google.com, pub-4869754641634191, DIRECT, f08c47fec0942fa0 La Bitácora de Jenri

9 de junio de 2011

Pecios con cinco siglos de antigüedad descansan en aguas del puerto de Tenerife

La carencia de trabajos sistemáticos de arqueología subacuática en el litoral chicharrero ha imposibilitado llevar a cabo una valoración de conjunto del patrimonio histórico sumergido.
La investigación marina contratada por la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife para el informe de impacto ambiental de la futura estación marítima de cruceros, establece que la existencia de "verdaderos yacimientos arqueológicos sumergidos" está más que contrastada tanto en el interior del puerto de Santa Cruz como en sus inmediaciones y critica que ninguna institución haya realizado los trabajos necesarios para conocer, valorar y proteger este patrimonio histórico.
Una de las piezas encontradas en el estudio en aguas de Tenerife.

Los arqueólogos que participan en el estudio aseguran que los restos "están encuadrados entre los siglos XV y XX". Indican que la carencia de trabajos sistemáticos de arqueología subacuática en el litoral chicharrero ha imposibilitado llevar a cabo una valoración de conjunto del patrimonio histórico sumergido, no sólo a nivel cuantitativo, sino también sobre el estado de conservación y su relevancia como documento histórico.

Añaden que el conocimiento sobre la presencia de restos subacuáticos en Santa Cruz, y en el resto de la Isla, se ha fundamentado solo en la aparición de "hallazgos fortuitos" y que la mayoría de los estudios han surgido de prospecciones subacuáticas vinculadas a informes de impacto de determinados proyectos de infraestructuras costeras.

Es lo que ha pasado precisamente en la zona en la que Puertos prevé construir la futura estación marítima para cruceros, una plataforma ganada al mar en el dique Sur. Gracias a la elaboración del informe de impacto ambiental para este proyecto, la empresa adjudicataria descubrió "varias anomalías" que corresponden a restos sumergidos relacionados con pecios, es decir, con naves o barcos que han naufragado, pero que tampoco pueden identificarse o valorarse por falta de datos y trabajos arqueológicos en la costa.

Se trata en concreto de la zona externa del muelle sur del puerto de la capital, donde arriban los cruceros, en el sentido paralelo a la dársena de Anaga, que comprende un rectángulo de aproximadamente 10 hectáreas. En ella la empresa detectó, "al menos, seis anomalías geofísicas relativamente aisladas, las cuales podrían estar formando parte de uno o de varios pecios".

Específicamente en la parte en la que se construirá la estación marítima, en la más afectada por las obras, se han localizado dos enclaves. "Están situados en las inmediaciones de la escollera, posados sobre un fondo de arena homogéneo y a unos 35 metros de profundidad", según se establece en el estudio. 

La primera anomalía corresponde a un amasijo metálico, de tendencia horizontal, que pudiera ser parte del casco de una pequeña embarcación, probablemente empleada en la carga y descarga en los puertos. Pero el mal estado de conservación, así como los numerosos bloques de pequeño y mediano tamaño ubicados en su interior –"que podrían indicar el hundimiento intencionado, práctica muy frecuente en el ámbito portuario"–, impiden precisarlo, tal y como señala la investigación. Sus dimensiones son de 10 metros de largo por 7 de ancho.

La segunda anomalía presenta unas dimensiones mayores, 16 metros de largo por 9 de ancho, y está situada a 34 metros de profundidad. "A simple vista, se conforma como un amasijo metálico, de tendencia troncocónica, con tuberías y cables metálicos en sus proximidades. Posiblemente corresponda a parte del entramado de una grúa usada en las labores portuarias", indican los arqueólogos del estudio de la empresa contratada por la Autoridad Portuaria.

El hallazgo de estos vestigios marinos han obligado a Puertos a trasladar 35 metros la futura estación marítima de su ubicación inicial, de manera que también el resto de pecios que se han detectado por la zona (un total seis anomalías) queden fuera del ámbito del proyecto. Además, la Autoridad Portuaria deberá balizar como medida preventiva el perímetro del pecio más próximo al ámbito de actuación, situado a 15 metros, y se tendrá que llevar a cabo un seguimiento por personal especializado de las obras en los puntos cercanos al perímetro de protección, "con el fin de evitar posibles desprendimientos de bloques sobre los restos identificados".

