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7 de octubre de 2024

Descifrando los secretos de la ciudad romana de Carissa Aurelia

Ubicado en plena Sierra de Cádiz, entre los municipios de Bornos y Espera se encuentra el yacimiento, un lugar «virgen desde el punto de vista arqueológico» y que, gracias a un estudio, comienza a descubrirse
Excavaciones arqueológicas en Carissa Aurelia ANTONIO VÁZQUEZ

Un robo es el origen del proyecto que está llevando a los arqueólogos a estudiar el yacimiento de Carissa Aurelia. En torno a los años 60, un campesino, realizando sus tareas, descubre una escultura de Antonia Minor, «un miembro de la familia imperial cuyas representaciones son muy escasas a nivel de todo el imperio romano, solo hay diez», explica Diego Romero Vera, arqueólogo de la Universidad de Sevilla que codirige esta excavación. Este retrato se conservaba en el Ayuntamiento de Bornos, de donde fue robado. Años más tarde, en la ciudad de Munich se organiza una exposición de escultura romana a la que acude Pepe Beltrán, catedrático de la Universidad de Sevilla y que, con el retrato romano como especialidad, identifica la Antonia Minor de Carissa. En ese momento se inician los trámites para la devolución, completada a las autoridades españolas en agosto de 2020 y restituida en Bornos en 2022. Un caso que fue bastante mediático en Alemania y que despertó la curiosidad de los expertos por la falta de excavación en este yacimiento, «virgen desde el punto de vista arqueológico», como lo define Romero.

Así es como se decide hacer una serie de estudios. Entre finales de 2020 y comienzos de 2021, se hace una prospección geofísica, es decir, a través de diferentes aparatos se emiten ondas en el subsuelo y si hay un edificio debajo, algo sólido, rebota la onda, y de esa forma se puede saber la profundidad y lo que hay debajo.

Primeras conclusiones
En estas prospecciones se documentó la muralla, también aparecieron los restos de un posible teatro pero, sobre todo, permitieron conocer a grandes rasgos el urbanismo de Carissa Aurelia. «Sabemos que era una ciudad de 14 hectáreas, que no tiene un urbanismo típicamente ortogonal, que es el que tienen los romanos, es decir calles rectas y paralelas orientadas norte-sur y este-oeste, sino que la ciudad se adapta a la orografía complicada de la cresta rocosa en la que se encuentra», detalla Diego Romero. Precisamente, esta orografía es la causa por la que la ciudad estaba dividida en tres terrazas, «una terraza superior que tienen en su cúspide un promontorio en altura que nosotros llamamos acrópolis, en la cual habría un templo. Han aparecido diferentes restos que se pueden asociar a un templo que posteriormente fue desmontado y con esos materiales se construyó una torre medieval. Debajo, estaría el foro. En el foro tenían que tener un edificio que es la basílica y en el otro extremo, seguramente la curia que es donde se reunía el senado local. Más abajo están los contrafuertes hechos de hormigón romano que siempre han estado a la vista. Otra terraza más baja que es donde seguramente habría viviendas y todo el interior de la ciudad estaba conectado por dos vías que también se han documentado.

Pero para poder conocer mejor las entrañas de la ciudad era necesario excavar. De ahí es donde surge la unión de las universidades de Sevilla, Kiel y Colonia en Alemania y Groninga en Países Bajos en un proyecto internacional de gran relevancia. A esto se une la financiación de la fundación Thyssen, la colaboración de los ayuntamientos de Bornos y Espera y las facilidades que ofrece el propietario del terreno en el que se ubica el yacimiento. ¿Y por dónde comenzar a excavar? El arqueólogo comenta que «como sabíamos gracias a las prospecciones dónde podríamos encontrar ciertas cosas, hemos localizado tres excavaciones pequeñas en puntos estratégicos». Estas tres pequeñas excavaciones, llamadas sondeos, tienen una extensión limitada, de 5x5 metros. Una de ellas en lo que podría ser una vivienda, otra en el área del foro y otra en una calle «que tiene una monumentalidad extraordinaria» y que no se ha difundido hasta ahora. Romero cuenta que en ese punto iban buscando «lo que había aparecido en las prospecciones geofísicas. Sabíamos que aquí había un cruce de calles interurbanas. Una que iba desde la colina hacia abajo y otra que iba desde la puerta norte a la sur, de una necrópolis a la otra. No sabemos si tendría acerado, pórtico, pero las lastras de piedra hablan de una gran monumentalidad. Cuanto más grandes las lastras y cuanto más regulares, mejor calidad y estamos hablando de un urbanismo importante, muy monumental y que salta a la vista. En ningún yacimiento cercano hay calles con estas características». Además añade que es «una calle fantástica en un estado de conservación excelente y que nos anima a continuar con el estudio».

