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25 de octubre de 2024

"La conservación del patrimonio subacuático y marítimo constituye un reto social y cultural"

La investigadora Ana Crespo Solana explica el desarrollo de la arqueología subacuática en su último libro. En su trabajo analiza el vínculo entre historia y arqueología, las líneas de investigación más importantes relacionadas con el estudio del patrimonio subacuático y la memoria tangible e intangible de las sociedades marítimas. También describe los métodos empleados en una excavación subacuática y revisa en profundidad algunos de los más importantes hitos legislativos en relación al patrimonio sumergido.

Durante milenios, océanos y mares han sido medios para la transmisión cultural y tecnológica. En el libro Arqueología subacuática y patrimonio marítimo (CSIC-Catarata), la investigadora del CSIC Ana Crespo Solana aborda la relación entre el enorme patrimonio existente en mares y océanos de todo el mundo y la historia de la humanidad. El título, perteneciente a la colección ¿Qué sabemos de?, analiza el vínculo entre historia y arqueología, las líneas de investigación más importantes relacionadas con el estudio del patrimonio subacuático y la memoria tangible e intangible de las sociedades marítimas. También describe los métodos empleados en una excavación subacuática y revisa en profundidad algunos de los más importantes hitos legislativos en relación al patrimonio sumergido.

La Unesco y el Decenio del Océano
En 2021 Naciones Unidas lanzó oficialmente el Decenio del Océano (2021-2030), que tiene entre sus metas la necesidad de producir datos sobre la relación entre océano y sociedad. El patrimonio subacuático del planeta, de una enorme riqueza histórica y cultural, proporciona muchos de esos datos. Sin embargo, advierte la autora, afronta serios problemas de conservación y regulación jurídica comparables a los que sufre el propio océano.

La investigadora aclara que se trata de un patrimonio tangible, que alberga materialidades relacionadas con la interacción entre la sociedad humana y el mar, y también de un patrimonio intangible, que abarca los conocimientos derivados de la lucha del ser humano con el océano y de la creación de la tecnología que permita la vida en el mar. Esto incluye la construcción naval, la obra civil en costas y ríos, así como cualquier estrategia humana y cultural orientada al aprovechamiento de los recursos que proceden del mar.

Una disciplina derivada de la arqueología
La arqueología subacuática y marítima es una subdisciplina de la arqueología que estudia el pasado histórico a través de la recopilación de vestigios de cultura material y su investigación, pero con una metodología específica que implica la adaptación del arqueólogo, y sus métodos, al medio marino. Como disciplina científica, la arqueología subacuática extiende las técnicas de la arqueología clásica al mundo marino.

Según Ana Crespo Solana, la tecnología es solo un instrumento que debe utilizarse con un proyecto claro, por lo que es imprescindible tener en cuenta factores como la información ofrecida por la memoria histórica oral o escrita y el estudio de la documentación antes de recurrir a una tecnología determinada. “También es esencial conocer la relación que existe entre el clima y la geografía, así como los cambios geofísicos históricos en las zonas donde se producen naufragios para entender las propiedades de dichos entornos”, apunta.

El desafío de las personas que se dedican a la arqueología subacuática consiste en adaptar su trabajo al entorno marítimo. “Hay muchos problemas relacionados con el océano, pero quizás el reto más interesante, y a la vez peligroso, es la profundidad”, comenta. Como disciplina científica, la arqueología subacuática ha evolucionado mucho y este libro proporciona una gran cantidad de casos de estudio en España y en toda Europa.

No es una búsqueda de tesoros
La arqueología subacuática se ha confundido tradicionalmente como la búsqueda de tesoros, una especie de aventura excitante como la de los grandes descubrimientos, igualables a la idea del hallazgo de la tumba de Tutankamón, pero bajo el mar. No obstante, “una considerable y loable labor de concienciación social está cambiando esta perspectiva”, aprecia Crespo. La investigadora del CSIC también hace hincapié en que la arqueología en cuerpos de agua es una ciencia. “El principio más importante es poder entender y crear un marco teórico y metodológico adecuado para poder estudiar los restos arqueológicos sin destrucción, con la mínima intrusión posible y establecer preguntas adecuadas de investigación”, observa.

El naufragio es el principal generador del yacimiento arqueológico relacionado con el océano. La autora explica que “el yacimiento relacionado con una catástrofe marina derivada en hundimiento de una embarcación es uno de los objetivos más extendidos de la arqueología histórica marítima y se aplica a contextos producidos por diversos eventos como el naufragio, el abandono, una catástrofe natural o restos de batallas en el mar”.

