google.com, pub-4869754641634191, DIRECT, f08c47fec0942fa0 La Bitácora de Jenri: Santa Elena
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13 de junio de 2014

Abandono, expolios y vandalismo arruinan el Patrimonio de la Humanidad en Jaén

La exposición a las inclemencias meteorológicas desde hace 8.000 años no es la única causa del deterioro que sufren las pinturas rupestres en cuevas, farallones y abrigos rocosos repartidos por la provincia de Jaén y que forman parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1998. Todos los días, y cuando menos los fines de semana, se tienen que enfrentar al expolio, los destrozos y actos vandálicos en general de la mano de personas desaprensivas ante la indiferencia de las administraciones públicas y la falta de protección.
El "hombre golondrina" en la cueva de Los Escolares de Santa Elena, antes y después del atentado vandálico sufrido a principios de esta primavera. Foto: TELECINCO.
Al atentado vandálico contra la Cueva de los Escolares en Santa Elena, que ha costado la desaparición del conocido como "hombre golondrina" , a golpe de cincel y martillo a principios de primavera, hay que sumar los permanentes ataques que padecen los 151 yacimientos divididos en 384 conjuntos con pinturas rupestres catalogados por el Instituto de Estudios Gienenses en la provincia, entre ellos los 42 yacimientos de Jaén integrados en la red de "Arte Rupestre del Arco Mediterráneo" que la Unesco declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1998 y que tampoco se libran de la acción de los desaprensivos. La Cueva de los Escolares de Santa Elena es una de ellas, para "el hombre golondrina" ha bastado la acción de un energúmeno para acabar con sus existencia de 4.000 años.

ACTOS VANDÁLICOS
Las inclemencias meteorológicas no son la única causa del deterioro que sufren las pinturas rupestres, en cuevas y abrigos rocosos repartidos por toda la provincia. Los abrigos y cavidades de Otíñar por ejemplo, en el mismo término municipal de la capital gienense, aparecen con pintadas de graffity, desconchones en la piedra e incluso disparos de escopeta.
Destrucción de las pinturas rupestres en Otiñar (Jaén).
Foto: JUAN FRANCISCO GARCÍA 

Cuando en 1998 la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad las pinturas rupestres del Arco Mediterráneo incluyó 25 enclaves de esta parte de Sierra Morena, por 42 en toda la provincia de Jaén (el resto están una en Pontones, ocho en Quesada, dos en Santiago de la Espada, dos en Segura de la Sierra y cuatro en Santisteban del Puerto). 

Sin embargo, investigaciones posteriores han hecho que se incluyan en la lista otros siete conjuntos de Sierra Morena y 16 de Quesada y Segura. Todas ellas además tienen la consideración y la protección -sobre el papel- de Bien de Interés Cultural. En este grupo también habría que incluir las más recientes descubiertas en el término de La Carolina, una treintena de figuras y trazos de color rojo que han permanecido ocultos por una densa vegetación en un crestón situado en la ladera occidental del Cerro de la Artesilla.
Distribución del "Arte Rupestre del Arco Mediterráneo" Patrimonio
Mundial de la UNESCO desde 1998.

ARTE RUPESTRE DEL ARCO MEDITERRÁNEO
El denominado Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica abarca enclaves de las comunidades autónomas de Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Cataluña, Comunidad Valenciana y Murcia. Alberga muestras fundamentales de la expresión artística del Paleolítico Superior a lo largo de más de 727 localizaciones. 

Se trata de un conjunto de yacimientos de arte rupestre en la mitad oriental de España, que destaca por el elevado número de lugares que presentan la mayor concentración de Europa de este tipo de arte. 

Son distintos tipos de grafismos e imágenes que se descubren en cuevas que sirvieron de refugio a los pobladores de esa época. Los estudios actuales permiten una clasificación de todas estas pinturas que van desde dibujos muy simples de trazos geométricos hasta la representación de figuras humanas y animales e, incluso, escenas completas de caza.