Además de las excavaciones, se está recogiendo cerámica y otros restos porque, una vez finalizada esta primera excavación que encara su última semana, «hay que hacer historia a través de esos restos materiales».

La vida en Carissa Aurelia
El máximo apogeo de Carissa Aurelia llega en época de César, en torno al año 50 a.C. y se estima que fuera hasta el 100 d.C. aproximadamente. «Hay mucha cerámica en superficie que remite a esa época. El hecho de que aparezca con tanta abundancia quiere decir que es la fase en la que más vitalidad tuvo este yacimiento. Y después, en contraposición, apenas encontramos restos cerámicos de fases posteriores. No hay nada de siglos II o siglo III. Eso nos da las pistas de cuáles fueron las fases de mayor apogeo», explica. Además, con el nombre de la ciudad también se pueden sacar conclusiones. «Aurelia era la madre de César y este nombre se debe, seguramente, a que Carissa se decantaría en las guerras civiles del bando cesariano y César, en contraprestación, le da un estatuto privilegiado. Es la ciudad que jerarquiza todo el territorio. La única ciudad importante de todo el entorno era Carissa. Y en torno a ella habría una serie de entidades poblacionales menores que en época romana no recibían el nombre de ciudad y que pagaban tributos aquí, y la gente que tenía que dirimir sus pleitos, quería orar o tomar unos baños, no sabemos si tendría baños, seguramente sí, vendría aquí», cuenta Diego Romero. Otra de las cosas que se creen es que posiblemente estuviera conectada con el mar a través del río Guadalete que desembocaba en el castillo de Doña Blanca en El Puerto.

La presencia de mármol en el yacimiento hace indicar la monumentalidad que se le dio a una ciudad que «sería visible en kilómetros a la redonda porque Roma utilizaba la arquitectura como mensaje de poder». «Los romanos encuentran un urbanismo prerromano. La arqueología tendrá que dilucidar cómo era, pero podemos decir que, seguramente, una vez que Carissa recibe ese estatuto privilegiado, que se convierte en municipio, los romanos monumentalizaron la ciudad para poner a la misma altura el aspecto de la ciudad, el urbanismo y el estatuto jurídico privilegiado y que se viera externamente», detalla.

Otra de las cuestiones llamativas es que se intuyen influjos de la cultura púnica en época romana. Ejemplo de esto son las monedas acuñadas y en las que aparece «un tipo monetal propio del mundo púnico». «En estas monedas aparece la cabeza de Hércules y también hay otro tipo monetal que son dos jinetes con una especie de escudo curvo que se llama rodela y los especialistas en numismática piensan que son jinetes númidas, del norte de África que vinieron a luchar en la segunda guerra púnica. Por tanto, utilizan ese tipo monetal en época avanzada bajo la órbita romana». Pero lo más conocido de este yacimiento son las necrópolis, que muestran que en época romana la gente se enterraba en hipogeo, es decir en huecos excavados en la tierra, y este es un tipo de necrópolis que se asocia al mundo púnico. Romero concluye que «eran romanos pero seguían conservando su cultura púnica. El sustrato cultural púnico nunca se perdió».

Seis años de proyecto
Estas son solo algunas de las cosas que se están aprendiendo de Carissa Aurelia, pero el proyecto de estudio arqueológico está previsto que dure al menos seis años. Además, las cuatro universidades participantes le han dado carácter pedagógico y son estudiantes los encargados de realizar las excavaciones bajo la supervisión de los profesores.

