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4 de febrero de 2025

Descubren una estela con una escritura desconocida en Escúllar (Almería)

Un equipo de la revista 'Argárica' ha localizado este elemento que podría estar vinculado al líbico-bereber y el tifinagh en el municipio almeriense de Las Tres Villas
Manuel Serna García, Rafael Fernández Martínez y Roberto Serna García, miembros del equipo de la revista 'Argárica' posan con la estela que han localizado con signos de lo que parece ser una escritura desconocida .EFE/Argárica

Un equipo de la revista ‘Argárica’ ha localizado una estela con signos de lo que parece ser una escritura desconocida, que podría estar vinculada al líbico-bereber y el tifinagh, en la localidad de Escúllar, en el municipio de Las Tres Villas (Almería).

Según han informado desde ‘Argárica’, el pasado 9 de enero el Museo de Almería acogió la conferencia titulada ‘La Estela de Escúllar y las escrituras líbico-bereber’, organizada por este centro cultural junto a la citada revista y la asociación ‘Amigos de la Alcazaba’.

La misma corrió a cargo del profesor doctor Ahmed Skounti, antropólogo en el Instituto Nacional de Arqueología y Ciencias del Patrimonio de Marruecos INSAP, Rabat. Está especializado en la cultura bereber-amazigh y facilitador de la UNESCO para Oriente Medio y África.

El día anterior, los organizadores, junto a concejales del Ayuntamiento de Las Tres Villas y la Unidad de la Policía Autonómica de Patrimonio, acompañaron a Skounti para conocer y analizar la ‘Estela de Escúllar’ y el entorno en el que fue hallada a finales de 2022.

Escritura desconocida
Según han indicado, el profesor Skounti pudo confirmar de primera mano la gran relevancia del hallazgo que denota “gran antigüedad”. Y sobre el cual destacó que se trataría de “una escritura desconocida. Utiliza signos similares a los de las escrituras líbico-bereber y tifinagh presentes en Canarias y el norte de África”.

En la conferencia, tras la intervención de Francisco Verdegay en representación de ‘Amigos de la Alcazaba’, Roberto Serna, editor de ‘Argárica’, realizó una introducción sobre cómo se produjo el hallazgo de la ‘Estela de Escúllar’ por el equipo de la revista.

Además, destacó su posible relación con la cercanía de lo que podría haber sido una sepultura megalítica. Y avanzó que el estudio preliminar detallado se publicará en la prestigiosa revista Inora (International Newsletter on Rock Art) y en Academia.edu.

La relevancia de esta estela grabada reside en que podría ser la primera de su tipo encontrada en la Península Ibérica. Por ello abriría las puertas a una investigación multidisciplinar e internacional en el ámbito de la Sierra de Los Filabres. Ello podría llevar a su datación y desciframiento.

Según el investigador marroquí las perspectivas hacen pensar en la posibilidad de que existan “otras inscripciones y grabados. En el mismo sitio donde se descubrió la estela que en un territorio que está fuertemente marcado por la actividad humana hasta hoy”.

Hay que poner luz
Skounti es uno de los mayores expertos de la escritura líbico-bereber del mundo. Considera que “lo más destacado es que con estos parámetros no podemos determinar todavía ni su época ni tampoco el propio sentido de la lectura. Para ello es necesario poner luz sobre todo ello”, alentó.

Aclaró que su opinión es que “debería de hacerse un inventario de todas las inscripciones, grabados y construcciones (tumbas, terrazas, caminos…) que pudieran estar relacionadas en la Sierra de Los Filabres.”

En la conferencia también se explicó cómo varios expertos en la materia también han realizado una primera valoración. Malika Hachid (Centro nacional de prehistoria y antropología de Argel) y Samia Ait Ali Yahia (Universidad de Tizi Ouzou de Argelia) destacan los signos presentes en signarios líbico-bereber y tifinagh.

Renata Springer (Universidad de La Laguna, Tenerife) interpretó los signos y aconsejó la participación de expertos paleohispanistas, José Ángel Zamora (Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo del CSIC) subraya la ordenación extraña de los signos, y Georgeos Díaz-Montexano (Epigraphic Society) realizó una exhaustiva comparativa de signarios líbicos con la protoescritura ELA y un análisis de los microcortes.

