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4 de noviembre de 2024

Un puñal de Pintia para iluminar el tiempo de los celtas

El investigador Roberto Matesanz descifra la iconografía de un pomo vacceo hallado en Padilla de Duero, en 1986, descubriendo un calendario con el que releer otros objetos de la céltica europea
Dibujo e imagen de una parte del pomo hallado en PintiaCEVFW

Hay pasajes de la historia que tardan siglos en sacudirse el polvo del tiempo, y ni siquiera revelan sus secretos al ser recuperados para la memoria colectiva. Exhumados sus restos, depositados quizá en algún museo arqueológico, son contemplados cada día por cualquiera sin que nadie sea consciente de los arcanos que encierra. Eso podría decirse de uno de los hallazgos realizados en 1986 en la tumba número 32 de la necrópolis de Las Ruedas, en Padilla de Duero (Valladolid), en el conjunto arqueológico de Pintia. Allí se conservaba una urna cineraria junto a varios objetos que parecían pertenecer al ajuar de un guerrero vacceo: entre ellos, junto al broche de un tahalí, el pomo de un puñal de tipo Monte Bernorio del siglo III antes de Cristo, en plena Edad del Hierro.

A lo largo de estos años, diferentes especialistas interpretaron de forma variada las escenas, tanto la que incluye trece animales desfilando en el borde superior del pomo como la que adorna el reverso, simétrica en su composición, en la que se despliegan tres misteriosas figuras zoomórficas, cuatro animales identificados como suidos –jabalíes o verracos domésticos, como la docena que ocupa el canto– y sendas escenas de combate en los márgenes. Interpretaciones que dotaban a la pieza de una significación económica o productiva, o le asignaban una lectura que apelaba al coraje y la ferocidad propios de la sociedad vaccea. Hasta ahora.

Porque el investigador de la Universidad de Valladolid Roberto Matesanz Gascón ha conectado la rica y misteriosa ornamentación del reverso y el canto del pomo –los motivos geométricos se extienden por el anverso– con el calendario lunisolar celta de finales de la Edad de Hierro, que dividía el año en dos semestres, cuatro estaciones y doce meses –cada uno con dos quincenas separadas por el plenilunio– a los que había que sumar, de forma periódica, uno intercalar para sincronizar las fases –12 lunaciones suman 354 días, de ahí la necesidad de añadir días para sincronizar con el año solar–. Tanto días como meses y años se dividían, a su vez, en dos mitades, una nocturna u oscura y otra diurna o luminosa. Sus eras eran de 30 años.

Una organización del tiempo que se ha podido reconstruir, recuerda el experto, en base a antiguas referencias literarias como Julio César (Guerra de las Galias) y Plinio (Historia Natural), hallazgos como el calendario galorromano de Coligny (siglo II d.C.) y tardías tradiciones gaélicas que apuntan al 1 de noviembre como el inicio del calendario (Samain), comenzando la parte oscura del año, con festividades el 1 de febrero (Imbolc), 1 de mayo (Beltaine) y 1 de agosto (Lugnasad), las cuatro estaciones ya contempladas en los primeros siglos de nuestra era por los pueblos celtas de Irlanda.

«El pomo no solo es el documento iconográfico más importante que existe para comprender cómo concebían los pueblos célticos de toda Europa su ciclo anual durante la protohistoria, sino que, por eso mismo y porque es un objeto cuyo riquísimo programa figurativo se conserva prácticamente completo, es la piedra angular que nos permitirá analizar muchos otros objetos arqueológicos con una composición mucho más sencilla en su ornamentación. Sin las claves interpretativas que proporciona el equipo metálico de la tumba 32 jamás vislumbraríamos su posible significación calendárica», expone Matesanz Gascón, que traza conexiones con otros hallazgos como el llamado ‘Vaso de los Lobos’ de Rauda (Roa, Burgos) o el pectoral lusitano en forma de lúnula de Chao de Lamas.

El historiador, que ya ha defendido su trabajo en foros como la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid, de la mano de académicos como Germán Delibes y Eloísa Wattenberg, así como en publicaciones como el Anuario del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg o la prestigiosa Paleohispánica –dependiente de la Institución Fernando El Católico, adscrita al CSIC–, asegura que la investigación iniciada hace ya más de dos años «apenas acaba de comenzar», habida cuenta de «toda la luz que la iconografía del pomo pintiano vierte sobre otros hallazgos arqueológicos o sobre textos antiguos».