SIERRA MORENA Y SIERRA DE CAZORLA, SEGURA Y LAS VILLAS
Además de las de Santa Elena y La Carolina, sobresalen las manifestaciones pictóricas de Aldeaquemada que cuenta con 18 yacimientos, lo que la convierte en el principal núcleo de arte rupestre de Sierra Morena oriental.  En este municipio existen grupos de pinturas rupestres, de estilo esquemático y levantino, repartidos por farallones y abrigos rocosos. Los más representativos son: Tabla de Pochico, Poyos de la Cimbarra, Cimbarrillo del Prado de Reches, Cueva de la Mina, Garganta de la Hoz, Prado del Azogue y Cueva de los Arcos, entre otros. el de la Tabla de Pochico ha obtenido además el distintivo de Itinerario Cultural del Consejo de Europa. 
Brochazos de pintura sobre el arte rupestre en el abrigo de los Herreros,
en Otíñar (Jaén). Foto: JUAN FRANCISCO GARCÍA.

Otras zonas de la provincia que albergan una gran concentración de pinturas rupestres son las estribaciones de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas, concretamente el municipio de Quesada. En esta zona destacan la Cueva del Reloj, la Cueva del Encajero o el Abrigo del Cerro Vítar. En Sierra Mágina Pinturas rupestres del Abrigo de Peña Grajera (Mancha Real) y La Graja (Jimena),

También en el entorno de la capital gienense y en la Sierra Sur de la provincia encontramos zonas como El Canjorro,  el valle del Quiebrajano, cerros de La Mella y Fuente de la Peña, además de los abrigos y cuevas de Otíñar, que también conforman  otra área de gran riqueza rupestre.

Todo está por hacer

Todos estos enclaves rupestres en la provincia de Jaén se encuentran en municipios serranos con altos índices de desempleo, muy necesitados de inversión y de recibir por parte de las administraciones un espaldarazo a su enorme potencial turístico. ¿Dónde están los centros de interpretación, los paneles, las rutas y las visitas guiadas? No hay nada salvo la mejor disposición de algunos alcaldes para enseñar esta riqueza, con la ayuda de algunos técnicos muy sensibilizados y unos pocos guías que muestran las cuevas, abrigos y farallones. Salvo honrosas excepciones (como por ejemplo Las Tablas del Pochico en Aldeaquemada y El Engarbo en Santiago de a Espada que guardan su entrada con rejas) la mayor parte de ellos están desprotegidos.

La Constitución Española (Art. 46), insta a los poderes públicos a garantizar su protección, conservación y transmisión a las generaciones futuras. Pero estas expresiones milenarias se encuentran en vías de desaparición, sobre todo a causa de la acción del hombre.

4 de diciembre de 2012

Un desprendimiento destruye el eremitorio visigodo de Giribaile, en Vilches (Jaén)

Desaparece gran parte de uno de los cuatro complejos del importante eremitorio de este singular enclave arqueológico.
Giribaile, el extraordinario enclave arqueológico ubicado en término de Vilches, que conserva importantes restos ibéricos, romanos, visigodos y árabes, acaba de sufrir otra adversidad irreparable. El desplome de una inmensa masa rocosa ha aplastado buena parte de su eremitorio visigótico, concretamente el oratorio que ocupaba el tercero de los 4 complejos rupestres del antiguo refugio de eremitas ubicados en el farallón de la vertiente sur de la meseta de Giribaile.
Varias personas contemplan el desprendimiento del oratorio
visigodo de Giribaile.
Foto: J.A. García Márquez
El enorme bloque pétreo, cifrado en varios centenares de toneladas, aplastó también algunas viviendas. No hubo que lamentar desgracias personales porque nadie transitaba por el lugar y porque el conjunto de viviendas bajo el farallón rocoso de la meseta que mira al valle del Guadalimar están deshabitadas.

Al parecer el desplome en el conjunto de cuevas conocido como espeluca, ha sido causado por las fisuras que la lluvia, el calor y el paso del tiempo ocasionan en las enormes moles de rocas sedimentarias. Aunque es la versión más extendida, los expertos que en la mañana de ayer domingo se dejaban ver en la zona no descartaban la posibilidad de que las captaciones de agua subterráneas influyan en el desequilibrio geológico que se viene produciendo en la meseta en los últimos 4 años.