Pero no son éstos los únicos restos que se encuentran en el litoral capitalino, según lo aseguran los arqueólogos del estudio, a pesar de que esta investigación solo se hiciera para la zona de la futura estación marítima.

"La existencia de repertorios arqueológicos submarinos queda totalmente contrastada. Queda evidenciada en la documentación por los diversos hundimientos, ataques de piratas y sucesos varios que jalonan la historia del puerto de Santa Cruz, en el que la gesta de 1797 aparece como elemento más emblemático. Además, en el puerto de la capital se centralizaba la actividad comercial del Archipiélago hacia Europa, África y América desde finales del siglo XV en adelante", se explica en el estudio.

Los responsables de la investigación lamentan que aunque existen numerosas referencias directas e indirectas de la presencia de pecios en toda la zona del puerto, estos no se encuentren localizados ni, hasta el momento, se ha realizado estudio arqueológico sistemático alguno. Por esta razón no se puede proceder a la identificación, localización o evaluación de los mismos sin una actuación directa en la zona, añaden. 

"Un estudio sistemático de todos los restos ubicados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife puede suponer no sólo una solución rápida y efectiva a su gestión futura y actual, sino también una aportación muy interesante a la historia de la navegación insular, así como de la propia historia del puerto, de la ciudad y de la Isla".

8 de junio de 2011

En aguas de Rande y Corcubión habrá en julio catas arqueológicas


Las inmersiones de buzos servirán para comprobar el estado de los pecios.
La Consellería de Cultura ha adjudicado trabajos de prospección arqueológica subacuática en Rande (ría de Vigo) y en la ría de Corcubión a los arqueólogos Javier Luaces y Miguel San Claudio, respectivamente. Estas contrataciones se enmarcan en el plan de elaboración de la carta arqueológica subacuática de Galicia, y cuentan con la colaboración del Ministerio de Cultura, que aportará 60.000 euros. 
Los sistemas geofísicos fueron utilizados en el 2007 y el 2008
 para localizar más de 20 posibles pecios.
Sin embargo, la Xunta ha dejado de momento aparcada la adjudicación de las prospecciones en la costa de Lugo, también incluida en el convenio firmado entre el Ministerio de Cultura y la Xunta. Cada uno de los dos equipos arqueológicos contratados contará con un presupuesto de cerca de 25.000 euros. Miguel San Claudio y Javier Luaces comenzarán a trabajar en julio, en fechas que se concretarán en función del tiempo.

En Rande, Javier Luaces deberá comprobar los más de 20 posibles pecios localizados en el 2007 y el 2008 con sistemas geofísicos, así como valorar su estado de conservación, para lo que contará con inmersiones de buzos. Fruto de aquella campaña son las imágenes georreferenciadas que permitieron intuir por primera vez cómo son algunos de los pecios de la zona. Rande cuenta con una de las zonas más ricas arqueológicamente de la costa gallega debido a la batalla que allí se disputó en 1702.
Litografía del SS Great Liverpool, naufragado
 en la Ría de Corcubión en 1846.


Miguel San Claudio indicó que buscarán nuevos yacimientos y documentarán los ya conocidos en la ría de Corcubión. En esta zona se encuentra el S.S. Great Liverpool, el primer crucero de turistas de la historia, que aún conserva importantes atractivos. 


Creación de un centro subacuático 
La anterior conselleira de Cultura, Ánxela Bugallo, anunció en su momento la creación de un centro de arqueología subacuática que estaría ubicado en el Museo do Mar de Vigo y que tendría como principal objetivo centralizar todas las acciones relacionadas con la materia. Este tipo de instituciones existen en otras comunidades, como en Andalucía, con grandes resultados y ha sido recomendado desde el Plan Nacional de Protección del Patrimonio Arqueológico Subacuático. De momento, la consellería solo ha acondicionado una parte del Museo do Mar para tratar y conservar los restos arqueológicos hallados en el litoral.
(Fuente: La Voz de Galicia)

Cincuenta y seis yacimientos subacuáticos de Andalucía ya tienen protección BIC

Algunos autores estiman que sólo en el Golfo de Cádiz pueden existir 800 pecios.
Un total de 56 zonas subacuáticas andaluzas gozan de la calificación de Bien de Interés Cultural (BIC) y otras 42 están protegidas con la denominación de "servidumbre arqueológica", según ha explicado el consejero andaluz de Cultura, Paulino Plata.
La mayor parte de las zonas protegidas están entre
 Sanlúcar de Barrameda y Tarifa.