Cuál pudo ser la motivación de quien hizo labrar el hierro naviforme: en una sociedad eminentemente ágrafa como era la vaccea, plasmar los ciclos temporales de una forma visual era un «mecanismo de conservación y transmisión de dicho conocimiento». Quien controlaba el tiempo en aquellas sociedades controlaba aspectos fundamentales como las actividades productivas, desde la siembra a la recolección; también las festividades o la vida pública, desde la duración de las sanciones al tiempo en el que un individuo podía ostentar un cargo. Si en la antigua Roma esa misión recaía en los sacerdotes del Collegium Pontificum, era la clase sacerdotal druídica la que se ocupaba de ello entre los celtas, explica el historiador.

«La necesidad de medir el tiempo es un anhelo universal», apunta el arqueólogo Carlos Sanz Mínguez, profesor de la Universidad de Valladolid y fundador y director del Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg. «La interpretación calendárica es una hipótesis muy coherente y plausible. Existían calendarios vinculados a las élites y esta pieza contiene un conjunto interpretativo completo, con todos los segmentos temporales incluidos, cuando en otros casos es mucho más fragmentario», matiza el que es desde 1985 máximo responsable de las excavaciones en Pintia.

¿Cómo interpretar la iconografía del pomo? 
Según Matesanz Gascón, los suidos, animales de hábitos nocturnos, funcionarían como marcadores de las distintas subdivisiones temporales. Una figura simbólica asociada a la luna, referencia «básica de cómputo en los calendarios lunares y lunisolares».

Al fijar la mirada a uno y otro lado del reverso del pomo se aprecian sendos círculos reticulados junto a dos grandes jabalíes que representarían cada semestre del año: las figuras del lado derecho tienen un contorno doble y las del lado izquierdo, un contorno simple. «Las primeras denotan la parte inicial del año y las segundas, su parte final. Esta dicotomía que opone un mismo motivo trazado con un contorno simple o doble, asociada a conjuntos duodecimales en composiciones iconográficas más sencillas, también aparece sobre objetos prehistóricos de Europa central y de las islas británicas», subraya el historiador vallisoletano. Los combates, apunta, podrían representar tanto duelos celebrados en distintas festividades del calendario como episodios mitológicos en los que se enfrentasen las fuerzas de la luz y de la oscuridad.

En la embocadura del pomo, encarnando las estaciones celtas, otros cuatro suidos desfilan de derecha a izquierda, haciéndose sus cuerpos más abultados a medida que avanza la escena. Una evolución que invita a pensar en que es en el lado diestro donde está representado el comienzo del año.

Y en el canto, a cada lado de la escotadura central, avanzan ordenadas seis bestias, rematando la composición en el extremo izquierdo un decimotercer animal que Matesanz Gascón identifica como un mustélido que encara al resto de suidos, y que él interpreta como el citado mes intercalar. Asimismo, en la parte diestra, la que representa el lado oscuro del año, una figura muy diferente a la del resto de jabalíes o verracos ocupa el cuarto lugar, el correspondiente a la segunda estación del año céltico (Imbolc). Parece un tejón, señala el investigador, que recuerda la costumbre en regiones de Europa central ocupadas en la antigüedad por pueblos celtas de celebrar el 2 de febrero el Día del Tejón como despedida del invierno.

El investigador ilumina las sombras y establece conexiones para armar un relato en el que afloran nombres como el de Estrabón, que en su Geografía aludía a un ‘dios innominado’ celtíbero que era venerado de noche en los plenilunios. «En el ámbito celta, las dos quincenas del mes, que comenzaría con la luna nueva, parecen haber estado separadas por el plenilunio», advierte el estudioso, que dirige la atención al reverso del pomo, a su centro, a los dos conjuntos de 15 molduras que flanquean una figura zoomórfica. «Es la divinidad mencionada por el geógrafo e historiador griego, un icono que desde un punto de vista arqueológico aparece documentado entre esos pueblos peninsulares que él llamaba ‘los celtíberos y sus vecinos del norte’, entre turmogos, cántabros, astures o vacceos», asevera Matesanz Gascón.

