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18 de enero de 2023

Dos ‘trineos’ permiten datar las pinturas rupestres de Sésamo

El hallazgo de nuevas pinturas en Peña Piñera (Sésamo), que representan ‘forcaos’ o ‘trineos’, permiten datar en la Edad del Hierro una parte importante de este yacimiento rupestre.

El arte rupestre preservado en Sésamo ha sufrido reiterados ataques vandálicos en los últimos años. Una visita, inicialmente turística y de comprobación del estado de estas pinturas prehistóricas en el municipio de Vega de Espinareda, permitió al investigador leonés David Gustavo López, ingeniero aeroespacial de formación, localizar algunas hasta ahora inéditas y reinterpretar otras.

El hallazgo de estas pinturas milenarias —no catalogadas hasta la fecha—despeja algunos misterios sobre uno de los enclaves prehistóricos más especiales de la Península. Dos trineos o ‘forcaos’ (instrumento de labranza consistente en un palo de madera y dos dientes de hierro), en el farallón donde se concentran más de medio millar de dibujos, algunos esquemáticos, permite datar las pinturas más recientes.

Tienen unos 3.000 años de antigüedad, fecha de aparición de estos primitivos aperos. En uno de estos conjuntos hay un ‘carro sin ruedas’ acompañado a ambos lados por dos antropomorfos (dibujos con forma humana). «Serían dos agricultores con técnicas de laboreo avanzadas», según Gustavo López.

Otra de las pinturas, inventariada en los años ochenta por los profesores José Avelino Gutiérrez y José Luis Avello como trece ‘idoliformes’ (ídolos antropomorfos), según la tesis de Gustavo López serían las armazones de carros o forcaos. Estos ‘trineos’ permiten datar una parte importante del yacimiento en la Edad del Hierro. No así algunos dibujos esquemáticos, que podrían oscilar entre los 3.000 y los 6.000 años, según la investigación que Gustavo López ha publicado en la Revista de Antropología y Tradiciones Populares. En España son contadísimas las pinturas rupestres de carros, la mayoría en Sierrapino (Badajoz). Gustavo López se pregunta si este enclave rupestre berciano era un lugar de culto o las pinturas expresan simplemente escenas de la vida cotidiana.

Personajes raros
Peña Piñera, en Sésamo, alberga 506 figuras, todas en color ocre y rojo vinoso, porque se usó como pigmento una beta ferruginosa del propio yacimiento. Hay 78 tipos distintos de antropomorfos de épocas diferentes, así como figuras de animales, escenas de pastoreo y trabajo en el campo, posibles ídolos, además de instrumentos de trabajo y caza.

Entre las singularidades de Peña Piñera, en una veintena de antropomorfos de los 78 existentes su rostro es un círculo vacío de color. Una figuras muy raras en el arte rupestre de la Península. Entre los nuevos localizados por Gustavo López hay dos antropomorfos. «Uno parece ir andando y lleva un penacho en la cabeza. El otro tiene los brazos y piernas en uve. Sobre éste, hay dos arcos de circunferencia concéntricos. O bien se trata de un casco con cresta o es una diadema».

El investigador ha localizado además un antropomorfo cuya cabeza se cubre con un casco con dos largos cuernos que se entrecruzan. En el yacimiento, que de vez en cuando depara alguna sorpresa, como en 2012, cuando el arqueólogo Feliciano Cadierno descubrió 151 figuras que no constaban entre las 351 registradas por Gutiérrez y Avello, únicamente hay dos representaciones solares; y eso a pesar de que todos los dibujos están orientados hacia el astro. Y ninguna de las dos está inventariada. En la primera, hay un antropomorfo en actitud orante ante un sol con once rayos muy enmarañados. En la segunda, el sol está muy desdibujado y aparece próximo a un animal con cresta y larga cola que recuerda a un faisán.

Gustavo López aboga por una excavación en la zona que permita vincular las pinturas rupestres a un contexto arqueológico próximo. El cercano Castro de Peña Piñera, además de fortín de los astures en las guerras cántabras, es posible que se erigiera sobre restos de otro de la Edad del Hierro, de la misma época que las pinturas de antropomorfos de cabeza ‘vacía’ y los forcaos. Alerta de que «con poca gente que vaya con mala intención» las pinturas podrían perderse. «Es fundamental tenerlas vigiladas». Reclama la creación de un centro de interpretación donde se expliquen las singularidades de esta ‘estación rupestre’ de pinturas únicas.