«Queremos enseñar a los alumnos a hacer arqueología y que sirva como práctica. Intentamos que todo sea pedagógico, explicarles por qué se hacen las cosas de determinada manera, vamos excavando de forma muy meticulosa. Una experiencia muy positiva y una oportunidad única en un yacimiento en el que todavía queda mucho por descubrir por lo desconocido.

Diego Romero tiene claro que «hacía falta el impulso de la investigación y esta es una oportunidad única. Este era un tren en el que había que subirse sí o sí». Y espera que en estos seis años «se pueda conocer con un alto grado de detalle cómo era la ciudad, su entorno y también la vida de los carissienses».

Proteger los restos
Una historia que comienza a construirse con la labor arqueológica: «no venimos buscando piezas de museo, que ojalá aparezcan, pero no es el objetivo primario. Queremos hacer historia. Los historiadores hacen historia con los manuscritos, con los textos, y nosotros con los archivos de la tierra. Ahora mismo es como si hurgáramos dentro de la tierra, cómo si abriéramos una pequeña ventanita por la que ver cómo vivían ellos».

Por eso, una vez que finalice la última semana de excavaciones y, antes de comenzar de nuevo las prospecciones, los hallazgos volverán a taparse con la finalidad de protegerlos y será el momento de investigación con los restos encontrados y de difusión de resultados por parte del equipo de arqueólogos de un proyecto que está generando mucho interés.

Los ayuntamientos de Bornos y Espera están interesados en su conservación y en que los vecinos de los municipios «se vinculen con Carissa, se vinculen con su patrimonio de forma que a través de la concienciación se entienda que esto es algo suyo y se puedan prevenir lacras como el expolio que aquí es continuo y eso que es un Bien de Interés Cultural y tiene la máxima protección que pueda existir en un yacimiento». Un expolio que se quiere evitar a toda costa para proteger un lugar que todavía tiene muchos secretos que desentrañar.

23 de julio de 2024

La Universidad de Cádiz retoma los trabajos arqueológicos en el yacimiento fenicio del Castillo de Doña Blanca


En esta campaña arqueológica ha destacado el uso de las nuevas tecnologías para “matizar, corregir y plantear” nuevas hipótesis sobre la planificación y construcción del sistema defensivo púnico-helenístico del sitio, en El Puerto de Santa María (Cádiz).
En esta campaña, dirigida por la profesora Ana María Niveau, ha sido fundamental el uso de las nuevas tecnologías para matizar, corregir y plantear nuevas hipótesis sobre la planificación y construcción del sistema defensivo púnico-helenístico del sitio.

Veinte años después de la última intervención realizada en el enclave arqueológico de Doña Blanca, en el término municipal de El Puerto de Santa María, uno de los asentamientos protohistóricos más importantes del Mediterráneo, investigadores de la Universidad de Cádiz (del grupo Phoenix Mediterranea, HUM-509, coordinado por la profesora Ana María Niveau de Villedary y Mariñas), han llevado a cabo una campaña en el yacimiento que, respaldada por el uso de las nuevas tecnologías, ha permitido “matizar, corregir y plantear” nuevas hipótesis sobre la planificación y construcción de su sistema defensivo púnico-helenístico, tanto del trazado como de la propia configuración de las diversas partes que lo conforman.

El yacimiento del Castillo de Doña Blanca (esta llanura formó parte de la Bahía de Cádiz, por lo que el mar llegaba hasta la base del cerro…) fue descubierto en 1979 y excavado hasta 1991 en el marco de un proyecto general de investigación dirigido por Diego Ruiz Mata, catedrático jubilado de la UCA. Después tan solo han tenido lugar en él algunas actuaciones puntuales: en 1995 y 2001 llevadas a cabo por este mismo equipo y en 2005, una última, dirigida en este caso por Luis Cobos para la adecuación del circuito de visitas y como apoyo a su puesta en valor una vez adquirido por la Junta.

Esta nueva actividad arqueológica puntual (aprobada por la Junta de Andalucía) con una duración de cuatro semanas (del 24 de junio al 19 de julio) ha consistido en la realización de una serie de sondeos y limpiezas de paramentos en el frente norte de la muralla del asentamiento, a los pies de la Sierra de San Cristóbal.