Hoy, el «soberbio» pomo descansa como un tesoro más en una vitrina del Museo de Valladolid, sin reclamar gran atención para sí. «Es la mejor pieza de la época prerromana», sentencia un Sanz Mínguez preocupado por el posible deterioro de la reliquia pintiana: desde la restauración que hiciera Cristina Escudero a finales de los ochenta, el óxido ha hecho saltar del hierro la pequeña figura de un pájaro. «Sería conveniente exhibir una réplica y conservar el original en una atmósfera neutra, sin oxígeno, para evitar la corrosión», sugiere el director del Centro de Estudios Vacceos.

‘Un producto conservador del espíritu humano’
En la cabeza de Matesanz Gascón resuenan las palabras del arqueólogo Paul-Marie Duval (1912-1997), a quien cita para explicar el horizonte que se abre al descifrar la iconografía del pomo pintiano, por las conexiones que permite con otros tesoros del pasado: ‘Entre los productos del espíritu humano, no hay nada más conservador que el calendario’. Conexiones cercanas, como con el ‘Vaso de los Lobos’ de Rauda –a unos 20 kilómetros en línea recta de Padilla–, o más lejanas, con broches de tipo Miraveche, monedas britanas o estandartes galos cuya iconografía incluye la presencia de jabalíes o de series duodecimales.

15 de julio de 2024

Los arqueólogos vuelven al Chao Samartín en busca de la romanización en Asturias

Las excavaciones en el yacimiento de Grandas de Salime se reanudan, tras nueve años sin actividad, con Juan Muñiz y Diego Piay al frente
El Chao Samartín, en Grandas de Salime, en una imagen de archivo. / MIKI LÓPEZ

El arqueólogo Juan Ramón Muñiz y el profesor universitario de Historia Antigua Diego Piay lideran el equipo multidisciplinar que la semana pasada reanudó las excavaciones en el Chao Samartín, en Grandas de Salime, tras nueve años sin actividad arqueológica. El nuevo proyecto espera extenderse a lo largo de tres veranos: el actual, hasta el 31 de julio, y los de los próximos dos años. El objetivo de partida es profundizar en la investigación de los restos constructivos en torno a la domus romana y establecer su relación cronológica con las cabañas circulares cercanas. De lo que se trata, según explica Juan Ramón Muñiz, es de determinar si "hubo un periodo de romanización en Asturias más notable y más profundo de lo que se pensaba", como él mismo y otros investigadores sostienen.

El asentamiento del Chao Samartín tiene, por ahora, dos etapas históricas bien definidas. La primera prerromana, con una muralla que delimita el recinto, y otra romana, con la domus como elemento central. La fundación del poblado se remontaría a finales de la Edad del Bronce, hacia el año 800 antes de Cristo; la primera trama de construcciones de uso doméstico y las fortificaciones de los fosos y la muralla serían de la Edad del Hierro, hacia el siglo IV antes de Cristo; a principios del siglo I después de Cristo ya se detecta presencia romana en el Chao. "Algunas cabañas parecen haber sido construidas en los años posteriores al abandono de la domus, en los siglos II y III después de Cristo", apunta Muñiz.

"La parte que se ve del Chao es de época romana, el castro de la Edad de Hierro está muy romanizado; el Chao Samartín es el ejemplo de urbanismo romano más antiguo del noroeste peninsular", afirma el director de la campaña arqueológica, que espera averiguar a lo largo de esta si los pobladores del asentamiento, una vez abandonada la domus, siguieron viviendo al modo romano o volvieron a formas "más caóticas" de urbanización.

La campaña arqueológica arrancó la semana pasada, con tareas de documentación, trabajos de prospección geofísica y labores de topografiado. Juan Ramón Muñiz y Diego Piay cuentan con un equipo formado por técnicos especialistas en Geología, Topografía, Arqueología y Restauración, además de estudiantes de la Universidad de Oviedo. En el caso de encontrar restos de interés, explica Muñiz, serán escaneados antes de su sellado.

De lo que se trata es de continuar las investigaciones arqueológicas y completar los estudios interrumpidos en el año 2015, implementando una metodología que permita ir avanzando en el conocimiento del asentamiento. "Empezamos limpiando y ‘redocumentando’ lo ya excavado y ampliando las excavaciones a zonas inéditas, cubiertas de piedras y prau", refiere Muñiz.

Más adelante, en próximos veranos, se redactará una propuesta de consolidación y de incorporación de las nuevas estructuras del Chao excavadas por completo al discurso expositivo y al área visitable.

