También conocida como "Cruz de Pelayo".
Cuenta la leyenda que se le apareció a D. Pelayo en el transcurso de la batalla de Covadonga (a. 712). Otras fuentes cuentan que se la entregó un pastor al primer caudillo asturiano después de la batalla. En sus orígenes estuvo en la Iglesia que Pelayo mandó contruir en Cangas de Onís (primera capital del incipiente reino) hasta que Alfonso III El Casto la llevó a la catedral de Oviedo y mandó repujar en oro y piedras preciosas.