El primero, que se podrá disfrutar en el museo una vez restaurado, es una exedra, un semicírculo de tres metros de diámetro, con motivos geométricos simulando una concha marina. Según los expertos, decoraba el suelo de una habitación semicircular con dos pilastras, "dos pequeñas columnas a los lados, una típica estancia de terma doméstica", en palabras del arqueólogo municipal Sergio García-Dils.
El mosaico que queda enterrado es distinto. En temática y en tamaño. Para empezar sólo se desenterraron unos seis metros de una pieza que no se sabe qué longitud puede tener pero que sobresalía con mucho del solar en que se encontró y se prolongaba por una calle cercana, lo que hizo imposible su extracción. "No podemos desenterrarlo sin cargarnos literalmente la calle", precisó el arquitecto municipal. Y eso, además, sin tener la certeza de que el mosaico esté integro ni seguridad acerca de lo que se pueda hallar rebasando los límites del solar donde está la pieza.
Esa dificultad insalvable hizo a los expertos decidir que el mosaico permaneciera enterrado. La obra que está proyectada en el solar no le va a afectar, según sus propietarios, y el mosaico lleva siglos -si no milenios- en ese sitio, por lo que su conservación sería óptima. "Como al fin y al cabo el fin de la arqueología es que los restos se conserven, sacar los trozos desenterrados hubiera supuesto mutilar el mosaico", dijo.
El mosaico en cuestión representa una escena circense. Los arqueólogos opinan que conmemora una carrera de cuadrigas o carros: se observa perfectamente una victoria alada y dos figuras masculinas, además de dos nombres, Amandus y Pinna, que podrían ser de aurigas. También se intuye parte de la spina, el centro del hipódromo, que pudiera ser el circo de la antigua Astigi.
Piezas como la descubierta en Écija solían conmemorar alguna carrera famosa, "y por eso tienen esos nombres las figuras que aparecen", continuó el arqueólogo municipal, quien comparó la importancia de estos espectáculos con los partidos de fútbol. "Las carreras de carros eran el balompié de la época, al menos la afición era la misma", aseveró.
Esa importancia llevó a un vecino de la Écija romana a colocar en el suelo de su vivienda la representación de una carrera para dar prueba palpable (y, ahora, arqueológica) de su afición.
Tras este importante descubrimiento, que todavía tiene que ser terminado de estudiar por los expertos, la ciudad de las torres reivindica su pasado y sigue brindando sus tesoros para los amantes de la arqueología y para la ciudadanía en general, que tiene así más posibilidades de saber de su pasado, merced a un interés por conservar el patrimonio y profundizar en su conocimiento y divulgación, como una manera también de implicarse en su conservación. (Fuente: elcorreoweb.es)
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