Lo que se excave este verano se tapará y se dejará preparado para volver a trabajar en ello el año que viene. Este año se redactará el proyecto de restauración, para ejecutarlo el año que viene.

Los trabajos arqueológicos en el castro de Chao Samartín están financiados por el Ayuntamiento de Grandas de Salime, más una subvención de la Consejería de Cultura. En este primer verano el presupuesto disponible es de algo más de 35.000 euros.

7 de mayo de 2014

Unas obras en Lugo sacan a la luz restos de la basílica del foro romano

Las obras para ampliar la casa consistorial de Lugo han dejado al descubierto los restos de la antigua basílica del foro romano de la ciudad que, según el propio Ayuntamiento, serán musealizados 'in situ'. Su longitud, de unos diez metros, coincide con la del solar, y su anchura ronda los 1,30 metros.
Covadonga Carreño y Javier Chao ante los restos encontrados del S. I a.C. que  pertenecerían al muro de la fachada oeste de la basílica del foro. Foto: XESÚS PONTE 
Los restos romanos hallados en el solar contiguo a la actual casa consistorial, en la parte trasera del edificio, fueron mostrados este lunes a los medios de comunicación por la arqueóloga municipal, Covadonga Carreño, y el responsable de la excavación, Javier Chao. Según las primeras estimaciones, los restos pertenecen al siglo I d.C.

"Por trabajos anteriores que ya se habían hecho en la plaza y por la planimetría del Lugo romano, nos coincide con un tramo de la basílica del foro" de la ciudad, precisó Javier Chao, quien aclaró que los restos encontrados pertenecen al muro "de la fachada oeste".


Según el arqueólogo, "en el resto del solar lo único que aparece es la preparación del terreno para la construcción de esa basílica".

También fue hallado, en este caso por debajo de la actual casa consistorial de Lugo (de 1738, según consta en la fachada), una parte del "muro norte", pero los arqueólogos sólo lo pudieron "documentar parcialmente".

"El muro actual del edificio" de la casa consistorial de Lugo "está apoyado sobre la cimentación romana", precisó Javier Chao.

(Fuente: El Progreso)

9 de diciembre de 2013

Documentan los primeros lagares rupestres aparecidos en la Ribeira Sacra

Dos de ellos se ubican en antiguas zonas de viñedo en bancales del municipio ourensano de Trives. El tercero se encuentra situado en Quiroga, puerta de entrada del Sil en la provincia de Lugo. Se trata de excavaciones realizadas en la roca, provistas en uno de sus extremos de una cavidad que facilitaría la salida del liquido por gravedad tras la labor de prensado. Con estas construcciones se buscaba presumiblemente elaborar bebidas a partir de la extracción del zumo de la uva o, en última instancia, de la manzana.
Vista de la parte inferior del lagar rupestre de Peñalonga en la Ribera del Bibei (Trives) donde se recogía el líquido tras el prensado. Foto: Iván Álvarez.
Los lagares rupestres localizados en diversos puntos del sur de las provincias de Ourense y Pontevedra hace ahora dos años no son las únicas construcciones de estas características existentes en Galicia. A raíz de esa primera investigación, fruto de la inquietud del sumiller Luis Paadín, el arqueólogo monfortino Iván Álvarez Merayo realizó en los últimos meses tres hallazgos similares en la Ribeira Sacra. Dos de ellos se ubican en antiguas zonas de viñedo en bancales del municipio ourensano de Trives. El tercero se encuentra situado en Quiroga, puerta de entrada del Sil en la provincia de Lugo. Hasta ahora se pensaba que podía formar parte de alguna antigua explotación minera.

CERCA DE UN CASTRO
Los lagares rupestres descubiertos en la Ribeira Sacra ourensana se encuentran en Penalonga y Chao do Couso, parajes próximos entre sí y situados en las cercanías de un castro. Su tipología es muy similar a las construcciones de mayor tamaño que localizó el coruñés Luis Paadín, en colaboración con asociaciones culturales y particulares que conocían o habían oído hablar de su ubicación, en otros puntos de Galicia. Iván Álvarez, autor de la catalogación de bienes patrimoniales para el plan general de ordenación municipal de Trives, también recurrió a los lugareños para dar con los lagares. Se trata, en ambos casos, de excavaciones realizadas en la roca, provistas en uno de sus extremos de una cavidad que facilitaría la salida del liquido por gravedad tras la labor de prensado.