Los trabajos acometidos se han concretado en la realización de un análisis poliorcético (hace referencia a la disciplina que se encarga de construir fortalezas, bastiones, baluartes o fortificaciones) de la poterna localizada en una de las torres defensivas, la interpretación del engrosamiento y relleno interior del paramento de muralla en relación con un posible acceso al interior de la ciudad, la relación de este trazado con el situado en la zona contigua y la contextualización histórica de la evolución y amortización de las estructuras defensivas.

Además, el estudio morfológico y funcional de la cerámica hallada se acometerá en los próximos meses con el objetivo de afinar las cronologías de las estructuras y su amortización, y caracterizar la funcionalidad de los espacios situados en el interior del sistema defensivo.

Estas labores han sido posible gracias al respaldo de la delegación territorial de Turismo, Cultura y Deportes de la Junta, y la financiación del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia de la Universidad de Cádiz, a través de las ayudas a los grupos de investigación. Y no ha faltado la foto de los políticos curioseando en el yacimiento: la directora general de Investigación de la UCA, Susana Trasobares, ha acompañado en una visita a la delegada territorial de Cultura, Tania Barcelona, y al alcalde portuense, Germán Beardo.


“EL CASTILLO DE DOÑA BLANCA PUDO CONVERTIRSE EN UNA AUTÉNTICA FORTALEZA MILITAR EN SU ÚLTIMA FASE DE EXISTENCIA”
Con el fin de actualizar el registro de las estructuras constructivas halladas en el sitio, el grupo HUM-509 solicitó permiso para actuar en el yacimiento durante el verano de 2023, iniciándose estos nuevos trabajos en septiembre. Los trabajos de documentación y revisión se han centrado en el último de los sistemas defensivos del asentamiento.

En principio, se ha llevado a cabo una documentación generalizada del asentamiento mediante la aplicación de nuevas tecnologías no invasivas (LiDAR, SIGs, Fotogrametría Digital y Georreferenciación). A estos estudios se ha sumado la catalogación de todos los muros y estructuras exhumados (tarea aún en curso) con el objetivo prioritario de determinar las distintas fases constructivas del yacimiento.

La revisión de las estructuras constructivas excavadas en las diferentes campañas arqueológicas y la aplicación y el uso de las nuevas tecnologías están permitiendo plantear nuevas hipótesis sobre la planificación y construcción del sistema defensivo púnico-helenístico, tanto de su trazado como de la propia configuración de las diversas partes que lo conforman.

La (re)fortificación acometida en el asentamiento durante el siglo III a.C. y la identificación de elementos de defensa activa como poternas, torres de artillería y cuerpos de guardia entre otros, permiten plantear que el Castillo de Doña Blanca se convierte en una auténtica fortaleza militar en su última fase de existencia, lo que ha de ponerse en relación con el progresivo peso de Cartago en el mediodía peninsular.

Los objetivos generales de esta nueva etapa abierta en la investigación y el conocimiento del sitio contemplan tanto la reconstrucción histórica de la secuencia cronoestratigráfica del asentamiento como la documentación y catalogación de las estructuras constructivas, el análisis y la caracterización de las sucesivas fases de la muralla y de las distintas reformas pero también la conservación de las zonas detectadas que se encuentran parcialmente derrumbadas y el desarrollo de una metodología que permita reconstruir a través del análisis del registro la secuencia histórica de las edificaciones que conforman el sistema defensivo de las diferentes épocas.

26 de septiembre de 2017

Aparece el gran puerto fenicio de Doña Blanca (Cádiz)

Los investigadores han llevado a los planos espacios abiertos como plazas, calles longitudinales y transversales, hasta almacenes, espacios productivos o edificios religiosos, distribuidos en una trama urbana de tipo ortogonal, de clara influencia helenística y con similitudes al barrio portuario de Cartago. Se trata de un asentamiento de 250 metros de largo y 125 de ancho, con más de 700 metros de perímetro, donde han localizado unos 1.500 muros.
El asentamiento ocupa una extensión de más de tres hectáreas.
El plano de una gran trama urbana se va configurando a golpe de pixeles en una pantalla de grandes dimensiones. Se trata del dibujo del espacio portuario de más extensión y relevancia de toda la cuenca del Mediterráneo localizado hasta ahora, uno de los mayores hallazgos realizados en el mundo fenicio púnico, el que legaron estos grandes comerciantes nada menos que a los pies del yacimiento portuense de Doña Blanca, en una finca anexa denominada El Manchón.