Conservación y divulgación para el futuro
La conservación del patrimonio subacuático y marítimo constituye un reto social y cultural que va de la mano de la propia concienciación y protección de los océanos. “Hasta el momento, no se han impulsado de forma suficiente las investigaciones sobre las implicaciones que para los ecosistemas marinos pueda tener la existencia de unos bienes culturales que yacen en el mar durante siglos”, reclama Ana Crespo. En estos casos, urge el desarrollo de proyectos interdisciplinares y un mayor compromiso por parte de los Estados y las instituciones y para lograrlo, “es fundamental la cooperación internacional, así como una mayor fluidez en los procesos burocráticos necesarios para la tramitación de permisos o la declaración de bienes de interés cultural en patrimonio protegido”, concluye.

Si nos fijamos en el territorio español, la arqueología marítima y subacuática sufre por la relativa falta de homogeneización, pues depende del modo en que cada comunidad autónoma protege y estudia el patrimonio histórico marítimo, costero, sumergido o intermareal. Tampoco existen centros oficiales de arqueología subacuática en todas las comunidades autónomas. Además, advierte Crespo, “se debe vigilar a toda costa que los bienes culturales (objetos y artefactos) derivados del patrimonio subacuático y marítimo se depositen, guarden y gestionen en instituciones científicas o en museos, con el fin de asegurar su preservación y estudio a largo plazo”. En este sentido, la experta resalta la importancia de que se fomenten planes de formación en patrimonio arqueológico subacuático desde la perspectiva de las leyes, pero en especial desde la arqueología científica propiamente dicha.

Sobre la autora: Ana Crespo Solana

Investigadora científica del CSIC, profesora honoraria en la Universidad de Gales Trinity Saint David (UWTSD) y miembro de diversas instituciones y organismos científicos, como la Academia Europea y la Red de Arqueología del CSIC (ArchaeologyHUB). Ha impartido conferencias y másteres especializados en Europa, América y Asia, y ha dedicado más de treinta años al estudio de las relaciones entre las sociedades humanas y el océano, la investigación interdisciplinar de las humanidades con las tecnologías de la información, la historia, la arqueología marítima y la defensa del patrimonio sumergido. Además, ha dirigido proyectos internacionales de investigación, como el programa internacional ForSEAdiscovery, así como otros dedicados al estudio de los pecios ibéricos en el marco de la Carrera de Indias de los siglos XVI al XVIII. Ha publicado ocho libros y más de 120 artículos en inglés y español.

3 de octubre de 2023

Los restos de ganado en un galeón hundido en Ribadeo explican la alimentación en el siglo XVI

El CSIC ha encontrado 78 huesos de animales, que dan cuenta de las fuentes de proteínas de la tripulación
Toma de medidas en el yacimiento del pecio Ribadeo I. | Christine Heamagi (MALtd), Proyecto ForSEAdiscovery-CSIC / Xunta de Galicia

En 1597, un galeón de guerra construido en Nápoles (Italia) naufragó en aguas gallegas. Este buque, el San Giacomo di Galizia, también conocido como Santiago, se hundió en el estuario de Ribadeo (Lugo), donde ahora el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) lidera su análisis, siglos después, con el objetivo de conocer cómo era la vida de sus tripulantes.

El yacimiento subacuático de los restos del Santiago, o el Pecio Ribadeo I, es un caso excepcional para estudiar un navío de guerra del siglo XVI en aguas territoriales españolas. La investigación de este pecio, que constituye un fragmento de una nave naufragada, ofrece una ventana al pasado, que permite conocer el ganado consumido por los marineros o el tipo de cerámica utilizada para almacenar agua y cómo se conservaban los alimentos.

Así, el equipo internacional liderado por el CSIC ha logrado reconstruir la historia del Santiago. Gracias al estudio de los artefactos sumergidos y la revisión de documentos históricos y análisis espectroscópicos, los investigadores se aproximan como nunca a las actividades ocurridas a bordo del navío, durante su breve periodo de servicio en la Armada española, desde su construcción en un astillero de Nápoles alrededor de 1590 hasta su naufragio en 1597.

La investigación, coordinada por las científicas Ana Crespo Solana y Marta Moreno García del Instituto de Historia (IH-CSIC), y Sagrario Martínez Ramírez, del Instituto de Estructura de la Materia (IEM-CSIC), ambos pertenecientes al CSIC, ha presentado los resultados recopilados en la revista Heritage. En este número monográfico especial ahondan en la cultura material y la vida a bordo de barcos de los siglos XVI al XIX y ofrecen una visión más amplia de las interacciones del entorno marino.

