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16 de enero de 2023

Sale a la luz la masacre romana de una ciudad navarra

Hallan once cuerpos con señales de violencia, entre ellos dos niños pequeños, en un cruce de calles de la población berona del s. I a. C. que estaba junto a lo que hoy es Viana.
Parte del equipo de arqueólogos junto a la excavación de La Custodia. Al fondo, Viana. URKO SARASOLA
 
La Custodia, una ciudad berona situada muy cerca lo que hoy es Viana y que alcanzó una importancia notable en los siglos II y I antes de Cristo, demuestran que la población fue destruida a sangre y fuego por las tropas del romano Sertorio. El equipo que dirige Javier Armendáriz Martija, profesor de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la UPNA y de la UNED-Pamplona, ha descubierto en el cruce de dos calles de la antigua ciudad los restos de once cuerpos, dos de ellos niños, con signos evidentes de haber sido atacados con hondas, lanzas y espadas. Nunca se habían encontrado tantos cuerpos en un yacimiento de esta época en lo que era Hispania. El hallazgo, que Armendáriz desveló en una reciente conferencia en Viana, corrobora la historia que ya sugerían los descubrimientos de anteriores campañas (tres cuerpos también con signos de violencia y la munición de un hondero romano): que la ciudad fue destruida por completo por los soldados de Sertorio, hasta el punto de que los supervivientes, si los hubo, ni siquiera regresaron para recoger y enterrar a sus muertos. La Custodia desapareció con ese ataque ocurrido en torno al año 76 antes de Cristo, ya conocido por los textos de Tito Livio, y su legado se trasladó unos kilómetros al sur, donde se fundó la ciudad de Vareia en el lugar donde hoy se encuentra un barrio de Logroño, el de Varea.

Toda una ciudad arrasada
En La Custodia apenas se ha excavado un 0,2% de las 14 hectáreas que ocupaba la vieja ciudad. Una primera cata, realizada en 2018 junto a la carretera nacional, descubrió un cruce de calles donde yacían cuatro cuerpos. En uno de ellos se podía apreciar huellas de un espadazo a la altura de una oreja. En otro quedaron las huellas de un ataque brutal: el berón, de unos 20 años, trató de protegerse con un brazo , pero no pudo evitar que le mataran de varios espadazos en el cráneo y otro en el cuello. Otra de las catas, excavada en 2020, deparó un hallazgo sorprendente de carácter bélico: toda la munición de un hondero romano, casi 60 balas de plomo. Aquel soldado de Sertorio debió verse en una circunstancia difícil, que le obligó a deshacerse de la bolsa donde llevaba aquellas balas, que pesan unos tres kilos. Tampoco regresó a por ellas. Mala señal.

La última cata en la Custodia se realizó en 2021 y 2022. Financiada por el Ayuntamiento de Viana y el departamento de Cultura del Gobierno de Navarra, en ella participaron arqueólogos profesionales y estudiantes de Historia de la UPNA y de la UNED, además de voluntarios vecinos de Viana como Luis Arazuri, Diego Jiménez Duque, Antonio Arazuri y Juan Brualla. La excavación descubrió un cruce de calles y confirma la batalla calle por calle. “Hay un nivel de incendio que corrobora que todo el espacio urbano de La Custodia se arrasó. No hubo ocupación posterior ni siquiera recuperaron los cuerpos. Tuvo que ser una desbandada terrible si es que no mataron a todos. Pero entraron para saquear, para acabar con todo, llevarse los alimentos, quien sabe si las mujeres… “, señala Armendáriz.

En esas calles aparecieron once cuerpos, y las huellas de violencia aparecen por doquier. En el cruce, enfilando una de las calles aparecen el cuerpo de un adulto con signos de un corte y junto a él, restos, solo unos dientes, de un niño de unos dos años. Muy cerca, otro niño también de esa edad, al que le falta el cráneo, que se encontró a unos metros de distancia. Pudo ser decapitado. En la calle principal, en un lado, aparecieron esqueletos de otros cinco hombres adultos. A uno de ellos se le ve con claridad que se le amputó el brazo. Junto a estos cuerpos aparecieron una moneda de acuñación reciente, anillos, placas de cinturón y la vaina de un puñal. “El arma se lo llevarían, porque los puñales íberos y berones eran muy apreciados”, apunta Javier Armendáriz. Finalmente, a unos metros en la calle principal se desenterraron otros tres cuerpos, también adultos. Junto a uno de ellos aparece restos de una lanza, quizá un pilum romano. Junto a otro, la punta de una lanza. También apareció una marmita, y dos fíbulas (broches metálicos para unir partes de la vestimenta). “Estos pueblos tampoco se andaban con chiquitas. Eran sociedades guerreras, hacían exhibición de su armas y combatían uniformados”.