11 de julio de 2024

Desenterrando los secretos del castro judío de León

Una ‘brigada’ de alumnos de la Universidad de León volvió ayer al Castro Judío con pico y pala. El objetivo es desentrañar los enigmas que aún encierra este asentamiento, completar el entramado urbano de la judería y, al mismo tiempo, ofrecer formación de campo a los estudiantes.
Imagen de la anterior campaña de excavaciones en el ‘Castrum Iudeorum’ realizadas por alumnos de la Universidad de León. DL

Es uno de los yacimientos medievales más relevantes del Norte de España. Un equipo de 35 alumnos de Historia, Historia del Arte y Arqueología, bajo la dirección de los profesores Carlos Fernández Rodríguez y Raquel Martínez Peñín, desembarca hoy en el Castrum Iudeorum . Buscarán restos de edificaciones en un asentamiento en el que habrían convivido judíos y cristianos entre el año 905 y el 26 de julio de 1196, cuando fue destruido por Alfonso VIII de Castilla.

Situado en la ladera sur del cerro de la Mota, en Puente Castro, es el único entramado urbano judío anterior al siglo XII de toda Europa. Pese a que la utilización de drones, georradar y otras modernas tecnologías por satélite ha limitado en los últimos tiempos el número de excavaciones, en algunos enclaves se hacen imprescindibles. Los alumnos trabajarán con ‘pico y pala’ para desenterrar los secretos que aún guarda el subsuelo.

Se trata de la tercera campaña que lleva a cabo la Universidad de León en colaboración con el Ayuntamiento, tras un acuerdo firmado en 2021. En esta ocasión, las excavaciones concluirán a finales de mes.

«A partir de la interesante información recabada en los tres anteriores años, los arqueólogos han planificado para la presente campaña ampliar los sondeos abiertos en 2023, a fin de potenciar la visión de conjunto del complejo entramado urbano de la judería», explica la Universidad en un comunicado. También «llegar al nivel geológico para fijar del modo más nítido posible el momento en el que los judíos se asentaron en el castro». Además, buscarán más evidencias del final de la presencia hebrea, relacionada con el asedio de las tropas castellanas. El objetivo final es «conocer de forma clara cómo se articula urbanísticamente la aljama y aportar conocimiento al patrimonio histórico de la ciudad. La excavación persigue dar formación de campo a alumnos que pueden encontrar en la arqueología una salida profesional y, de paso, mejorar la oferta formativa del grado de Historia de la ULE. Tras la intervención, los materiales encontrados serán analizados y calificados en los laboratorios de la Universidad.

Hallazgos históricos
Las excavaciones en la aljama de Puente Castro estuvieron paradas durante dieciséis años, hasta que fueron retomadas en 2021. Los trabajos llevados a cabo en este enclave por el profesor José Luis Avello —principal artífice de que León ingresara en la Red de Juderías por sus investigaciones en la aljama de Puente Castro— destaparon que en el Castrum Iudeorum vivían los ciudadanos hebreos más importantes del Reino. Basaba esta afirmación no solo en la población que llegó a alcanzar (alrededor de mil personas), sino en el hecho de que la mayoría de los habitantes de este lugar recibían el tratamiento de ‘Mar’ —como se sabe por las lápidas encontradas—. Este título era utilizado tan sólo por aquellos judíos que habían alcanzado un grado de reconocimiento sobresaliente, tanto en la comunidad hebrea como en la cristiana.

Según Avello, los restos arqueológicos y las fuentes documentales existentes revelan de manera clara que el Reino de León tuvo desde el punto de vista de las poblaciones étnicas una doble capitalidad, la de los judíos (en Puente Castro) y la de los cristianos (al otro lado del río). El nombre que recibe el asentamiento, Castrum Iudeorum (un término cristiano) demostraría que los judíos nunca lo utilizaron, sino que se referían a «su ciudad» como León.

El Museo de León, depósito de todos los hallazgos arqueológicos, ha ido reuniendo desde las primeras excavaciones en el cerro de Puente Castro gran cantidad de munición, lo que hace sospechar que hubo ejecuciones aquí durante la Guerra Civil. Es posible también que exista una fosa común.

Del Castro Judío se han extraído millones de piezas. La gran variedad de recipientes encontrados demuestra la riqueza gastronómica, síntoma del bienestar de los habitantes de este lugar. Además, han salido a la luz decenas de monedas francesas, españolas y musulmanas, prueba de la gran actividad comercial que los judíos mantenían fuera del Reino. Este hecho se refuerza con hallazgos únicos, como el de una cantimplora andalusí, una muestra rarísima fuera del territorio musulmán y que da testimonio de la bonanza económica de la que gozaban los hebreos leones. También confirma que la comunidad judía era la encargada de cumplir con el mandato real de recogida de impuestos.

22 de noviembre de 2011

En peligro las pinturas del Santuario Prehistórico de Librán (León)

Considerado como un estilo figurativo en el que sólo se representan los rasgos básicos y característicos de cada figura, el llamado Arte Esquemático se extendió por toda la Península Ibérica en un amplio período que abarca desde el comienzo de la metalurgia hasta iniciada la Edad del Hierro, es decir, entre seis mil y dos mil quinientos años antes de nuestros días.