Ya en la primavera de 2008 se registró el desprendimiento de otra enorme masa de piedra a la altura del mismo complejo rupestre. «La naturaleza de la roca que sirve de soporte a estas cuevas y los propios procesos físicos a los que está sometida, convierten este entorno en un lugar muy inestable en el que es frecuente la caída de grandes bloques de piedras que se desgajan del frente externo del farallón, dificultando la lectura correcta de los espacios interiores», expresa el arqueólogo Luis María Gutiérrez Soler, autor de la 'Guía arqueológica de Giribaile'.
El profesor Juan Peña en una visita al eremitorio de Giribaile
 a principios de año con periodistas especializados
Foto: SEMER Turismo

Hace más de dos siglos la zona sufrió también graves alteraciones que le fueron atribuidas al terremoto de Lisboa de 1755. En aquella ocasión los daños se llevaron buena parte de estas cuevas, templos naturales del siglo IV, manifestación primitiva de la vida monástica en el mundo cristiano. 

Con una extensión de casi 16 hectáreas, Giribaile se considera clave para el estudio histórico de la evolución del territorio y de las bases sociales de las comunidades iberas. De estratégica ubicación entre los cauces del Guadalimar y el Guadalén, el conjunto mantiene estrecha relación con el centro neurálgico de Cástulo, los santuarios de Castellar y el Collado de los Jardines en Santa Elena.

Necesidad de un estudio geológico
En los próximos días está previsto que al lugar se personen geólogos, historiadores y arqueólogos para estudiar la posibilidad de nuevos desprendimientos. Todos coinciden en la necesidad de hacer un estudio geológico de esta inmensa zona arqueológica que contiene un gran poblado ibérico (oppidum), los restos de una monumental fortaleza medieval que vigiló la frontera tras la conquista cristiana de los pasos de Sierra Morena en 1212 y este interesante conjunto de cuevas del primer milenio de nuestra era, ahora parcialmente destruido. Estas covachas, conectadas entre sí por estrechos laberintos, constituyen un legado de nivel nacional.

La paulatina destrucción del conjunto arqueológico supone una pérdida patrimonial de capital importancia.

16 de julio de 2012

"La madre" de todas las batallas (1212-2012)

Hoy se conmemora el VIII Centenario de la Batalla de las Navas de Tolosa
La «Batalla», como fue conocida durante todo el siglo XIII y el resto de la Edad Media, estalló en Las Navas de Tolosa, muy cerca de la población jienense de Santa Elena. Fue el 16 de julio de 1212. Lunes, por más señas. Hoy hace de ello 800 años. El noble najerino Diego López de Haro, mano derecha de Alfonso VIII, lideró la memorable victoria del ejército cristiano en su calidad de alférez real, secundado también por centenares de riojanos. Casi 200.000 guerreros –120.000 musulmanes– combatieron a sangre y fuego en un hito de la Historia de España en el que se amalgaman la investigación científica y la leyenda.
La Batalla de las Navas de Tolosa, óleo de Van Halen (1814-1887) expuesto en el Palacio del Senado (Madrid).
A la llamada a rebato de castellano Alfonso VIII acudieron guerreros de toda Europa para frenar la ofensiva musulmana. Y no sólo llegaron a la Península huestes del otro lado de los Pirineos, sino que también los sempiternos enemigos de Castilla, los reinos de Aragón y de Navarra, se vieron en la obligación de comprometerse en la cruzada ibérica, por parar la "guerra santa" que había proclamado el califa almohade y que había jurado "dar de beber a sus caballos en las fuentes de la ciudad de Roma".

De esta manera, en los albores del verano de 1212 las huestes cristianas quedaron agrupadas en Toledo. El formidable ejército estaba compuesto por las tropas del aragonés Pedro II, las del navarro Sancho El Fuerte, las castellanas de Alfonso VIII, las enviadas por Alfonso II de Portugal –si bien el monarca luso excusó su presencia– y las de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, San Lázaro, Temple y San Juan (Malta). Al grueso se unió un nutrido grupo de caballeros leoneses, aunque su rey, Alfonso IX, rechazara finalmente la alianza, así como un gran número de cruzados provenientes de otros estados europeos, llamados ultramontanos.

