El historiador Serafín Fanjúl García en su ingreso en la Real Academia de la Historia. |
Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y nacido en Lugo (1945), ha centrado sus investigaciones desde la década de los años noventa en Al-Andalus y las relaciones de este territorio con España, materia sobre la que ha escrito dos libros: "Al-Andalus contra España. La forja del mito" (2000) o "La quimera de Al-Andalus" (2004).
En su discurso, el nuevo académico denuncia "la idea edulcorada de un Al-Andalus exquisito, armónico e indiscutible remanso de paz", que se ha fraguado tanto en el mundo occidental como en el árabe.
Los hechos históricos revelan que, "al igual que en todas las comunidades de la Edad Media, la convivencia de las tres culturas (musulmana, cristiana y judía) era complicada, y la vida, dura", puntualiza, en declaraciones a Efe, el catedrático y también articulista de diversos medios de comunicación.
Había discriminación y opresión a las minorías tanto en la España cristiana como en Al-Andalus, en aspectos que van desde la indumentaria, hasta el desempeño de oficios o el uso de nombres, explica.
La idealización vino, por una parte, del mundo árabe, que alimentó el "recuerdo del paraíso perdido" justo después de la desaparición de Al-Andalus, "un escapismo natural para eludir la realidad" durante los siglos XVI y XVII, que ha continuado en los tiempos actuales con los movimientos "panarabistas".
En España, Al-Andalus fue idealizada literariamente por los prerrománticos y los románticos, y en el siglo XX por corrientes políticas que han revitalizado "el movimiento andalucista" buscando una identidad diferenciada, prosigue.
Pero, a juicio de Fanjul García, "la presencia árabe en España es escasa", y cita como ejemplo los dos puntos de referencia de los que siempre se habla: el flamenco -que aparece a finales del siglo XVIII- y el léxico -en el que perviven 3.000 palabras de origen árabe en el castellano, la mayoría en desuso, y 2.000 topónimos-.
"Las apariencias engañan y hay que remitirse a los hechos históricos para no sacar conclusiones superficiales", afirma el catedrático, quien reconoce que "no es fácil luchar contra clichés" pero que ya hay otros historiadores que se pronuncian en esta misma línea.
(Fuente: La Razón)