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7 de octubre de 2024

Descifrando los secretos de la ciudad romana de Carissa Aurelia

Ubicado en plena Sierra de Cádiz, entre los municipios de Bornos y Espera se encuentra el yacimiento, un lugar «virgen desde el punto de vista arqueológico» y que, gracias a un estudio, comienza a descubrirse
Excavaciones arqueológicas en Carissa Aurelia ANTONIO VÁZQUEZ

Un robo es el origen del proyecto que está llevando a los arqueólogos a estudiar el yacimiento de Carissa Aurelia. En torno a los años 60, un campesino, realizando sus tareas, descubre una escultura de Antonia Minor, «un miembro de la familia imperial cuyas representaciones son muy escasas a nivel de todo el imperio romano, solo hay diez», explica Diego Romero Vera, arqueólogo de la Universidad de Sevilla que codirige esta excavación. Este retrato se conservaba en el Ayuntamiento de Bornos, de donde fue robado. Años más tarde, en la ciudad de Munich se organiza una exposición de escultura romana a la que acude Pepe Beltrán, catedrático de la Universidad de Sevilla y que, con el retrato romano como especialidad, identifica la Antonia Minor de Carissa. En ese momento se inician los trámites para la devolución, completada a las autoridades españolas en agosto de 2020 y restituida en Bornos en 2022. Un caso que fue bastante mediático en Alemania y que despertó la curiosidad de los expertos por la falta de excavación en este yacimiento, «virgen desde el punto de vista arqueológico», como lo define Romero.

Así es como se decide hacer una serie de estudios. Entre finales de 2020 y comienzos de 2021, se hace una prospección geofísica, es decir, a través de diferentes aparatos se emiten ondas en el subsuelo y si hay un edificio debajo, algo sólido, rebota la onda, y de esa forma se puede saber la profundidad y lo que hay debajo.

Primeras conclusiones
En estas prospecciones se documentó la muralla, también aparecieron los restos de un posible teatro pero, sobre todo, permitieron conocer a grandes rasgos el urbanismo de Carissa Aurelia. «Sabemos que era una ciudad de 14 hectáreas, que no tiene un urbanismo típicamente ortogonal, que es el que tienen los romanos, es decir calles rectas y paralelas orientadas norte-sur y este-oeste, sino que la ciudad se adapta a la orografía complicada de la cresta rocosa en la que se encuentra», detalla Diego Romero. Precisamente, esta orografía es la causa por la que la ciudad estaba dividida en tres terrazas, «una terraza superior que tienen en su cúspide un promontorio en altura que nosotros llamamos acrópolis, en la cual habría un templo. Han aparecido diferentes restos que se pueden asociar a un templo que posteriormente fue desmontado y con esos materiales se construyó una torre medieval. Debajo, estaría el foro. En el foro tenían que tener un edificio que es la basílica y en el otro extremo, seguramente la curia que es donde se reunía el senado local. Más abajo están los contrafuertes hechos de hormigón romano que siempre han estado a la vista. Otra terraza más baja que es donde seguramente habría viviendas y todo el interior de la ciudad estaba conectado por dos vías que también se han documentado.

Pero para poder conocer mejor las entrañas de la ciudad era necesario excavar. De ahí es donde surge la unión de las universidades de Sevilla, Kiel y Colonia en Alemania y Groninga en Países Bajos en un proyecto internacional de gran relevancia. A esto se une la financiación de la fundación Thyssen, la colaboración de los ayuntamientos de Bornos y Espera y las facilidades que ofrece el propietario del terreno en el que se ubica el yacimiento. ¿Y por dónde comenzar a excavar? El arqueólogo comenta que «como sabíamos gracias a las prospecciones dónde podríamos encontrar ciertas cosas, hemos localizado tres excavaciones pequeñas en puntos estratégicos». Estas tres pequeñas excavaciones, llamadas sondeos, tienen una extensión limitada, de 5x5 metros. Una de ellas en lo que podría ser una vivienda, otra en el área del foro y otra en una calle «que tiene una monumentalidad extraordinaria» y que no se ha difundido hasta ahora. Romero cuenta que en ese punto iban buscando «lo que había aparecido en las prospecciones geofísicas. Sabíamos que aquí había un cruce de calles interurbanas. Una que iba desde la colina hacia abajo y otra que iba desde la puerta norte a la sur, de una necrópolis a la otra. No sabemos si tendría acerado, pórtico, pero las lastras de piedra hablan de una gran monumentalidad. Cuanto más grandes las lastras y cuanto más regulares, mejor calidad y estamos hablando de un urbanismo importante, muy monumental y que salta a la vista. En ningún yacimiento cercano hay calles con estas características». Además añade que es «una calle fantástica en un estado de conservación excelente y que nos anima a continuar con el estudio».

Además de las excavaciones, se está recogiendo cerámica y otros restos porque, una vez finalizada esta primera excavación que encara su última semana, «hay que hacer historia a través de esos restos materiales».

