Lugar donde se hundió la flota, en la zona conocida como Sonda de Campeche. |
Se trata del primer convenio de colaboración que signa el Instituto con una fundación encaminado a coadyuvar en la investigación y recuperación del patrimonio cultural sumergido tanto en el mar como en aguas interiores(cenotes, lagos, lagunas, etc.), espacios acuáticos donde yacen vestigios paleontológicos, arqueológicos e históricos, cuyo estudio en muchos casos requiere de equipos de tecnología avanzada de alto costo, así como del uso de embarcaciones.
La compañía «caza-tesoros» "Odyssey" pidió en 2006 permiso a México en dos ocasiones para rastrear el pecio, pero se le denegó.
La empresa que pilota Greg Stemm puso sus ojos en uno de los mayores tesoros que aún descansan bajo el agua, el del «Nuestra Señora del Juncal», una nao española que abría la comitiva de la flota «Nueva España» a trece barcos (entre galeones, fragatas, pataches, etcétera) que habían zarpado de Veracruz, en México, camino de España en 1631. Cádiz era el punto final del tornaviaje o viaje de regreso, en el que la nave transpotaba un cargamento de altura: maderas preciosas, sedas, cerámica oriental y especias, así como grana silvestre, cochinilla, chocolate, algodón y minerales, además de monedas de oro y plata.
Nueve de esos barcos lograron llegar a puerto, sin embargo, entre ellos no se hallaba la nave principal, ya que una tormenta la hundió en el Golfo de México (dentro de la zona conocida como Sonda de Campeche). Según documentos de la época, el almirante vasco Andrés de Aristizábal, al percatarse de que el fin era inminente y sólo un milagro les evitaría la muerte, «pidió su mortaja, sudario y con una cruz en la mano se encomendó a Dios, y con él todos sus soldados...». Hubo 36 supervivientes de un total de 339 personas que iban a bordo. Fueron rescatados en una pequeña chalupa tras una noche a la deriva.
En 2006, año en que los barcos de Odyssey, con el Explorer a la cabeza, merodeaban cerca de las costas españolas, Pilar Luna, subdirectora de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, denunció que la empresa «caza-tesoros» había presentado al menos dos propuestas para llevar sus embarcaciones hasta México y rastrear el botín, ofrecimientos que fueron rechazados «porque la compañía, con un enorme poder económico y contactos al más alto nivel, disfraza sus propuestas como proyectos de investigación cuando en realidad son meras búsquedas de tesoros».
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