La mayor parte de estas zonas subacuáticas se hallan entre Sanlúcar de Barrameda y Tarifa, en la costa gaditana, que registra un total de 31 zonas calificadas BIC, según la información aportada por Plata a la comisión parlamentaria de Cultura.

El consejero explicó que los trabajos del Centro de Arqueología Subacuática, cuya sede se encuentra en el edificio del antiguo Balneario de la Palma, en la gaditana playa de La Caleta, cuentan con la colaboración del Ministerio de Defensa y del Instituto Español de Oceanografía, mediante un convenio suscrito al efecto.

El consejero señaló que la riqueza arqueológica subacuática es tal en Andalucía que algunos autores han calculado en 800 el número de pecios existentes sólo en el Golfo de Cádiz.

Según datos de la Consejería de Cultura, los BIC subacuáticos se distribuyen, además de los 31 de Cádiz, en diez en Huelva, seis en Málaga, cuatro en Almería, dos en Granada, mientras que las tres provincias interiores de Andalucía cuentan con uno cada uno.
(Fuente: EFE)

7 de junio de 2011

Tesoros de la Tarraco sumergida

El hallazgo del sarcófago de Hipólito abrió la veda de medio siglo de descubrimientos y expolios. Los restos romanos pueblan toda la costa, en especial Cap Roig o el Miracle. Localizarlos es el reto
Cuando en 1951 unos pescadores encontraron en la Punta del Miracle el sarcófago de Hipólito, ahora exhibido en el Pretori, la Tarraco sumergida empezó a ver la luz. Arrancaron entonces décadas de descubrimientos y expolios que han durado hasta hoy, cuando los desafíos de seguir encontrando material siguen en marcha. Casi más que nunca.
En las costas tarraconenses todavía queda abundante patrimonio romano, localizable a través de escáneres de barrido lateral. «Hay que ser conscientes de esa riqueza patrimonial que hay bajo el agua. La podríamos comparar en gran parte con los restos que tenemos en tierra», cuenta Rafael Pérez, técnico en arqueología submarina. Como siempre, la financiación se erige en el gran problema, y hay que seguir confiando en métodos tradicionales, véase las indicaciones de los pescadores, claves para dar con estos hallazgos.
Una excavación arqueológica subacúatica, en una zona
que quedó al descubierto a raíz de un temporal de levante.
 Foto: Rafael Pérez
Ellos, buenos conocedores del mar, se han convertido en colaboradores de arqueólogos. Una red enganchada en un objeto bajo el agua daba la pista, aunque a veces ha habido que luchar contra la indiferencia o la escasa cultura arqueológica de los pescadores y de la sociedad en general, sobre todo a mitad del siglo pasado.  «A lo mejor se encontraban alguna ánfora y no se daba valor a aquello. O se rompía o se regalaba…», explica Rafael. Otro hito llegó en los 50: las 23 columnas romanas encontradas, también por pescadores, en la playa del Miracle. No todas se conservan.
Más allá de estos grandes yacimientos, la costa tarraconense ha seguido arrojando en los últimos cincuenta años numeroso material: cerámicas, vidrios, monedas o hasta cascos romanos, según algunas fuentes. Ahora, la atención se focaliza en la llamada zona Carbuncles, un fondeadero –donde esperaban los barcos antes de entrar en el puerto romano–, que abarca un semicírculo ficticio comprendido entre la mitad de la playa del Miracle y la mitad del puerto. «Allí los barcos esperaban a que se les diera la orden para poder entrar», cuenta Rafa. El traslado de una embarcación a otro o alguna tormenta imprevista podían dar al traste con la carga, que acababa yaciendo en el fondo del mar.
También en la zona de la escullera, cerca de donde realizan inmersiones los miembros del SES (Societat d’Exploracions Submarines de Tarragona), se localizaron dos anclas enormes. «Son hallazgos que están muy cerca de donde la gente nada, por ejemplo». Un vídeo grabado en el año 74 en la zona de Carbuncles mostró todo el abundante material que quedaba: desde vajillas hasta ánforas enteras de vino, bien conservadas. La pillería de la época hizo su agosto a través de expolios, ahora impensables, dada la vigilancia costera actual.