El lagar de Penalonga sobresale por las dimensiones y por la mayor profundidad de la excavación de su cuerpo principal, de forma rectangular. En este caso, por debajo del orificio de salida de la parte destinada al prensado aparece un segundo nivel al que pasaría el líquido por decantación. En los laterales de la pila se aprecian hendiduras simétricas que se cree sujetaban las vigas de los mecanismos empleados para el prensado. En Chao do Couso, por el contrario, la extracción parece haber sido más rudimentaria, mediante la aplicación de piedras sobre el fruto.


Con estas construcciones se buscaba presumiblemente elaborar bebidas a partir de la extracción del zumo de la uva o, en última instancia, de la manzana. Los tres lagares localizados en la Ribeira Sacra carecen del resalte en la parte central que, según los expertos, caracteriza a las prensas olearias, destinadas a la elaboración de aceite, de las que se conservan vestigios en zonas de Extremadura.

Las dos construcciones localizadas en Trives responden a una tipología muy frecuente y estudiada en zonas del norte de Portugal. En la línea de los investigadores de ese país, Paadín sostiene que la ubicación de los lagares que aparecieron en el sur de Galicia hace pensar en su vinculación al viñedo. «Se encuentran en altitudes medias consideradas óptimas para el cultivo de la vid, en laderas con buenas orientaciones, lo que hace pensar que estarían rodeados de viñas», opina el sumiller coruñés, cuya investigación surgió a raíz de una alusión del Tratado de Viticultura General de Luis Hidalgo a un lagar existente en Verín.

Álvarez, por su parte, abunda en esta interpretación. «Se son medievais, pode dicirse ao noventa por cento que eran para viño. Foi a época da expansión do viñedo na Ribeira Sacra e se alguén se tomou a molestia de facelos é porque había unha necesidade produtiva. Están ademais en zonas de viñedo onde este cultivo vén de moi lonxe», apunta el arqueólogo.


Esta hipótesis ofrece pocas dudas, más allá de la datación de los hallazgos, en las construcciones localizadas en Trives, en la ribera del Bibei.

POZOS COMUNICADOS
En el caso de la Cova de Ricopete, situada en Paradaseca, municipio de Quiroga, Iván Álvarez conocía desde hace tiempo su existencia, pero siempre pensó que podía formar parte de una antigua ferrería. «Xa lle escoitara a meu pai [el también arqueólogo Antonio Álvarez] que podía tratarse dun lagar. Foi despois de saber que apareceran noutros puntos de Galicia cando reparei en que era un deles».

La construcción consta de dos pozos excavados en la piedra a distinto nivel. El más próximo a la roca tiene planta rectangular, de un metro por metro y medio, y casi medio metro de fondo. A través de un orificio, se comunica con un segundo depósito. «A día de hoxe estou convencido de que era un lagar de viño ou de mazá», dice Iván Álvarez.

Los hallazgos responden a una tipología habitual en otras zonas de tradición vitícola.

(Fuente: La Voz de Galicia / Luís Díaz / Fotos: Iván Álvarez)

6 de mayo de 2013

Los arqueólogos retoman la actividad en el Chao Samartín (Asturias) tras cuatro años de parón

La actividad regresa este verano al Chao Samartín (Grandas de Salime), uno de los yacimientos castreños del noroeste peninsular de mayor riqueza patrimonial y de más larga ocupación en el tiempo. El objetivo es detener el proceso de degradación de las estructuras, e iniciar la consolidación de las ruinas, lo que se llevará la mayor parte del presupuesto de 60.000 euros destinados al castro.
Imagen de archivo de las excavaciones en la "domus" romana
del Chao de Samartín. Foto: La Nueva España.
La Consejería de Cultura quiere desarrollar un ambicioso plan de actuaciones que se iniciará con la consolidación y conservación del yacimiento, atendiendo especialmente a las estructuras de la casa romana («domus»), cuya excavación fue interrumpida hace cuatro años «por razones no científicas», y que en la actualidad muestra el deterioro de tres años de abandono expuesta a las inclemencias meteorológicas.

Adolfo Rodríguez Asensio, director General de Patrimonio, es partidario de «pasar página» y olvidar desagradables episodios que «frenaron el desarrollo de un yacimiento de proyección social y científica indiscutible». «En este momento», sostiene, «lo importante es mirar al futuro y apostar por el potencial cultural que el Chao Samartín contiene». Por eso han optado por iniciar este mismo verano los trabajos, con el objetivo de detener el proceso de degradación de las estructuras, e iniciar la consolidación de las ruinas, lo que se llevará la mayor parte del presupuesto de 60.000 euros destinados al castro.