Todos los cuerpos, en general, estaban en mal estado. Con toda probabilidad, cayeron sobre ellos los restos de las casas incendiadas. Algunos carecen de extremidades enteras, un extremo que el arqueólogo atribuye a la acción de animales carroñeros, como buitres, después del incendio. “Se nota por ejemplo las costillas abiertas”. En todo caso, se han conservado lo suficiente para que abran las puertas de futuras investigaciones. “No hay demasiado testimonios de este periodo ni tampoco de la Edad del Hierro”.

Una guerra civil entre romanos que terminó para siempre con varias ciudades
El norte de la Península Ibérica era hogar, en el siglo I antes de Cristo, de tribus y pueblos como vascones, várdulos, jacetanos, celtíberos… Lejos de pensar en ellos como gentes primitivas, hay que tener en cuenta que fundaron poblaciones de relevancia, que funcionaban casi como ciudades estado, con monedas y autoridades propias, aunque estuviesen dentro de la órbita romana. En La Custodia se han encontrado monedas con la inscripción ‘Uarakos’, referida al nombre prerromano de la ciudad, Uara, y los restos de las calles demuestran una buena planificación,con elementos como los pasos elevados de acera a acera, que se han hallado en ruinas como Pompeya, muy posteriores. Comerciaban entre ellos y viajaban, lo que favorecía el intercambio cultural entre ellos. “Su calidad de vida era mejor que la de la Edad Media, por ejemplo”, dice Armendáriz.

En los territorios que hoy ocupa la Rioja y parte del oeste de Navarra vivían los berones, que fundaron ciudades como Libia (hoy Leiva) o Tritium (Tricio). Entre Viana y Logroño, en Monte Cantabria, crearon una ciudad en los siglos IV y III antes de Cristo, que después se consolidó a unos 5 kilómetros, en La Custodia, una ciudad de más de 14 hectáreas de superficie. “Fue una de las mayores del Valle del Ebro”

Aunque estaban ya insertos en el mundo romano, la posición de estas ciudades fue muy difícil en la guerras sertorianas, un conflicto civil que en Hispania enfrentó del 82 al 72 antes de Cristo a dos militares romanos, Quinto Sertorio y Pompeyo. Las ciudades prerromanas se aliaron con uno o con otro. La Custodia se puso del lado de Pompeyo, se convirtió en objetivo de Sertorio, que la destruyó como hizo con otras ciudades del valle del Ebro o Irulegi, junto a Pamplona. Armendáriz compara lo que se pudo vivir en La Custodia con lo ocurrido en la ciudad ucraniana de Bucha el año pasado. Tanto en una como en otra ciudad, en una época como en la otra, la imagen resultante es una calle repleta de cadáveres. “Con 2.100 años de diferencia se repite la misma táctica de tierra quemada, de destruir y de matar.”

Proyectiles de honda lanzados a muy corta distancia
En ese cruce de calles excavado en La Custodia se dio otro hallazgo que sorprendió a Javier Armendáriz y su equipo: hasta siete balas de honda, la mayoría muy cerca de los cuerpos. Los honderos romanos eran un cuerpo que generalmente actuaba en campo abierto, en primera línea junto a los arqueros, lanzando sus balas todos a la vez y con gran puntería. “Se les adiestraba desde niños y esos proyectiles podían alcanzar grandes velocidades, 100 o 150 kilómetros por hora”. Por eso, resulta insólito que en La Custodia las hondas se emplearan a distancias muy cortas, de 15 o 20 metros. “En Hispania no hay ningún otro caso de esta época”. Y lo hicieron con precisión casi total: de las siete, seis acertaron. “Hay que tener en cuenta además que se trataba de una acera con porche, lo que reduce el campo visual del hondero”. Las balas, curiosamente, aparecen en parejas, un extremo que todavía deben estudiar. “Se ve que iban hacia el sur, lo que confirma nuestra sospecha de que el ataque de Sertorio vino desde el norte”, dice Armendáriz, que seguirán investigando los restos, incluso haciendo “arqueología experimental, lanzando proyectiles”, para reconstruir lo que ocurrió en La Custodia hace cerca de 2.100 años.