Sin embargo, las pérdidas son irreparables. Para los arqueólogos la sustracción del más mínimo objeto supone un doloroso trámite. «Lo que interesa no es el material en sí, sino toda la información que eso nos aporta. A través de unas ánforas podemos conocer el tipo de comercio, las líneas comerciales, el material que se transportaba, las rutas…», confirma Rafael. La joya de la corona es encontrar un pecio, denominación que reciben los restos de un barco o de su carga. «La cantidad de información que te puede dar un pecio es enorme, porque encuentras el material todo unido, a diferencia de los restos terrestres. El yacimiento subacuático te ofrece muchos más datos, a pesar de la acción que ha podido hacer el mar durante miles de años», añade.
Un ‘tesoro’ de esa índole se esconde a 60 metros bajo la superficie frente a la costa de Roda de Barà. El llamado ‘pecio de Barà’ llegó a contener 10.000 ánforas. La profundidad hace que la temperatura del agua sea más baja y la conservación de la madera mucho mejor. Ese material se localizó en su momento pero ahora está abandonado.
Dado que es imposible realizar una inmersión eficaz para recuperar material, la única opción es que el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya lleve a cabo una operación allí, algo poco probable, al menos ahora, en tiempos de crisis. Los restos romanos pueblan toda la costa tarraconense: desde el Delta hasta la capital –donde los procesos de dragado en las ampliaciones del puerto dejaron al descubierto variado material– pasando por Salou y por el Cap Roig, en L’Ampolla, donde se dio un fenómeno curioso. «Es un punto de referencia porque era un buen abrigo. En Tarragona no había muchas calas que te protegieran  de levante y tramuntana».
Con tanto tránsito de barcos –el puerto de Tarragona era potentísimo ya en época romana y la navegación el principal transporte–  eran habituales las encerronas de la meteorología, bien porque no había un rincón para guarecerse, bien porque el viento se giraba en contra. En estas condiciones, los naufragios estaban a la orden del día y, por tanto, la posibilidad de seguir hallando tesoros es firme.
Los expertos creen que hay mucho material por rescatar, aunque la llave la siguen teniendo los pescadores. «Son la principal fuente de información para los arqueólogos. Estoy seguro de que casi cada día detectan cosas. A veces falta esa complicidad con los arqueólogos, esa colaboración que nos sería muy útil. Los pescadores son los que pasan cada día en el mar y conocen lo que puede haber debajo. Deben tomar esa consciencia porque, al fin y al cabo, es por un beneficio de todos, de los tarraconenses, en este caso».
La misma consciencia que debe tener el puerto en posibles ampliaciones para cuidar esta impagable Tarraco sumergida. «El patrimonio que queda es incalculable», dice Rafa, que aclara: «He visto a gente que usaba ánforas como paragüeros, sin ser consciente del valor que tenía aquel objeto»; un objeto que es muchísimo más: un pedazo de historia, un trocito de Tarraco que nada tiene que envidiarle a un insigne rincón del anfiteatro o del circo.

5 de junio de 2011

La ciudad árabe de Medina Siyäsa: olvido y abandono en Murcia

Los restos de la esplendorosa ciudad medieval de Medina Siyâsa, en Cieza (Murcia) que según los expertos es el despoblado islámico más importante de Europa occidental, pasan por su peor momento desde que fueran descubiertos accidentalmente en 1982 en el transcurso de unas excavaciones que una empresa realizó en la zona en busca de petróleo.  
Aspecto actual de las ruinas de Medina Siyäsa.

Merecidamente, el asentamiento andalusí encabeza el catálogo de vestigios musulmanes de su época dentro de la Península Ibérica. Sin embargo, los trabajos que la Comunidad Autónoma murciana ha realizado en más de 20 años se limitan a pequeños parcheos realizados, en su mayoría, por estudiantes subvencionados por la Unión Europea. 