Aunque las manifestaciones de este arte, en su mayoría pinturas efectuadas en abrigos rocosos, son más frecuentes en el Sur y Levante y, con carácter específico, en los petroglifos galaico-portugueses, la provincia de León no ha quedado al margen de tan importante manifestación prehistórica, contando con algunos conjuntos situados en los municipios de Vega de Espinareda (yacimiento de Peña Piñera, en la localidad de Sésamo), Toreno (El Buracón de los Mouros, en Librán, y La Cueva, en San Pedro Mallo) y Castrocontrigo (Peña del Pozo Rocebros y Cerro de Llamaluenga, ambas en Morla de la Valdería), todos ellos declarados Bien de Interés Cultural por la Ley del Patrimonio Histórico Español de 1985 y, por lo tanto, teóricamente sometidos a la protección establecida en la misma ley.
Figura humana ante el sol. Foto: Gustavo López
A fecha actual, las pinturas de Sésamo cuentan con un estudio monográfico, realizado y publicado en 1985 por los profesores José Avelino Gutiérrez y José Luis Avello, ambos de la Universidad de León en aquellas fechas. También las de Librán fueron inventariadas en 2004 por el arqueólogo Felipe San Román, aunque de ellas no se ha efectuado ningún estudio técnico. Este segundo yacimiento ha sido objeto de polémica en los últimos dos años por causa de un supuesto expolio de algunas de sus figuras, lo cual desmintió la Junta de Castilla y León mediante un comunicado en el que aseguraba que las pinturas permanecían inalteradas respecto a la documentación existente en la Consejería de Cultura desde 1990. A pesar de ello, los vecinos de Librán siguen convencidos de que alguien se ha llevado la pintura de un soliforme, lo cual es erróneo como demuestran las fotos de este artículo.
No es fácil visitar el Buracón de los Mouros, yacimiento principal de la pequeña localidad de Librán, pues a un precioso recorrido –en nada señalizado-, ascendiendo a través de un bonito bosque de robles y pinares, le sigue un empinado descenso por un afloramiento rocoso que, aun contando con asideros recientemente instalados, no resulta apto para cualquier persona. El abrigo consiste en una oquedad natural en la roca y está orientado hacia el sureste, asomado al impresionante farallón cuarcítico que cae por la margen derecha del desfiladero de Bustillo, excavado por el río Primout aguas arriba de Librán.
Tonalidades rojizas y azuladas
La reciente protección con malla de acero instalada en la boca del covacho no impide la observación de las pinturas, en gran parte situadas cerca del exterior. Parecen estar realizadas con óxidos de hierro y manganeso y poseen tonalidades rojizas y azuladas, a veces muy desleídas por los agentes atmosféricos, distribuyéndose en varios grupos con un total de 31 figuras visibles, casi con seguridad ejecutadas en etapas cronológicamente distanciadas.
Las figuras humanas o antropomorfos generalmente tienen su cuerpo representado mediante un trazo grueso, con una pequeña prolongación en la parte superior a modo de cabeza y, en el caso de los de sexo masculino, el trazo se alarga por la parte inferior, a veces de forma muy notable (ictiformes), simulando el pene. Dos trazos adicionales, arqueados y con forma de asa o golondrina, cruzan al central y dan lugar a piernas y brazos. Este tipo de humanos es el más frecuente en el Arte Esquemático, datándose a lo largo de toda la Edad del Bronce.
A la izquierda de la cueva, cerca del exterior, se halla uno de los conjuntos más interesantes. Está representado sobre un panel de roca cuarcítica resquebrajada y demolida en su zona central por la acción de la intemperie. En su lado izquierdo se observa una escena de caza o de pastoreo en la que dos hombres marchan junto a dos cuadrúpedos grandes y dos pequeños, probablemente perros, aunque uno de ellos, por su cola larga y gruesa, parece un zorro. En color azul, bastante descolorido, se observa la figura de otro animal como los anteriores, pero éste marcha en sentido contrario y parece volverse hacia el frente, dando sensación de perspectiva. Los trazos azules se hallan en algunas zonas bajo los rojizos, seguramente por haber sido pintados en una etapa anterior. Sin embargo, la complejidad de obtener pigmentos azules hace que su presencia sea rarísima en las pinturas prehistóricas europeas, existiendo opiniones que ven en dicha dificultad la razón de que algunas culturas antiguas considerasen el azul como un símbolo del mal, al contrario del sentido que hoy se le da. Por ello es posible que, en su origen, el azul de Librán fuese un negro pintado con pirolusita o bióxido de manganeso, también existente en El Bierzo, que derivó hacia el azul por decoloración y posible transformación físico-química posterior. Ejemplos similares hay en los abrigos de Arroba de los Montes (Ciudad Real) y Cueva del Plato, en Ontiñar (Jaén), entre otros.