Al frente del descubrimiento realizado a través de la geofísica se encuentran los profesores de la UCA Lázaro Lagóstena (área de Historia Antigua), José Antonio Ruiz Gil (área de Prehistoria) y los colaboradores y doctorandos de Historia Francisco Javier Catalán y Livia Guillén junto a sus avanzados equipamientos. Manejan para ello un equipo georradar portátil y un stream X multicanal de dos metros de ancho de barrido, con los que también marcan un punto de inflexión en los métodos para la investigación arqueológica: conocer, investigar y recomponer el plano en 3D del yacimiento sin excavar, pues de momento todo permanece bajo tierra, a apenas 50 centímetros de profundidad.

ÚNICO ARTÍCULO SOBRE LA POSIBLE UBICACIÓN DEL PUERTO
Entre todos, aunque cada uno en lo suyo, van trazando el dibujo de este nuevo capítulo que ya adelanta la relevante actividad portuaria que emprendieron los fenicios en esta zona de la Bahía, a juzgar por la dimensión de este asentamiento de 250 metros de largo y 125 de ancho, con un perímetro de más de 700 metros y tres hectáreas de superficie, "en el que hemos identificado ya 400 muros, y donde alcanzaremos alrededor de 1.500, pues sólo hemos dibujado una tercera parte", explica Lázaro Lagóstena mientras muestra algunos de estos planos en la pantalla de gran pulgada con la que trabajan desde el laboratorio de Historia situado en el flamante Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Sociales del Campus de la UCA en Jerez.

Con esta innovadora fórmula "única" en la universidad andaluza que permite convertir en producto arqueológico los barridos realizados sobre el terreno con su equipo impulsado por vehículo a motor, ya han logrado interpretar las funcionalidades de algunas estructuras, a partir del análisis preliminar del amplio trazado urbanístico documentado. Han traducido ya en plano espacios abiertos como plazas, calles longitudinales y transversales, hasta alcanzar las primeras hipótesis de los que podrían ser almacenes, espacios productivos o edificios religiosos, distribuidos en una trama urbana de tipo ortogonal, de clara influencia helenística y con similitudes al barrio portuario de Cartago, pero único en cuanto a dimensiones, "pues no se ha documentado hasta ahora un puerto con cinco calles longitudinales y calles transversales", apunta Lagóstena. De hecho, "una vez que terminemos de dibujar, daremos una propuesta de funcionalidad de los espacios, de los edificios completos, con lo que el campo de investigación que se abre es muy amplio", dice, orgulloso, de este puerto púnico desde el que seguramente "se daría salida a la actividad agrícola de todo el territorio". Añade en este punto que "hemos visto incluso indicios de producción agropecuaria en la zona".

El software de proceso de datos que manejan funciona reflejando los elementos de mayor y menor receptividad que hay bajo tierra y que identifican a través de la paleta de colores que van desplegando en el laboratorio en decenas de imágenes. "Según el color, se interpreta como un muro o una zona de vaciado como una fosa o un silo", explica a modo de ejemplo. Y es que el equipo de investigadores no sólo se enfrenta al mayor hallazgo de la época realizado hasta ahora, sino "al desarrollo de una metodología que no existía, pues estos equipos no estaban en manos de los humanistas, por lo que también hemos dado un salto cualitativo". Porque toda la información que han obtenido es automáticamente georreferenciada con gran precisión, "con un margen de error centimétrico" y combinando esta información con una gran variedad de datos espaciales de todo tipo. Resultados que completan con las imágenes obtenidas gracias a la colaboración de la Unidad de Drones, con el que también han sobrevolado parte del yacimiento de la mano de Luis Barbero, responsable de la unidad.