De acuerdo con la nueva publicación, este naufragio y otros de la misma época representan un valioso patrimonio histórico-arqueológico que ha recibido una atención limitada desde la perspectiva de la investigación subacuática, cuyo estudio proporciona «nuevas perspectivas sobre los contextos históricos y materiales de los siglos pasados», en palabras de Crespo.

La científica, especializada en historia y arqueología submarina, subraya que estos estudios «ofrecen una riqueza de datos significativos sobre la cultura material de la época, las dinámicas a bordo, las prácticas marítimas, las redes comerciales, los comportamientos y los conocimientos náuticos, así como el subsiguiente desarrollo y transformación de los sitios arqueológicos, los cuales se convierten en cápsulas históricas del tiempo». Ella lideró el proyecto europeo ForSEAdiscovery, que llevó a cabo la excavación subacuática entre 2012 y 2022. Actualmente, el trabajo continúa bajo la dirección de Miguel San Claudio Santa Cruz, arqueólogo de la Xunta de Galicia.

La gastronomía en un galeón de guerra
El estudio de los 78 huesos recuperados a bordo del Santiago revela, según el análisis arqueozoológico del Laboratorio de Arqueobiología de IH-CSIC, que los restos corresponden a diferentes porciones cárnicas, como vacas, corderos, cerdos, un ganso e incluso merluza.

Esto sugiere el papel fundamental del ganado como fuente primaria de proteínas para la tripulación. Según Moreno, el mayor número de desechos de vaca frente a las otras especies apunta a que el vacuno fue una fuente importante de proteínas para la tripulación. Además, la identificación de partes de animales con menor valor cárnico, como cráneos y extremidades distales de las patas, plantea la posibilidad de que se transportara ganado vivo para su posterior procesamiento a bordo.

Los patrones en la carnicería, como la frecuencia y ubicación de marcas de troceado en porciones pequeñas y manejables, indican a los científicos que los métodos de cocción más habituales eran la ebullición y el guiso. Además, los datos de envejecimiento denotan el probable consumo de carne tierna de vaca y cordero, indicando diferencias entre la alimentación de los oficiales de alto rango y el resto de la tripulación.

Por último, la recuperación de un tarsometatarso de ganso, un hueso sin rendimiento cárnico, supondría la presencia de aves de corral vivas a bordo, mientras que una vértebra de merluza se relacionaría con la provisión de pescado seco.

La cerámica, clave en el almacenamiento
Los análisis arqueométricos y químicos de las cerámicas, artefactos y restos óseos de fauna del yacimiento, han permitido a Ramírez, especialista en materiales del IEM-CSIC, reconstruir el itinerario de navegación del galeón. A través de la combinación del registro arqueológico con la documentación histórica, ahora se puede afirmar que el buque partió de Nápoles y pasó por Cádiz y Lisboa antes de hundirse en Galicia.

La cerámica se ha revelado como uno de los hallazgos más comunes, seguida de la madera y la piedra. Principalmente de manufactura portuguesa, estas vasijas no cumplían primordialmente funciones culinarias, sino de almacenamiento de agua y conservación de alimentos durante las extensas travesías marítimas. Además, «el estudio de las cerámicas y algunas piezas metálicas apuntan a diferentes técnicas de producción y a una importante cadena de conocimientos y mano de obra en su elaboración», detalla Crespo.

Las muestras se analizaron desde el punto de vista químico y mineralógico utilizando diferentes técnicas instrumentales en el IEM-CSIC, lo que ha permitido determinar dos tipos de cerámicas cocidas a diferentes temperaturas (<800ºC y >900ºC). Las primeras se relacionan con jarras para almacenar aceite, mientras que las segundas corresponden a piezas de vajilla, lo que confirmar la presencia de cerámica vinculada a la vida cotidiana a bordo de un barco militar.
Construcción naval mediterránea

En el monográfico también se publican los resultados de una intervención arqueológica del CSIC en el pecio de Mortella II, en 2021, que se realizó como complemento de la excavación del pecio del Mortella III efectuada entre 2010 y 2019, y al que está históricamente vinculado.

Ambos barcos eran mercantes genoveses que navegaban juntos y que se hundieron en 1527, en el contexto del séptimo conflicto italiano de la guerra entre Francia y España.

La revista recoge los principales resultados de las líneas de investigación sobre construcción naval y artefactos (anclas y artillería), del Renacimiento. La excavación de los pecios de la Mortella II y III fue dirigida por Arnaud Cazenave de la Roche y Ana Crespo.
(Fuente: The Objective)