21 de marzo de 2017

No todo vale

Tras la expectación generada por la reciente publicación de un reportaje que sitúa la mítica Atlántida de Platón en el yacimiento de los Marroquíes Bajos de Jaén, traemos a colación este artículo de Manuel Molinos, director del Instituto Universitario de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén.
Manuel Molinos Molinos.

Cuando alguien se define como atlantólogo podría suponerse que se trata de un especialista en Atlanthropus mauritanicus, el Homo erectus norteafricano, o de un estudioso de la cordillera del Altas tunecino-argelino-marroquí, o de un especialista en los fondos del mar Atlántico. Pero si me dicen que se trata de un autonombrado especialista en la Atlántida platónica, me quedo asombrado de que alguien pueda decir tanta tontería sin ruborizarse, y que otros puedan tomarlo en serio. Es el caso de Georgeos Díaz-Montexano o de su colega Simcha Jacobovici, el 'descubridor' de los clavos de Cristo, de la tumba de Caifas, de la cripta familiar de Jesús, con María Magdalena y el común hijo de ambos; también de la sepultura del apóstol Santiago: un verdadero especialista en hallazgos de primer nivel que acabaron demostrándose, tampoco hubo que indagar mucho, simples falsedades. Toda una vida de estudio no bastaría para analizar tanta basura.

¿Existió alguna vez la Atlántida? Seguro que sí: en la filosofía de Platón, en la mitología, o en la retórica literaria: existió para sueños nacionalistas, especialmente el alemán de los años posteriores a la Primera Guerra Mundial que desembocó en el nazismo,. Ha habido muchas Atlántidas, en la literatura y en la ficción. Existe en la cabeza de Georgeos Díaz-Montexano. Pero dicho esto, la Atlántida, como realidad, no estuvo en Jaén, tampoco sus supuestos centros secundarios, ni sus templos, ni sus construcciones. Ni aquí, ni en ningún lugar del planeta Tierra, sencillamente porque una Atlántida histórica, no existió nunca, jamás. No hay arqueólogo ni historiador medianamente serio, que sostenga esa afirmación. Lo diga Georgeos Díaz, Simcha Jacobovici o el afamado cineasta James Francis Cameron.

Las afirmaciones que hemos leído estos días en los medios de comunicación, tienen trampa y esconden un olímpico desprecio a la ciencia al intentar argumentar que existen dos clases de arqueologías: una académica, encerrada entre los infranqueables muros de la universidad y otra para la que no son necesarios ni títulos ni método. Basta con autoproclamar la existencia de una supuesta ciencia bautizada como 'atlantología'. Más de veinte años de investigación, que como tal ha sido modélica aunque las autoridades no hayan hecho sus deberes, especialmente en lo que se refiere a la puesta en valor de las parcelas que se destinaron a ese fin, pueden quedar reducidos a cenizas por una estrafalaria, inconsistente o, incluso, falsaria 'opinión'. Y en ciencia no existen opiniones. Los arqueólogos no opinan sobre el pasado, construyen hipótesis a partir de una información fosilizada en la tierra. Y cuando tienen las evidencias suficientes las convierten en tesis hasta que nueva información modifique o incluso revoque las anteriores conclusiones. Ese es el método científico.

