Hasta el momento se creía que el monasterio de Nuestra Señora de Regla tenía su origen en una fortaleza y una ermita donada en 1399 por Alonso Pérez de Guzmán. |
Hasta el momento se creía que el monasterio de Nuestra Señora de Regla tenía su origen en una fortaleza y una ermita donada en 1399 por Alonso Pérez de Guzmán. Pero Ramos y su equipo de arqueólogos rebaten esta datación oficial y retrotraen la antigüedad del inmueble a casi siete siglos antes, a partir del estudio de dos elementos arquitectónicos que estaban descontextualizados en el edificio: un ventanal con parteluz que se creía más moderno y una enigmática cámara subterránea cuya utilidad no estaba clara.
“Se sabía que eso estaba ahí, pero, siendo espacios conocidos nadie se percató de la trascendencia de lo que representaban”, explica el arqueólogo en referencia al hallazgo divulgado recientemente. Una vez conocida la hipótesis de Ramos, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía va a revisar el expediente de declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) del santuario —aún pendiente de publicación— para actualizarlo con los nuevos descubrimientos, según confirman desde la delegación provincial.
La cámara subterránea, de 15 metros de largo y 4,5 de ancho, se conserva bajo el actual monasterio y anexa a la actual iglesia, del siglo XX. Está cubierta con una gran bóveda de cañón con tres arcos de medio punto y fue construida en torno al siglo VII. En su interior conserva un pozo de agua junto a un arcosolio excavado en la pared, usado en las primeras iglesias como enterramiento de un mártir. “Su uso no era de cripta funeraria, sino de lugar de culto como herencia de las catacumbas de los primeros cristianos”, detalla el arqueólogo. Ramos sostiene que el espacio era la planta inferior de un edificio visigodo de dos niveles que tenía fines monacales.
El espacio era conocido de antaño por los monjes franciscanos que hoy habitan el edificio. “Se ha usado como bodega, como refugio o para esconder a la Virgen de Regla en la Guerra Civil. El hallazgo no es lo que estaba ahí sino lo que realmente es”, añade el investigador. Y lo mismo ha ocurrido con la ventana que dio inicio a su investigación, hace ahora diez años. El vano se compone de dos arcos de herradura apuntados y un parteluz y, hasta ahora, se ha considerado que el hueco era de origen mudéjar (arte hispano-musulmán desarrollado tras la Reconquista).
Sin embargo, Ramos considera que este hueco es muy anterior. El arqueólogo data su origen como una ventana de la planta superior del templo visigodo. Los mozárabes —cristianos que vivieron bajo dominación árabe— mantuvieron el uso cristiano del edificio, hasta que, a principios del siglo XII, los almorávides se hicieron con el control de Al-Andalus y deportaron a los cristianos del sur al Magreb. Después de este desalojo, el edificio se reconvirtió en un castillo o ribat de usos monásticos con una mezquita principal. Con el cambio, la ventana se redecoró al gusto almorávide, según la tesis de Ramos, sostenida también en su publicación De la memoria idrisiana y arqueológica del Ribat Al-Munastir almorávide de las mezquitas (Chipiona).
“Fue una ventana emblemática que permitió comprenderlo todo”, reconoce el arqueólogo. Sin embargo, su valor va más allá de la importancia que tuvo en la propia investigación. Su existencia corrobora la existencia del ribat que, pese a estar reconvertido de nuevo al culto católico, “se conserva en su práctica totalidad”, según Ramos. Para el experto, mención aparte merece la iglesia subterránea: “No se conocen criptas visigodas que se conserven en su integridad, caso destacado de una parte de la cripta de San Antolín, en la catedral de Palencia”.
Ahora este nuevo pasado rescatado será incorporado al futuro expediente BIC y, de momento, no está contemplado que pueda ser visitable a corto plazo. Pero el santuario de Regla aún guarda más secretos. “Aquí hay descubrimientos casi a diario”, explica el arqueólogo. Es lo que tiene indagar en un inmueble dedicado al culto y usos monacales de una y otra confesión desde hace más de 1.300 años. “La actual comunidad franciscana es heredera, por tanto, de toda esta tradición milenaria del monacato”, remacha Ramos.
(Fuente: El País / Jesús A. Cañas)
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