Para observar el franco deterioro por el que atraviesan estas ruinas, basta con ascender hasta la ladera del cerro del castillo de La Atalaya de Cieza para hacerse eco de un aparente estado de abandono en su conservación. Derrumbes y matorrales crecidos ofrecen una imagen deplorable, que debiera ser subsanada con inmediatez por respeto a la joya del vasto legado histórico ciezano y cuyo pecado capital radica, al parecer, en que no se sitúe en otras latitudes regionales mejor miradas por la Administración.  
  • Medina Siyäsa llegó a tener casi 800 viviendas y 4.000 habitantes
Desde hace varios años, debido al lamentable estado de conservación de Siyâsa, las visitas se circunscriben sólo al tránsito por las calles e interior de la casa número 6 de las excavadas, y que es la mejor consolidada. Las visitas sólo se pueden realizar previa solicitud en la Oficina de Turismo o en el Museo de Siyâsa (del 1 de octubre al 30 de junio). Las solicitudes se hacen por grupos. Las personas individuales deben apuntarse en una lista en la Oficina de Turismo y cuando la misma forma un grupo de número suficiente se les avisa para realizar la visita, generalmente en sábado por la mañana.

La lluvia y el viento, implacables
El yacimiento sólo se ha excavado, en los últimos siete años, en espacios de calle cuyo suelo es de tierra y las paredes son de mampostería y no están finamente enlucidas. De esta manera se evita el deterioro de la exposición a los agentes meteorológicos de pavimentos o paredes de viviendas.

Las viviendas, excavadas entre 1982 y 1988, bajo la dirección de Julio Navarro, sufren continuos deterioros por las lluvias y el viento, así como puntualmente por las personas que se internan en la zona excavada del yacimiento a través de una valla deteriorada que permite el acceso fácil de visitas incontroladas. 

El pisoteado de los muros (muchos de ellos de tierra) hace gran daño al yacimiento. Afortunadamente, la labor de concienciación ciudadana realizada durante las visitas guiadas ha puesto fin a los ataques vandálicos que no se han repetido en el yacimiento y que tumbó muros y registró grafitis en las paredes de las ruinas.

Se tiene previsto, en el proyecto presentado por el arquitecto Francisco Javier López al Consorcio de los Almadenes, cubrir dos de las viviendas para evitar el avance de su deterioro pero no tenemos noticias de cuándo darán comienzo las obras ni si se consolidará el resto de espacio.

4 de junio de 2011

El yacimiento carpetano de Santorcaz (Madrid) ya tiene la declaración de BIC

La Comunidad de Madrid ha aprobado la declaración del yacimiento arqueológico del Llano de la Horca en Santorcaz y su entorno como Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Zona Arqueológica.
Vista aérea del yacimiento del Llano de la Horca, en Santorcaz (Madrid).
El objetivo es proteger este espacio dado el interés histórico, científico, educativo y ecológico del yacimiento y su entorno. Esta resolución culmina el proceso que se había iniciado el pasado octubre de 2010, con la incoación del correspondiente expediente por parte de la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno regional.

El Yacimiento del Llano de la Horca, en Santorcaz, es el asentamiento protohistórico mejor investigado y conservado de la Comunidad de Madrid por lo que resulta preciso otorgar la máxima protección determinada por la Ley, mediante la categoría de Zona Arqueológica, así como proseguir los trabajos de investigación y restaurar y acondicionar el poblado para la visita pública. La extensión de la zona declarada BIC es de 49 hectáreas.

Las tierras circundantes servían para las actividades agrícolas, pasto para la cabaña ganadera y coto de caza o pesca, un entorno más o menos amplio sobre el que ejercer sus funciones defensivas, comerciales o de abastecimiento.

En el entorno que se protege, que suma un total de 549 hectáreas, están catalogados nueve yacimientos arqueológicos, conserva la flora y la fauna autóctonas. Tan sólo el núcleo urbano de Santorcaz es ajeno a las actividades productivas antiguas, por lo que queda en su mayor parte excluido. Gran parte del entorno se encuentra ya protegido por la normativa municipal por sus valores ecológicos y agrícolas.

El asentamiento de Llano de la Horca fue construido por una población carpetana, que fue una de las etnias peninsulares que hallaron cartaginenses y romanos en sus respectivas conquistas. La ocupación principal del yacimiento se produce entre los siglos IV y I a.C. por parte de los carpetanos. Éstos aparecen en las fuentes históricas como aliados de los cartaginenses en la campaña de Aníbal y asociados con otros pueblos indígenas contra Roma. 