Pero vayamos a la Atlántida: Platón (427-347 a.n.e.) al escribir sus Diálogos de Critias y de Timeo, pretendía exponer sus críticas posiciones político-filosóficas sobre el Estado Ateniense. El personaje central del relato, al que Platón parece tener en alta estima, explica a Sócrates el fabuloso mundo de la Atlántida. Se trata de Critias, un oligarca ateniense, responsable de asesinatos y deportación de ciudadanos de su propia ciudad, al que Filostrato llamó «el mayor malvado de todos los hombres», tirano depravado que para Platón fue un hombre refinado, un aristócrata distinguido. Con estos principios Platón construye su universo ideal, una sociedad donde los campesinos y artesanos trabajaban, los guerreros vigilaban y los gobernantes-aristócratas tomaban sabias decisiones en beneficio de la comunidad. En realidad, su modelo de sociedad ideal sería similar al de Esparta, muy alejado del que tenía Atenas en el momento mismo del nacimiento del filósofo, herencia principal del recién fallecido Pericles (429 a.n.e.). Y de ahí nace el mito de la Atlántida, según algunos investigadores una metáfora del imperio Aqueménida con el que los griegos habían mantenido un largo y doloroso enfrentamiento. La Atlántida habría sido un fabuloso reino donde la virtud, el sentido de la justicia y la sabiduría de sus gobernantes, habrían creado un continente ideal, que sólo los dioses, enojados por la soberbia que con el tiempo caracterizaron a la monarquía atlante, habrían truncado mediante una gigante y catastrófica ola.

El filósofo, que creaba el mito para defender su filosofía política, describió ampliamente el lugar como si de un escenario real se tratase, una enorme isla, en realidad un continente, una metáfora narrada como si de una historia verdadera se tratara: A Critias se la contó su padre, que la escuchó de Solón, y que se remontaba a los orígenes del universo griego, unos nueve mil años antes de Platón ¡En el Mesolítico! Las cronologías obtenidas para las estructuras de los fosos de Marroquíes, con metodología científica (C14), cifran su origen, fosos 0 y 1, en torno al 2800 a.n.e., más de seis mil años después de la supuesta destrucción del mítico continente. Es decir los atlantes, en su caso, estarían todos muy calvos antes de la construcción del extraordinario, magnífico, espectacular, asentamiento Calcolítico de Jaén.

EL ORIGEN
Efectivamente y ahí estoy de acuerdo con Georgeos Díaz-Montexano, un espacio verdaderamente excepcional, digno de recibir mucha más atención de la que se le dio una vez realizadas las excavaciones arqueológicas. Tan excepcional que no necesita de florituras literarias ni su identificación con el universo mitológico atlantista. Marroquíes está en el origen de lo que somos los hombres y mujeres que habitamos esta tierra. Esa sí es nuestra identidad y no la fabulosa leyenda de un reino de atlantes aristocráticos y antidemocráticos al gusto platónico; en Jaén tenemos una historia repleta de momentos álgidos que deberían servir para aumentar nuestra autoestima como pueblo, sin necesidad de recurrir a absurdos inventos formulados no está claro con qué propósito, salvo el de vender exclusivas en los medios de comunicación.

Ese mensaje debería calar entre nuestros políticos, que en su mayoría han ignorado el patrimonio histórico de la ciudad. Un sencillo ejemplo: Yo llevo treinta y seis años investigando en el oppidum ibero de Puente tablas; ¿saben cuantos alcaldes(a) de Jaén han mostrado su interés por el sitio? ¿Cuántos han preguntado o solicitado información sobre uno de los asentamientos más emblemáticos, conocidos y publicitados de la provincia? Ninguno.

Ahora vienen unos freelance, con el pedigrí de un medio de difusión internacional y se les hace el culo agua y se plantean hasta revisar las licencias de obra en el lugar, en vez de suspender, en interés general, ese sí, urgente y objetivo, la licencia de obras de la cantera de la Fuente de la Peña, por ejemplo. Pero como lo dicen desde fuera hay que darles más crédito que a las docenas de arqueólogos que han trabajado en Marroquíes Bajos. Por otro lado, en muchos ciudadanos, verdaderamente interesados en el patrimonio de la ciudad, se ha creado la ilusión de que esta situación puede ayudar a defender ese patrimonio. «Bueno -dicen- es una barbaridad, pero puede contribuir a proteger nuestra historia» ¡No! Junta y Ayuntamiento deberían establecer los mecanismos para la puesta en valor del Marroquíes, para el uso social, también como recurso económico, de ese extraordinario patrimonio. Pero de la fábula no puede surgir nada bueno. No podemos resolver nuestros problemas con la falsedad, con la mentira. No a cualquier precio.


Manuel Molinos
Catedrático de Arqueología de la Universidad de Jaén