El hallazgo de piezas ha permitido documentar un nivel de ocupación desde la segunda mitad del siglo IV d.C. en la Cueva de las Cabras de Triacastela
Todo apunta a que alguien las escondió allí, pensando en regresar un día a por ellas. Y no pudo volver. Las excavaciones en la cueva de las Cabras, en el municipio lucense de Triacastela, recuperaron este verano un tesorillo de 50 monedas romanas ocultas en el fondo de la cavidad, a unos 20 metros de la entrada, según ha dado a conocer esta semana la Universidad de Santiago de Compostela (USC).
«Se ha recuperado un tesoro de unas 50 monedas romanas que permite documentar un nivel de ocupación desde la segunda mitad del siglo IV d.C., hasta la fecha, no registrado en Cova Eirós u otros yacimientos de alrededor«, apuntan desde el equipo de investigación formado por miembros del Grupo de Estudios de Prehistoria del Noroeste, Arqueología, Antigüedad y Territorio de la USC, el Instituto Catalán de Paleocología Humana y Evolución Social de Tarragona y la Universitat Rovira i Virgili, en convenio con la Consejería de Cultura, Educación y Universidad de la Xunta de Galicia.
El estudio numismático realizado por el arqueólogo Santiago Ferrer Sierra identificó varios de ellos como follis de bronce pertenecientes a Constancio II (341-346 d. C.) y Valentiniano o Valente (367-375 d. C.).
Su hallazgo en el fondo de la Cueva de las Cabras, un lugar de difícil acceso, indica «la clara intención de su ocultamiento«, según destacan en la USC. Lo más probable es que estas monedas estuvieran guardadas en una bolsa anudada, ya fuera de tela o de cuero, ya que los arqueólogos no han encontrado, por ahora, ningún tipo de hebilla.
«Este tipo de tesoro no es ajeno a otros contextos rupestres cántabros, y es relativamente frecuente en castros (Valencia do Sil, Viladonga) y yacimientos tardorromanos de la Gallaecia, destacando el ambiente de inestabilidad política y social que definió al Imperio Romano durante el siglo IV«, explican los expertos.
Actualmente se encuentran en proceso de restauración en la Escuela de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural de Galicia para posibilitar el posterior estudio de la colección completa.
El hallazgo de este tesorillo fue el descubrimiento más notable en la Cueva de las Cabras, aunque no el único. En la entrada se excavó una pequeña cata de dos metros cuadrados, donde se recuperaron numerosos restos de ovicápridas y fragmentos cerámicos de época medieval. Estas evidencias arqueológicas revelan que la cueva fue utilizada como refugio de ovejas y cabras durante la Edad Media, en los siglos XII y XIII d.C. Este uso, como el propio nombre de la cavidad indica, fue continuado por los vecinos de Cancelo (parroquia donde están las cuevas) hasta hace unas décadas.
Campamento de neandertales
En esta campaña de 2021 se intervino asimismo en la vecina Cueva de Eirós, donde prosiguieron las excavaciones de los niveles del Paleolítico Medio que están ayudando a profundizar en el conocimiento sobre los neandertales que habitaron las Sierras Orientales hace más de 45.000 años. Estos homínidos usaban la cueva como campamento durante temporadas relativamente largas.
En este yacimiento se han encontrado lascas, raspadores y restos de su manufactura en cuarzo y cuarcita, utilizados para procesar los animales que cazaban (ciervos, rebecos o caballos), sus pieles y para la fabricación de otras herramientas.
Los restos óseos muestran que la Cueva de Eirós también fue ocupada alternativamente por carnívoros, en un momento de enfriamiento en el que los osos de las cavernas, rinocerontes, corzos, o jabalíes abundaban en esa zona.
Además, se llevaron a cabo trabajos de fotogrametría para realizar levantamientos en 3D de los paneles que contienen arte en el interior de la cueva, y un estudio etnológico de los 'grafitti'.
Tanto en la Cueva de las Cabras y en la de Eirós, las excavaciones han permitido ampliar los periodos de ocupación humana de ambas cavidades.