Así pues es un yacimiento con una carga histórica, fruto de la actividad del pueblo prerromano que ocupaba prácticamente toda la Comunidad de Madrid.

Por otro lado, el buen estado de conservación de calles, manzanas, viviendas y los depósitos arqueológicos lo convierte en un yacimiento con grandes aptitudes para su acondicionamiento como museo y divulgación, razones por las cuales se prevé la creación de un Parque Arqueológico en el yacimiento, siguiendo la función didáctica y social que la gestión del Patrimonio Histórico debe cumplir.

Sobre el asentamiento en el Llano de la Horca
El Llano de la Horca es un yacimiento de la Segunda Edad del Hierro que estuvo poblado entre los siglos III y I a.C. por los carpetanos, pueblo prerromano de la Península Ibérica, situado al sur de los celtíberos, que se extendían por los territorios que en la actualidad ocupa la casi totalidad de la Comunidad de Madrid y parte de los territorios de Castilla-La Mancha.
Trabajos en el Llano de la Horca.

El poblado tiene una superficie ocupada de cerca de 10 hectáreas y su área de influencia sería de entre 5 y 7 kilómetros. Se trataría de una comunidad urbana desarrollada, con algún tipo de jerarquía social, de creciente especialización “industrial” y con una población bastante densa.

El proyecto arqueológico de El Llano de la Horca se ha planteado desde el principio con dos objetivos fundamentales. En primer lugar, la excavación y estudio de una superficie significativa del poblado para lograr abrir una ventana a la vida cotidiana de una comunidad carpetana de finales de la Edad del Hierro, en vísperas de la conquista romana.
Denario prerromano encontrado en el yacimiento. 

El segundo es la creación de un Parque Arqueológico que permita visitar directamente el poblado descubierto -debidamente consolidado y presentado al público- y un Centro de Interpretación que se construirá en sus inmediaciones y permitirá ofrecer una visión completa del yacimiento y de la cultura carpetana.

(Fuente: Europa Press)

2 de junio de 2011

Descubren un santuario íbero del s.IV a.C. en un yacimiento de Villajoyosa (Alicante)

Las excavaciones que se llevan a cabo desde 2005 en el yacimiento ibero del Tossal de la Malladeta, en Villajoyosa (Alicante), han permitido localizar un santuario activo hasta el siglo IV A.C. y que estuvo abierto al culto a la Diosa Madre durante cinco siglos.
Desde 2005 se han realizado cinco campañas de excavaciones.
Los trabajos realizados apuntan también a que el santuario se destruyó por completo para construir un complejo de habitaciones que cubría toda la parte alta del cerro que, probablemente, conservó su carácter de lugar sagrado.
La Sección Municipal de Arqueología, Etnografía y Museos del Ayuntamiento de Villajoyosa está preparando la publicación de la memoria científica sobre las excavaciones.
La concejala de Cultura, Loli Such, ha explicado que “la memoria científica, que permite a los arqueólogos entender cómo fue cambiando el yacimiento y en qué momentos, se presentará a la Casa de Velázquez (Escuela Francesa de Arte y Arqueología en Madrid) este verano para su publicación internacional”. 

Según la edil, el manuscrito es el resultado final de un gran "sudoku arqueológico" de miles de piezas halladas en ciento noventa estratos arqueológicos como fragmentos de cerámica y de terracotas de la Diosa Madre, vasos de vidrio y otros objetos entre los siglos IV a. C. y I d. C. que se han ido encontrado a lo largo de las diferentes excavaciones en la Malladeta. 

Las investigaciones, iniciadas tras las primeras excavaciones en la zona en 2005, apuntan a que en la Malladeta hubo, desde el S. IV a. C. un santuario dedicado a la Diosa Madre que, siglos después, se destruyó por completo para construir un complejo de habitaciones que cubría toda la parte alta del cerro, y que probablemente mantuvo su carácter de lugar sagrado.