El Miramamolín Al-Nasir
Las fuerzas musulmanas, por su parte, mantenían una posición de dominio en la Península tras la dolorosa derrota cristiana en la batalla de Alarcos (1195) y estaban compuestas por voluntarios de los territorios de Al-Andalus (Andalucía) y por soldados bereberes del norte de África.

Liderado por Mohameh al-Nasir, Miramamolín para los cristianos, el ejército árabe jugaba su particular partida de ajedrez retardando el combate a campo abierto, primero a fin de debilitar la unión de las tropas cristianas y, segunda, minar sus fuerzas por la escasez de suministros. Su objetivo no era otro que el de expulsar por siempre jamás a los cristianos de la tierra en la que siempre había vivido.

Bien pertrechadas en el desfiladero de la Losa, en Sierra Morena, las huestes del Miramamolín defendían un paso tan angosto que un único regimiento sería capaz de derrotar a cualquier ejército –por numeroso que éste fuera– que se atreviese a cruzarlo.

Así las cosas, a los cristianos tan sólo les quedaban dos alternativas: o avanzar a través del desfiladero, a costa de sufrir graves pérdidas humanas y –posiblemente– la derrota, o buscar otra ruta menos custodiada. Aún a sabiendas de lo temerario de la empresa, se decantó Alfonso VIII por la primera opción, aconsejado por Diego López de Haro.

Pero… horas antes de la refriega sucedió el milagro. Cuenta la tradición que un humilde pastor, de nombre Martín Alaja, se presentó ante el rey castellano señalándole un camino alternativo sin vigilancia almohade. Confiando en el cabrero –en el que la creencia cristiana quiso ver la mano de San Isidro Labrador–, Alfonso VIII ordenó a López de Haro para que, junto a un grupo de leales, comprobara el atajo, lo que el caballero najerino cumplió.

Don Diego inicia el ataque
Convencido Mohameh al-Nasir de que no podía dilatar más la espera, la batalla tuvo lugar finalmente cerca de Despeñaperros –término conocido como Muradiel–, donde se enfrentaron más de cien mil árabes y setenta mil cristianos como mínimo.

Y fue el riojano don Diego quien desencadenó las hostilidades en Las Navas de Tolosa hasta conseguir doblar las dos primeras líneas del ejército musulmán, pese a que la diferencia de efectivos era abismal. López de Haro comandó la vanguardia del ejército castellano junto con su hijo Lope –que sería el sexto señor de Vizcaya entre los años 1214 y 1236– y a sus sobrinos Sancho Fernández y Martín Muñoz.

El escudo, con cadenas
Al frente de una mesnada compuesta por medio centenar de caballeros don Diego quebró, junto a Sancho VII de Navarra, el palenque guarnecido por los esclavos encadenados que protegían al califa Al-Nasir y que, a la postre, decidió el resultado de la batalla. La avanzadilla navarra fuera la primera en romper las cadenas que protegían al Miramamolín y en atravesar la empalizada, lo que justificaría la posterior inclusión de estas cadenas en el escudo del reino. Sin embargo, Sancho VII nunca cambió de escudo tras la batalla, y eso que gobernó hasta el año 1234.

Con la huida de Al-Nasir a Jaén, la desbandada árabe fue total. Alfonso VIII encargó entonces a López de Haro el reparto del botín de guerra, lo que hizo generosamente con todos, no reservándose nada para sí mismo. Al preguntarle admirado el monarca por generosidad, respondió don Diego: «No quiero más, Señor, sino que al monasterio de Santa María la Real de Nájera se le devuelvan la villa y honor del puerto de Santoña, que los antepasados de Vuestra Alteza antiguamente le donaron». De tan valioso botín, todavía se conserva el pendón de Las Navas de Tolosa –el mejor tapiz almohade de los que existen en España– en el monasterio burgalés de Las Huelgas. ‘Donus Didacus Lópiz de Faro’