siendo uno de los conjuntos de graffiti murarios más importantes del país tanto por su extensión como por su variedad temática y tipológica».
Junto a estas cruces se han descubierto rosetas hexapétalas, figuras humanas, representaciones esquemáticas de molinos de viento, dibujos de animales y cruces de calvario bajo templete. «Dada la complejidad y diversidad de los grabados aparecidos, el estudio se prolongará hasta finales de este año aunque ahora resulta prioritario conservar el conjunto por la posibilidad de desplome del molino», advierte este profesor que en los próximos meses tratará de averiguar quién y con qué intención se pintaron estos misteriosos símbolos en un molino manchego.
(Fuente: HOY / J.V. Muñoz Lacuna)