El conjunto de esta valiosa información, de la que había algún pequeño indicio previo, cayó en manos del equipo de Lagóstena y Ruiz casi por casualidad, "con el fin de probar y realizar el entrenamiento del equipo en una zona de la que sólo se conocía un artículo publicado por Juan José López Amador en una revista arqueológica que hablaba de la aparición de algunas estructuras en el Manchón del Hierro". Cual fue la sorpresa cuando el gran escáner motorizado radiografió la silueta de aquel gran puerto perimetrado.

Para esta actuación han contado con la colaboración de la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, junto a la que seleccionaron en primer lugar el propio yacimiento fenicio del Castillo de Doña Blanca, en el que también se ha explorado la superficie no excavada a lo largo de dos hectáreas de superficie, "donde hemos encontrado otras estructuras que dan continuidad a las existentes", afirman. Seguidamente se eligió este espacio junto al río Guadalete, "donde nunca antes se habían realizado exploraciones arqueológicas", en una zona privada que no estaba catalogada como lugar de interés arqueológico.

"En poco tiempo hemos obtenido unos resultados espectaculares", sentencia Lagóstena, equiparando la gran información "a nivel de trama urbana" conseguida desde julio, frente a la obtenida a lo largo de 20 años de excavaciones en Doña Blanca.

Pero, ¿cómo se pondrá en valor toda esta información?. En este apartado también abogan por una vuelta de tuerca a lo que hasta ahora concebimos como puesta en valor de nuestro patrimonio. "Hace más de 20 años que la Junta de Andalucía cambió de mentalidad y sólo actúa en las intervenciones de urgencias", apostilla José Antonio Ruiz Gil, dado lo complicado de mantener una buena política de excavación, de mantenimiento y de visitas a los yacimientos cuando hay tanta diversidad en el terreno, justifica. "Así que le estamos proporcionando a la administración las herramientas para gestionar la información de una manera más eficaz y moderna el territorio, sin excavar, salvo cuando hay algo que realmente merezca la pena".

Su idea para Doña Blanca es, por tanto, integrar la nueva información al recorrido del yacimiento arqueológico . "No hace falta bajar, pues se trata de un llano distanciado pegado al río, de modo que desde la zona alta se puede montar un audio, hacer una maqueta, mil cosas para ubicar y contar la historia de una forma divulgativa".

Una propuesta que narrarán a las autoridades de la UCA y la Delegación de Cultura, con las que tienen pendiente una visita sobre el terreno que aún no se ha producido. De momento, continúan levantando muro a muro el importante puerto fenicio púnico, que se caracteriza por mostrar una única fase constructiva, y que traducen a través del autocad -que lo hace Francisco Javier-, a partir de la toma exacta de las coordenadas -que hace Livia- o pasando los datos al papel cebolla, al modo tradicional, en manos de José Luis.

Pero no es el único reto, pues la potencialidad de esta unidad de geodetección que atesoran gracias a un proyecto del Ministerio de Infraestructura, les ha llevado a la firma de otras colaboraciones con Medina, donde quieren rastrear varios yacimientos rurales; Chiclana, donde pretenden actuar en la colonia fenicia del cerro del Castillo; Puerto Real, para estudiar el frente marítimo y con Diputación, en el ámbito de la memoria histórica. Las posibilidades que se abren son infinitas. Y el punto de arranque no ha podido ser mejor, el gran puerto de Doña Blanca.

13 de junio de 2011

El Badalac, el río perdido (I)

En el entorno de Jerez había en la antigüedad tres zonas con salida directa al mar. Dos de ellas aparecen perfectamente dibujadas en el mapa del trabajo del profesor Chic García, Gades y la desembocadura del Guadalquivir (1979). Son: el estero de Doña Blanca y el Canal de Guadabajaque. Hay una tercera zona que no aparece en ese mapa, la cual menciono en mi trabajo 'Los Canales de Jerez' (Revista Historia de Jerez; nº 14/15) y también en el artículo del Diario de Jerez, 'Guadalete y Guadalquivir en la geografía antigua' (25-11-08). Es una zona situada a escasos kilómetros al E. de la actual ciudad de Jerez, en los llanos de Caulina, que enlazaba la cuenca de Lacca (de la que luego hablaremos) con el paleoestuario del río Guadalete a través de un pequeño afluente (hoy casi desaparecido) que los antiguos historiadores (B. Gutiérrez, año 1755, Antonio de Guevara, año 1539) llamaron río Badalac o río Bedalac. 

