El hallazgo se ha producido durante las obras de un complejo residencial en Artillería. El espacio ya ha sido estudiado por expertos que han llevado a cabo una excavación previa. Desde esta instalación partían aceites, vinos o garum en ánforas fabricadas en Cádiz.
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| Las ánforas, fabricadas en Cádiz, fueron reutilizadas como base del pantalán del embarcadero, reforzando la estructura de madera. |
Importante hallazgo revelado en Sevilla: los restos de un embarcardero romano del siglo I d.C., con unos 2.000 años de antigüedad, ni más ni menos. El descubrimiento revela una compleja red portuaria vinculada al antiguo comercio de Híspalis. En el lugar donde navegaban barcazas cargadas de garum, vino y aceite, hoy se proyectan bloques de una promoción. El solar, situado entre las calles José María Moreno Galván, Jiménez Aranda y el propio puente, fue durante años un terreno baldío. En 2022, la promotora adquirió las antiguas naves militares de Santa Bárbara para levantar más de 300 viviendas. Sin embargo, la excavación arqueológica previa, dirigida por Florentino Pozo y Rosa Gil, ha sacado a la luz un paisaje muy distinto: canales, ánforas rotas, maderas podridas y el rastro de una infraestructura portuaria romana que conectaba con el río Betis, el actual Guadalquivir.
Bajo los restos industriales de los siglos XVI y XVII —cenizas, carbones y escoria de la vieja fábrica de artillería— los arqueólogos hallaron niveles de limo que delatan antiguas inundaciones. Se produjo un colapso de los terrenos, fueron inundados y se generó una sedimentación bastante importante, explican los expertos que han trabajado con Abu. Bajo ese barro, intactos durante casi dos milenios, aparecieron los restos de un sistema de canales navegables de casi cinco metros de ancho y tres de profundidad, diseñado para mover mercancías en barcazas o ‘scaphas’.
Por esos canales circulaban ánforas cargadas de aceite, vino o garum, un condimento romano hecho de salazones que se exportaba a todo el Imperio. Las ánforas, fabricadas en Cádiz, fueron reutilizadas como base del pantalán del embarcadero, reforzando la estructura de madera. “Tal y como se ve en las imágenes, parecen colocadas hace dos días, pero son del siglo I”, describe Pozo.
Pero el proyecto romano también terminó bajo el agua. Las mismas inundaciones que lo sepultaron dejaron sobre el terreno una capa de barro de casi un metro, sellando su historia hasta hoy. Más tarde, el espacio se reutilizó como cementerio, y siglos después fue expoliado: los ladrillos y materiales de los antiguos muros se aprovecharon en nuevas construcciones. “Sevilla tiene siempre hambre de elementos constructivos porque no tiene cantera de piedra”, recuerda Pozo.
La ciudad, “construida en el peor sitio, por lo insalubre e inundable”, sigue edificándose sobre sus propias ruinas. Bajo el futuro Residencial en Artillería quedan sepultados los restos de una Sevilla anfibia, donde el comercio, el fango y el olvido se mezclan en una historia que vuelve a ser enterrada por la modernidad.

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