En el lado derecho del panel se observan otros cuatro antropomorfos masculinos y, en su entorno, restos de pintura azul junto con una figura humana, tal vez femenina, de las llamadas en «phi» griega (un círculo atravesado por un trazo vertical), ampliamente extendida por toda la Península y cuya antigüedad podría remontar a un momento avanzado de la Edad de Bronce.
Debajo y a la derecha de la «phi», existen otras cuatro figuras de las llamadas «ramiformes», también de un color rojizo bastante desvaído, dotadas con dos, tres y hasta cinco pares de extremidades de trazo más fino que las demás representaciones y, casi seguro, de etapa distinta. Normalmente se las considera esquemas de árboles, astas de ciervo o figuras humanas, según sea la temática de la escena, existiendo diferentes opiniones sobre el porqué de la multiplicidad de brazos, interpretados a veces como representación de un grupo de personas, aunque, según mi opinión, en este caso simboliza más bien a un ser de múltiples poderes y gran capacidad de acción, como ocurre en ciertas iconografías hinduistas y budistas (Brahma, Visnú, etc.). De hecho, dos de los ramiformes de Librán (uno de tres pares de extremidades y otro de cinco, aunque asimétrico y con brazos a un solo lado) se adornan con tocados de dos plumas, cosa repetida en más de veinte yacimientos esquemáticos de toda España (Sierra de la Virgen del Castillo, en Ciudad Real; Posada de los Buitres en Badajoz; Castillo de Monfragüe, en Cáceres, etc.). De forma unánime, estos adornos han sido interpretados como un símbolo de prestigio personal en una sociedad jerarquizada. Aunque las representaciones ramiformes son propias de toda la Edad del Bronce, adornos como los citados, máxime al tener en cuenta la existencia de una figura con un tocado de tres plumas o máscara con cuernos en el cercano panel que mira a San Pedro Mallo, se han datado en un Bronce avanzado o incluso final, hacia el año 1.000 antes de Cristo (Sierra Magacela y Peñón del Pez, en Badajoz; Risco de los Altares y Covacho del Pallón, en Salamanca, etc.)
Un santuario rupestre
Otras figuras aisladas y signos de distinta índole aparecen en diferentes lugares de la cueva. En la pared del fondo, sobre un saliente de roca resquebrajada, se halla una escena de significado religioso que quizás fuese el motivo principal de todo este abrigo esquemático, al menos en una de sus etapas. Se trata de un sol representado mediante una circunferencia con dieciocho radios, uno de ellos bifurcado en dos, y un antropomorfo masculino, similar a los descritos al principio, que parece mirar hacia el astro. Es probable que la escena original se completase con una mujer al lado del hombre, desapareciendo ésta al romperse la roca. Grave, aunque no por rotura de la roca, es el estado de la figura solar, que comparada con fotografías de 1990 se aprecia mucho más difuminada y deteriorada. El hombre casi ha destruido en veinte años lo que la naturaleza preservó durante más de tres mil.
Pinturas con soliformes son frecuentes en el Arte Esquemático y cronológicamente alcanzan a toda la Edad del Bronce. Menos frecuentes, sin embargo, son aquellas que incorporan humanos ante el astro solar: Canforos de Peñarrubia y Prado del Azogue, en Jaén; Parque de Monfragüe, en Cáceres; Solapo del Águila, en Segovia; La Rambla de Gérgal, en Almería, donde se hallan representados varios antropomorfos en actitud de adoración a un soliforme, etc. Este simbolismo desplaza al plano inmaterial y religioso los ideogramas de la actividad diaria expresados en el resto de las figuras del covacho, lo cual podría considerarse como una manifestación de culto al Sol, dios de la luz y de la vida, fecundador de la Madre Tierra, en cuyo seno, al fondo de la cueva, se ha representado. Se puede concluir diciendo que El Buracón de los Mouros, difícilmente accesible y con perfecta orientación para el seguimiento de la trayectoria solar, seguramente fue un santuario rupestre restringido a personajes iniciados.
Las pinturas de Librán, junto con las de San Pedro Mallo y, por proximidad y similitud conceptual, las de Sésamo (Vega de Espinareda) revisten una importancia no suficientemente valorada que bien merece mayor atención por las instituciones responsables –léase Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León-, tales como vigilancia, señalización, accesos adecuados y construcción de un centro de interpretación del arte rupestre berciano –los extremeños son un ejemplo- para promover y orientar un turismo cultural cada vez más numeroso.
(Fuente: Diario de León / Gustavo López)