La vida en Carissa Aurelia
El máximo apogeo de Carissa Aurelia llega en época de César, en torno al año 50 a.C. y se estima que fuera hasta el 100 d.C. aproximadamente. «Hay mucha cerámica en superficie que remite a esa época. El hecho de que aparezca con tanta abundancia quiere decir que es la fase en la que más vitalidad tuvo este yacimiento. Y después, en contraposición, apenas encontramos restos cerámicos de fases posteriores. No hay nada de siglos II o siglo III. Eso nos da las pistas de cuáles fueron las fases de mayor apogeo», explica. Además, con el nombre de la ciudad también se pueden sacar conclusiones. «Aurelia era la madre de César y este nombre se debe, seguramente, a que Carissa se decantaría en las guerras civiles del bando cesariano y César, en contraprestación, le da un estatuto privilegiado. Es la ciudad que jerarquiza todo el territorio. La única ciudad importante de todo el entorno era Carissa. Y en torno a ella habría una serie de entidades poblacionales menores que en época romana no recibían el nombre de ciudad y que pagaban tributos aquí, y la gente que tenía que dirimir sus pleitos, quería orar o tomar unos baños, no sabemos si tendría baños, seguramente sí, vendría aquí», cuenta Diego Romero. Otra de las cosas que se creen es que posiblemente estuviera conectada con el mar a través del río Guadalete que desembocaba en el castillo de Doña Blanca en El Puerto.

La presencia de mármol en el yacimiento hace indicar la monumentalidad que se le dio a una ciudad que «sería visible en kilómetros a la redonda porque Roma utilizaba la arquitectura como mensaje de poder». «Los romanos encuentran un urbanismo prerromano. La arqueología tendrá que dilucidar cómo era, pero podemos decir que, seguramente, una vez que Carissa recibe ese estatuto privilegiado, que se convierte en municipio, los romanos monumentalizaron la ciudad para poner a la misma altura el aspecto de la ciudad, el urbanismo y el estatuto jurídico privilegiado y que se viera externamente», detalla.

Otra de las cuestiones llamativas es que se intuyen influjos de la cultura púnica en época romana. Ejemplo de esto son las monedas acuñadas y en las que aparece «un tipo monetal propio del mundo púnico». «En estas monedas aparece la cabeza de Hércules y también hay otro tipo monetal que son dos jinetes con una especie de escudo curvo que se llama rodela y los especialistas en numismática piensan que son jinetes númidas, del norte de África que vinieron a luchar en la segunda guerra púnica. Por tanto, utilizan ese tipo monetal en época avanzada bajo la órbita romana». Pero lo más conocido de este yacimiento son las necrópolis, que muestran que en época romana la gente se enterraba en hipogeo, es decir en huecos excavados en la tierra, y este es un tipo de necrópolis que se asocia al mundo púnico. Romero concluye que «eran romanos pero seguían conservando su cultura púnica. El sustrato cultural púnico nunca se perdió».

Seis años de proyecto
Estas son solo algunas de las cosas que se están aprendiendo de Carissa Aurelia, pero el proyecto de estudio arqueológico está previsto que dure al menos seis años. Además, las cuatro universidades participantes le han dado carácter pedagógico y son estudiantes los encargados de realizar las excavaciones bajo la supervisión de los profesores.

«Queremos enseñar a los alumnos a hacer arqueología y que sirva como práctica. Intentamos que todo sea pedagógico, explicarles por qué se hacen las cosas de determinada manera, vamos excavando de forma muy meticulosa. Una experiencia muy positiva y una oportunidad única en un yacimiento en el que todavía queda mucho por descubrir por lo desconocido.

Diego Romero tiene claro que «hacía falta el impulso de la investigación y esta es una oportunidad única. Este era un tren en el que había que subirse sí o sí». Y espera que en estos seis años «se pueda conocer con un alto grado de detalle cómo era la ciudad, su entorno y también la vida de los carissienses».

Proteger los restos
Una historia que comienza a construirse con la labor arqueológica: «no venimos buscando piezas de museo, que ojalá aparezcan, pero no es el objetivo primario. Queremos hacer historia. Los historiadores hacen historia con los manuscritos, con los textos, y nosotros con los archivos de la tierra. Ahora mismo es como si hurgáramos dentro de la tierra, cómo si abriéramos una pequeña ventanita por la que ver cómo vivían ellos».

Por eso, una vez que finalice la última semana de excavaciones y, antes de comenzar de nuevo las prospecciones, los hallazgos volverán a taparse con la finalidad de protegerlos y será el momento de investigación con los restos encontrados y de difusión de resultados por parte del equipo de arqueólogos de un proyecto que está generando mucho interés.

Los ayuntamientos de Bornos y Espera están interesados en su conservación y en que los vecinos de los municipios «se vinculen con Carissa, se vinculen con su patrimonio de forma que a través de la concienciación se entienda que esto es algo suyo y se puedan prevenir lacras como el expolio que aquí es continuo y eso que es un Bien de Interés Cultural y tiene la máxima protección que pueda existir en un yacimiento». Un expolio que se quiere evitar a toda costa para proteger un lugar que todavía tiene muchos secretos que desentrañar.