 "Sala externa" del Museo Arqueológico de Asturias
El dinero restante se invertirá en otra de las actuaciones que quedaron pendientes cuando el Ayuntamiento impidió a los arqueólogos el acceso a la instalación museística del castro donde se estaban reuniendo los materiales dispersos en varios almacenes. Ahora la idea de Rodríguez Asensio es retomar esa actividad como primer paso para convertir el museo del Chao en una sala externa del Museo Arqueológico de Asturias.

El novedoso plan busca potenciar al máximo las instalaciones, dándoles rango de museo y pasando a formar parte y depender a todos los efectos, y a pesar de la distancia que los separa, del Museo Arqueológico. Así lo confirma Asensio, que comenta que esta apuesta incluye realizar «un planteamiento museográfico moderno y comprometerse con una instalación lo suficientemente importante como para no dejarla navegar sola».
El desarrollo del plan incluye la firma de un convenio, que ya se está preparando, con el Ayuntamiento de Grandas, propietario del edificio que ocupan en la actualidad los materiales arqueológicos de titularidad regional.

Aportes de otros yacimientos
La aspiración de tomar las riendas del equipamiento museístico del castro no tiene otra intención que «sacar partido a los contenidos de alto valor patrimonial que alberga», comenta Asensio, convirtiéndolo en «un centro atractivo para el visitante, pero también, sobre todo, útil para los investigadores», no en vano uno de los motivos de su creación fue que sirviera de lugar de trabajo, custodia y conservación de la colección arqueológica del castro, enriquecida con los aportes de los otros yacimientos de la cuenca del Navia-Eo: Taramundi, Pendia, Monte Castrelo de Pelou y Coaña, entre otros.

Sin duda, la estrella de la zona es el Chao Samartín, un asentamiento habitado ininterrumpidamente desde la Edad del Bronce que tuvo su momento de mayor relevancia durante la ocupación romana en el primer siglo de nuestra era. Fue a partir de la segunda mitad del siglo I una villa vigorosa que ejerció como capital administrativa bajo el dominio del Ejército romano en una comarca directamente implicada en la explotación de yacimientos auríferos.

Ocho siglos de Historia encerrados en el Chao
El Chao encierra al menos ocho siglos de historia del suroccidente asturiano, una herencia patrimonial a la que la Consejería de Cultura ve posible sacar rentabilidad en el plano social, científico y docente. La vinculación a la docencia es otro de los propósitos a más largo plazo del director de Patrimonio.

Asensio quiere implicar a la Universidad de Oviedo para desarrollar en la zona «el embrión de una auténtica escuela de arqueología a la que los estudiantes de Prehistoria podrían acudir a realizar las prácticas que exigen los estudios de Prehistoria acogidos al "plan Bolonia"». Es una idea ambiciosa pero no descabellada, porque en España ya funciona ligada a importantes yacimientos arqueológicos. Mientras llega ese momento, se piensa en favorecer el desarrollo de tesis y tesinas, así como la realización de cursos y otras actividades docentes.
Para proceder a la aplicación del paquete de medidas al que aspiran desde Cultura también cuentan con formalizar un marco jurídico que permita una gestión razonable del conjunto.

"Sello Cultural de Europa" por la UNESCO
El director de Patrimonio sostiene que merece la pena apostar por el castro, porque cuenta con innumerables posibilidades que se deben desarrollar de cara al futuro y en beneficio del territorio en le que se enclava. A todo ello añade la intención de retomar una aspiración de Ángel Villa, el arqueólogo que dirigió en los últimos años las excavaciones, para conseguir a través de la UNESCO el «Sello cultural de Europa», que se concede a lugares destacados, así como la categoría de «Itinerario cultural europeo» para los castros del noroeste peninsular.

Todo ello contribuirá a potenciar la zona y a dar a conocer un patrimonio de primer orden. De momento, lo primero es desatascar un proyecto científico interrumpido hace cinco años, garantizar la preservación de las estructuras del yacimiento y reunir los materiales dispersos aunque, en su mayor parte, inventariados.

(Fuente: La Nueva España / M.S. Marqués)