La toponimia de este río deriva directamente de la palabra árabe Wadilacca, es el lugar de la mítica batalla en la que desapareció el reino Hispano-Visigodo, en el año 711 d. C. Y significa, el 'río de Lacca'. Precisamente, esta palabra que dio nombre a la celebre batalla, y los 'tituli picti' encontrados en catorce ánforas del Testaccio en Roma con la denominación Lacca, son las pruebas que tenemos de que existió una villa romana en esta zona que se dedicaba a la exportación de aceite. La otra noticia que nos ha llegado de esta misteriosa ciudad nos la da el cronista al-Himyari, que habla de una ciudad en ruinas, cerca de Sidona (Saduña), fundada por César Augusto (Octavio), cerca de una fuente termal, a orillas del río del mismo nombre donde se enfrentaron Tárik y Rodrigo, el Wadilacca. El historiador Chic García la ha situado en la población de la 'Junta de los Ríos' cerca de Arcos, pero su ubicación exacta continúa siendo un misterio. Esta zona era en la antigüedad un brazo de mar que se adentraba en el interior desde la desembocadura del Guadalete hasta las faldas del monte Gibalbín. La cuenca marítima mantuvo su actividad comercial hasta, al menos el siglo I-II d. C. Luego, se fue colmatando y rellenando de aportes aluviales. Esto, junto con la retirada de la antigua línea marítimo-costera, y la progresiva disminución de las precipitaciones condujeron a la desaparición de dicha cuenca. Convirtiéndola primero en un lago interior, y ya en época actual quedó reducida a un pequeño afluente del Guadalete, que atravesaba la llanura de Caulina. El Badalac dejó de existir cuando su nombre quedó asociado al del río Guadalete como lugar donde había tenido la batalla por tratarse del río principal, y el otro un mero afluente. Las antiguas crónicas cristianas siempre hablaron de la 'Batalla del Guadalete'. La primera vez que aparece en un mapa el río Badalac, como distinto del Guadalete, es en un mapa encontrado dentro del libro del historiador jerezano Bartolomé Gutiérrez 'Reflexión sobre la opinión admitida por el m.r.p. Mro. fr. Enrique Florez, que niega la identidad de Asta con Xerez de la Frontera. (Que dedica rendido al muy ilustre caballero d. Nicolas Carrillo de Mendoza, marqués de Alcocevar, y Corregidor de esta Ciudad)'. Año de 1754. Se encuentra en la Biblioteca Municipal de Jerez. La primera referencia escrita a dicho río como distinto del Guadalete la tenemos en 1539; Antonio de Guevara escribió en sus Epístolas Familiares lo siguiente: En la 'Letra para don Alonso de Fonseca, obispo de Burgos, presidente de las Indias, en la qual se declara por qué los reyes de Hespaña se llaman Reyes Cathólicos', aparece escrito "…junto al río Bedalac, acerca de Xerez de la Frontera…se dio la ultima y infelice batalla entre los godos que estaban en España y los árabes…en la cual el triste rey don Rodrigo fue muerto…".El escritor Joaquín Portillo recoge en sus 'Noches Jerezanas' (tomo I) pag. 52, lo siguiente:"el Testudo, después se llamó el Badalac, y hoy el Badalejo. En 1787, el Mariscal de Campo Francisco Zarzana elaboró para el conde de Floridablanca un 'Mapa de los Términos de Xerez dela Frontera', en el que lo denomina 'Badalejo'. En la actualidad lo que queda del cauce se llama 'Salado de Caulina".


Fuente: Diario de Jerez / Centro de Estudios Históricos Jerezanos:  Fco. Antonio García Romero / Eugenio J. Vega Geán