12 de enero de 2015

El "guerrero de Turbil" regresa al yacimiento ibérico de Beire (Navarra)

Se trata de una réplica exacta del original encontrado en 2010 que representa la efigie de un guerrero armado con un disco-coraza protector sobre el pecho. Es la estatua humana de tipología ibérica más grande encontrada en la península, fiel réplica del original mide 3,17 m y pesa 1.270 kilos.
El consejero de Cultura, Turismo y Relaciones Institucionales del Gobierno foral, Juan Luis Sánchez de Muniáin, ha asistido al acto de colocación de la escultura, acompañado por el alcalde de Beire, Sergio Fresán Oroz, la directora general de Cultura, Ana Zabalegui, y representantes del Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra.
La Dirección General de Cultura del Gobierno de Navarra ha colocado en el poblado de Turbil, a poco menos de 3 kilómetros de Beire, una réplica exacta de la estela del guerrero de la Edad del Hierro, la más antigua manifestación de escultura de bulto redondo conocida hasta la fecha en Navarra, de más de 2.200 años de antigüedad.

La estatua-estela mide 3,17 m y pesa 1.270 kilos. Los restos recuperados alcanzan los 2,55 metros de longitud y los 870 kilos de peso, pero falta otro trozo, la parte inferior de la estela, que todavía no se ha encontrado.

Representa la efigie de un guerrero armado con un disco-coraza protector sobre el pecho, que porta suspendido de los hombros mediante dos correas. Sus rasgos faciales se hallaron muy alterados, si bien se reconoce el cuello, el pelo, los ojos y las orejas. El cuerpo es un bloque sin detalles anatómicos. Se ha calificado como estela de tipo ibérico, ya que resulta similar a otras descubiertas en el levante peninsular, propias de la cultura ibera.

La pieza es una reproducción fidedigna del original en dimensiones, iconografía, labra de la piedra y materia prima (arenisca local), que ha sido realizada por Cantería Jaurrieta, de Olite. La original permanece en la actualidad en los Fondos de Arqueología del Gobierno de Navarra, ha informado el Ejecutivo en una nota.

PARTIDA EN DOS DE MANERA INTENCIONADA
Este excepcional hallazgo apareció partido en dos. La parte de la cabeza fue descubierta en las inmediaciones del castro de Turbil, en 2010, por el vecino de Olite, Julián Algarra. Posteriormente, el arqueólogo especialista en castros de la Edad del Hierro, Javier Armendáriz, encontró la parte inferior de la estatua a siete metros del lugar en el que fue hallada la cabeza.


Los entendidos afirman que el hecho de que la gran estatua-estela estuviera partida no se debe al paso del tiempo o a la acción de agentes atmosféricos, sino a una destrucción intencionada, obra probablemente de atacantes del poblado, posiblemente realizada por los romanos a principios del siglo II a. C. con la primera romanización de la zona.

LA ESTATUA HUMANA IBÉRICA MÁS GRANDE DE LA PENÍNSULA
Según confirmó Armendáriz en un artículo publicado en la revista Trabajos de Arqueología de Navarra (nº 24, 2012), también puede considerarse la estatua humana de tipología ibérica más grande de la Península, dado que la pieza completa llegaría a los tres metros de longitud. Según sostiene el arqueólogo, no se ha encontrado nada parecido al norte del Ebro.

Esta estatua-estela de Turbil es una clara manifestación de que la influencia del mundo ibérico alcanzó a la mitad sur de Navarra, confirmada por el hallazgo de muestras de cerámica celtibérica en el castro.

SÍMBOLO PROTECTOR EN UN SANTUARIO
Esta singular pieza fue colocada fuera del castro de Turbil, en un lugar bien visible. Su función original permanece en el terreno de la hipótesis, pero es probable que se tratara de un símbolo protector e identificativo de la comunidad que la erigió.

También se cree que el lugar donde se encontró pudo ser un lugar sagrado, un santuario o un lugar de reunión importante para los habitantes del castro de Turbil, ya que muy cerca pueden verse varios túmulos de piedra que pudieron estar relacionados con el santuario. Además, 18 metros al este del lugar donde apareció la estela hay una exedra, de planta circular, con asientos y respaldos fijos en la parte interior de la curva, excavada artificialmente de 30 metros de diámetro y entre 3 y 5 metros de profundidad. Está orientada hacia el este, hacia la salida del sol, formando una especie de anfiteatro que cuelga sobre el borde del cerro, lo que vendría a confirmar la tesis del santuario.