La llamada Sima de los Huesos está en España, concretamente en el norte, en la sierra de Atapuerca. En un impresionante yacimiento situado en una colina caliza, llena de cuevas y túneles al estilo de un queso Gruyére, al norte de Ibeas de Juarros, en la provincia de Burgos. Fue descubierto en 1976.
La grieta está repleta de huesos humanos atribuidos a los Homo heidelbergensis (considerado el ancestro del Homo neanderthalensis), cuya antigüedad mínima se calcula en unos 300.000 años, es decir, del Pleistoceno medio. Una grieta no demasiado grande ni profunda, de apenas 13 metros, que alberga nada menos que dos mil huesos pertenecientes al menos a 32 individuos. Aunque se cree que este descubrimiento sólo es una pequeña fracción de lo que podría albergar realmente la sima, los restos ya descubiertos representan más del 90 % de los fósiles humanos recuperados para el Pleistoceno medio de todo el mundo.
Entre los restos humanos recuperados destacan numerosos cráneos, entre los que se encuentra el cráneo número 5, que es el cráneo de Homo heidelbergensis mejor conservado del mundo y recibe, popularmente, el nombre de Miguelón en honor al ciclista Miguel Indurain, que acababa de ganar su segundo Tour. En este cráneo, extraído del yacimiento con paciencia y dedicación extremas, conservaba además los tres huesos más pequeños del cuerpo humano: el martillo, el yunque y el estribo, los únicos existentes hasta la fecha en el Pleistoceno medio y los más antiguos conocidos en la evolución del hombre. Eduardo Punset lo describe así en su libro Por qué somos como somos:
En 1992 se descubrió en la Sima de los Huesos de Atapuerca el llamado cráneo n.° 5, perteneciente a un pre Neanderthal de 300.000 años de antigüedad que aportó pruebas anatómicas del aparato fonador. Este hallazgo supuso la evidencia fósil de que existió un escalón intermedio en la evolución del aparato fonador entre chimpancés y humanos. Así pues, sabemos que los homínidos de la Sima de los Huesos hablaban, aunque los sonidos que eran capaces de articular diferían de los que actualmente componen el lenguaje. En concreto eran incapaces de pronunciar correctamente las vocales i, a, u. Su aparato fonador les impedía hacerlo con precisión y velocidad.
Otros nombres divertidos que han recibido algunos huesos es el de Elvis, para designar una pelvis, la pelvis más completa del registro fósil, que perteneció a un individuo masculino de 1,75 metros de altura y 95 kilogramos de peso. Una herramienta encontrada entre los restos, una bifaz de cuarcita roja y ocre fue bautizada en 1998 como Excalibur.
Debido a que se han recuperado huesos de todo el esqueleto, incluso algunos de los huesos más pequeños y frágiles, Juan Luis Arsuaga, uno de los tres directores de las excavaciones de Atapuerca, sostiene que la Sima de los huesos puede ser la primera prueba conservada de comportamiento funerario en el ser humano. El primer cementerio de la historia.
Lo que todavía entraña un misterio es cómo se acumuló tal cantidad de huesos. ¿Fue alto lento y progresivo? Por ejemplo, ¿se lanzaron a la fosa común uno o dos cuerpos cada año, a medida que iban falleciendo los miembros del grupo? ¿O se depositaron todos los cuerpos de una sola vez debido a una muerte masiva por algún acontecimiento catastrófico? Arsuaga, a juzgar por el estado de conservación de los huesos, su densidad y lo frecuente que es encontrar articulaciones óseas, considera que lo más probable es que los humanos de la Sima de los Huesos murieran todos juntos, o en un plazo de tiempo muy breve. Tal vez todos fueron víctimas de alguna epidemia, pero esta hipótesis no tiene mucho sentido si nos fijamos en el rango de edad de los muertos: gente de media edad. Las epidemias suelen afectar principalmente a los más pequeños y a los más viejos.
Arsuaga propone otra conjetura: una catástrofe ecológica. Por ejemplo, una sequía o un duro invierno. Los niños y los viejos murieron primero, y los supervivientes, lo más fuertes, es decir, los adultos jóvenes, podrían haber buscado cobijo en la sierra de Atapuerca.
Este yacimiento de huesos humanos también ha servido a paleontólogos como Ignacio Martínez Mendizábal, del área de Paleontología del departamento de Geología de la Universidad de Alcalá de Henares, para explicar una vía alternativa sobre los orígenes del lenguaje humano. Los restos únicos de los huesecillos del oído encontrados ofrecen las pistas de cómo oían estos homínidos: igual que los seres humanos actuales. Martínez informó a Europa Press sobre este descubrimiento:
Es muy relevante porque es la primera vez que se determina con exactitud una capacidad sensorial en una especie fósil, y porque existe una estrecha relación entre los sonidos que una especie es capaz de oír y aquellos que es capaz de producir. (…) El descubrir que aquellos humanos tan antiguos podían oír como nosotros es un sólido argumento en favor de la hipótesis de que también serían capaces de hablar.
Todavía quedan probablemente muchos huesos por recuperar de este lugar y nadie sabe a ciencia cierta cuando acabarán los trabajos de extracción. Pero según algunas estimaciones realizadas, sólo se ha recuperado alrededor de un tercio del total de los fósiles humanos del yacimiento. Todavía quedan muchas sorpresas óseas por encontrar. Y también nuevos nombres ingeniosos con las que apodarlas.