google.com, pub-4869754641634191, DIRECT, f08c47fec0942fa0 La Bitácora de Jenri: Andrés Roldán
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20 de febrero de 2023

Documentan los primeros vestigios de la ciudad romana de Ipolcobulcula en Carcabuey (Córdoba)

Aunque era una conclusión admitida que el 'municipium' se situaba en el cerro del Castillo, hasta ahora no se habían encontrado restos. La rehabilitación del entorno de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción dio como resultado el hallazgo de diferentes estructuras que, concluyen los arqueólogos, se trata de elementos constructivos de época altoimperial romana que atestiguan la existencia del antiguo municipio.
Estructuras junto a la iglesia. / A. ROLDÁN / R. MARTÍNEZ / A. MORENO

Aunque se daba por hecho que el municipium romano de Ipolcobulcula se encontraba en el cerro del Castillo de Carcabuey, su existencia concreta era un auténtico misterio. Hasta ahora. La rehabilitación del entorno de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción dio como resultado el hallazgo de diferentes estructuras que, concluyen los arqueólogos, se trata de elementos constructivos de época altoimperial romana que atestiguan, al fin, la existencia del antiguo municipio. El hallazgo, firmado por Andrés Roldán, Rafael Martínez y Antonio Moreno, acaba de ser publicado en la revista Antiquitas, que edita el Museo Histórico Municipal de Priego de Córdoba.

La zona donde se llevaron a cabo los trabajos se encuentra en el límite actual del suelo urbano, en la ladera occidental de la elevación que identifica a Carcabuey como un pueblo-fortaleza. El entorno -profundizan los autores- es un "excepcional" yacimiento donde se ha constatado un primer asentamiento de la Edad del Bronce, una primera ocupación que se prolongaría de forma ininterrumpida hasta época romana.

Pese a los debates, el topónimo Ipolcobulcula es el más aceptado para denominar el sitio -el gentilicio de Carcabuey es carcabulense-, pues así lo probarían diversos hallazgos epigráficos. El más destacado es una escripción funeraria encontrada tiempo atrás durante una obra en Carcabuey dedicada a un tal Fortunatus, un esclavo público perteneciente, precisamente, a Ipolcobulcula. Como explican distintos autores, rara vez una persona con este estatus iba a encontrarse alejado de la ciudad a la que servía, por lo que el topónimo que aparece en la inscripción debía hacer referencia al lugar donde se encontraba. La lápida, además, mostraba la condición jurídica de municipium del asentamiento, se cree que a partir de época flavia como ocurre con muchos otros núcleos hispanos.

"La consecución de este estatus jurídico supondría, además de reformas de carácter urbano, una reordenación del territorio y la necesidad de establecer unos límites claros", explican los autores. Y, aunque existen diferentes teorías, lo más habitual es que quedara delimitada por los principales accidentes geográficos situados a unos diez kilómetros a la redonda desde el Cerro del Castillo.

Es decir, se conocía Ipolcobulcula por diferentes fuentes históricas y por inscripciones, y se daba por hecho que este municipium romano se situaba bajo la actual Carcabuey, pero había permanecido oculto. Hasta que, durante la ejecución de una zanja para introducir el cableado eléctrico en la calle Virgen, aparecieron una siere de estructuras que desde un primer momento se identificaron como de época romana.

Un depósito que pudo servir a la oleicultura
Los arqueólogos identifican varias estructuras. La primera es una pequeña construcción de opus camenticium, justo en la esquina entre la iglesia y la casa parroquial contigua. Se trataría de un depósito destinado a contener líquido, similar a otros existentes en la Subbética, y los expertos teorizan con que podría tratarse de un “mero” recipiente destinado al almacenamiento de agua para consumo o riego, o bien estar relacionado con un espacio productivo. “Considerando la cantidad de evidencias arqueológicas ya documentadas en la zona, parece claro que, al igual que en la actualidad, la oleicultura debió ser un sector importante en la economía, por lo que no debería extrañarnos la presencia de este tipo de elemento en el ámbito urbano”, exponen.

Tras su abandono, el recinto quedó colmatado por un “interesante” paquete estatigráfico del que se han recuperado fragmentos de cerámica correspondientes a platos y lucernas que los expertos datan en el siglo I después de Cristo, durante el reinado de Claudio.

Una vez amortizado el depósito, su pared meridional sirvió para delimitar un espacio subterráneo o semisubterrráneo, explican los historiadores a la luz de los restos encontrados durante las pequeñas catas.Entre los vestigios, hay numerosos restos cerámicos correspondientes a distintos tipos de recipientes, aunque lo que más llamó la atención fue el hallazgo de cinco pesas de telar junto a dos fragmentos de cerámica con forma de disco que podrían estar vinculados al trabajo textil.

A estos elementos habría que sumar una pieza que los arqueólogos consideran “de gran interés”: un asta o candil derecho de ciervo adulto de seis puntas. Reducida a numerosos fragmentos, se conservaría completa. Como hipótesis, los arqueólogos consideran el hallazgo “un elemento de trabajo desechado o interrumpido, ligado a la elaboración de cilindros de bisagras, usadas con frecuencia en el mobiliario”.

¿Y qué pasó con Ipocobulcula?
Pese a la escasa extensión de los espacios localizados, ya que se prolongan bajo edificios actuales, los arqueólogos lo tienen claro: “Nos encontramos ante los primeros restos conocidos de la Ipolcobulcula de época romana que se excavado, y que muestran, aunque de un modo muy parcial, cómo podría ser el entramado urbano de la ciudad”, exponen Roldán, Martínez y Moreno.

Los arqueólogos, en concreto, vislumbran una disposición en terrazas típica de los poblados de tradición íbera construidos en lugares de elevadas pendientes. Y es que –recuerdan– los espacios documentados se encuentran excavados en la ladera, de forma que sirven para “aterrazarla”, lo que generaría un nivel de “circulación horizontal” a una cota inferior, y por tanto quedan como subterráneos o semisubterráneos en una de sus caras.

“En la arquitectura doméstica romana era bastante común utilizar espacios de estas características con diversas funciones, por ejemplo, para hacer más llevaderas las altas temperaturas del verano”, recuerdan.Se sabe por fuentes documentales que, en época flavia, municipios como Ipolcobulcula vivieron su auge económico y los personajes acaudalados locales invirtieron en la monumentalización del espacio público. En este caso concreto, se conoce la existencia de L. Porcius Quietus, que llegó a costear el foro y un templo.

Los autores teorizan con que, coincidiendo con este florecimiento, la parte más alta del municipio –la hallada durante las catas arqueológicas– pudo abandonarse, pues así se ha documentado por ejemplo en Ategua. Y, con el paso de los siglos, las antiguas estructuras quedaron sepultadas bajo calles, viviendas, jardines e iglesias hasta desaparecer por completo.

29 de agosto de 2022

Descubren un relieve fálico en el yacimiento cordobés de Nueva Carteya

El hallazgo se localiza en uno de los sillares que forman la esquina noroeste 
de la torre romana
Relieve fálico descubierto en Nueva Carteya. / MUSEO HISTÓRICO LOCAL DE NUEVA CARTEYA

Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en el yacimiento de El Higuerón, en Nueva Carteya, empiezan a deparar sorpresas. El Museo Histórico Local acaba de divulgar un hallazgo que "se ha convertido rápidamente en el centro de atención en la excavación". Se trata de un relieve fálico que ha aparecido en uno de los sillares que forman la esquina noreste de la torre romana.

"Este tipo de representaciones eran frecuentes en la época a pesar de la visión que se pueda tener en la actualidad", han explicado desde el museo. Los falos, de hecho, eran signos muy repetidos en la cultura clásica; incluso, se llevaban colgados en el cuello para evitar el mal de ojo. Y también representaban la suerte, el vigor... En la isla griega de Delos, incluso, se conserva una avenida con grandes esculturas de falos.

El Higuerón es el yacimiento arqueológico mejor conocido en Nueva Carteya gracias a las excavaciones que se realizaron en los años 1966 y 1968, y pese a ello aún se conoce solo de manera muy superficial. La información disponible desde entonces parece mostrar que el lugar está ocupado al menos desde el siglo IV antes de Cristo y hasta el I de la era actual.

Según consta en su ficha del Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, se trata de una fortificación que presenta un recinto exterior de amurallamiento realizado en sillares almohadillados, en el que se observan algunos bastiones al Norte y al Oeste. En la cúspide del cerro, lo que los carteyanos popularmente conocen como la torre, existe también un recinto interior de sillares almohadillados a soga y tizón, de 20 por 17 metros, y en todo el entorno aparecen abundantes fragmentos de cerámica ibérica y romana.

Más recientemente se ha documentado la presencia de otras estructuras emergentes en este emplazamiento que no son recogidas en la descripción de la primera publicación de este recinto, lo que, según la apreciación de los expertos, "muestra la complejidad de un hábitat que no es posible precisar si se corresponde con la fase de construcción del lienzo externo o del edificio superior", previsiblemente un complejo rural de época romana.

Asimismo, en superficie se han localizado restos de material constructivo como algunas teselas muy irregulares, sobre todo de color blanco y negro, fragmentos de estuco, restos de opus caementicium, tegulae y algunas tejas medievales.

Las expectativas de los investigadores son altas de acuerdo a lo que se ha dejado ver hasta el momento: "Respecto a otros yacimientos de la misma época de la provincia, la muralla externa de El Higuerón es única por su monumentalidad", compara el director del Museo Histórico Local, Andrés Roldán.