Más tarde, con el fin de la época íbera,  el complejo se abandonó, pero mantuvo el culto en la cima hasta que, con la concesión del título de ciudad (“municipium”) a Villajoyosa (Allon) en 74 d. C., se trasladó a nuevos templos en el nuevo foro romano.
Entre las piezas encontradas destaca esta cabeza humana.
Este trabajo de análisis y documentación corre a cargo de un equipo científico internacional, en el que participan el Ayuntamiento de Villajoyosa; la Université París X;  la Maison René Ginouvés (un Instituto de Investigación de Arqueología y Etnología del CNRS en París, dirigido por el prof. Rouillard, codirector del “Proyecto Villajoyosa Ibérica”) y el Área de Arqueología de la Universidad de Alicante. El proyecto está patrocinado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia en colaboración con el del Ayuntamiento de La Vila Joiosa.

Paralelamente, se han trasladado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid, un grupo de terracotas de la Diosa Madre, para ser analizadas mediante difracción de rayos X (DRX), con el fin de averiguar su procedencia desde diferentes lugares del Mediterráneo occidental. Estas estatuillas están siendo estudiadas por Jesús Moratalla y por la arqueóloga francesa Frédérique Horn.

 Por otra parte, los miles de fragmentos de cerámica de transporte (ánforas), mesa (platos, copas...), cocina (ollas, cazuelas, morteros...), despensa (tinajas...) o iluminación (lámparas de aceite) están siendo minuciosamente catalogados por Amanda Marcos, responsable de fondos museísticos del Museo de la Vila Joiosa, y Antonio Espinosa, director del museo y codirector del proyecto, con la colaboración de Marie de Jonghe, del equipo científico francés. Es un trabajo que requiere una alta especialización científica, para poder reconocer la procedencia y la fecha correctas de cada pequeño trozo de vasija de hace más de dos mil años.

31 de mayo de 2011

Santa Fe, la cristianización de los palacios musulmanes de Toledo

Nos encontramos ante una estructura ciclópea asentada en la roca y levantada con aparejo.Se trata de un modelo de factura islámica generalizado en el área peninsular en el siglo VIII
El conjunto conventual de Santa Fe en Toledo es producto de una serie de construcciones erigidas desde la ocupación musulmana hasta el siglo XX. Obras como la Capilla de Belén, con su bóveda califal, el ábside mudéjar de Santa Fe, el alfarje policromado, el Claustro isabelino o la Iglesia de Santiago, han hecho de éste un edificio emblemático en el que la documentación arqueológica realizada en los últimos años junto al proyecto de rehabilitación como ampliación del Museo de Santa Cruz ha permitido aclarar aspectos de sus fases constructivas y descubrir parte del aula regia islámica encuadrada a partir del siglo X, tal y como pone de manifiesto el trabajo arqueológico presentado por Fabiola Monzón Moya y hecho público en las actas de las III Jornadas de Arqueología de Castilla-La Mancha llevadas a cabo en 2007 en Toledo.
Las fases constructivas revelan los trazados urbanísticos en Toledo.

En dichas actas recuerda que la ciudad islámica se dividía en diferentes sectores: la alcazaba y la medina propiamente dicha, a los que se suman distintos arrabales. El recinto de la alcazaba, uno de los ingredientes básicos de su estructura urbana, ocupaba el ángulo noreste de la ciudad y estaba rodeado por una muralla conocida como al-Hizám o Ceñidor, y en época cristiana Alficén. En ocasiones, ésta fue aprovechada como cimiento de edificaciones posteriores, como el caso de Santa Fe, facilitando su conservación. La alcazaba cerraba el recinto del barrio residencial de los caídes y la guarnición protegiendo a su vez a la población con un dominio directo sobre el puente Alcántara, quedando organizada aprovechando el espacio aterrazado del terreno, al igual que sucedió en la ciudad palatina de Madinat al-Zahra’. 

En época califal, al-Hizám contó con dos puertas, la del Puente y la del Alcántara, aquella posiblemente coincidente con el actual Arco de la Sangre, ampliamente reformado después de la Guerra Civil. Durante el período taifa es posible que se añadiera un nuevo acceso para conectar con los palacios del rey al-Ma’mún situados en la parte noroeste del recinto, e hipotéticamente se ha planteado que la Puerta de Alfadá o de la Explanada pudiera coincidir con la travesía de Santa Fe.

En Santa Fe, este muro se utilizó como cierre exterior, quedando claramente visible en el sector occidental del edificio. Las últimas investigaciones realizadas han permitido constatar que nos encontramos ante una estructura ciclópea asentada en la roca y levantada con un aparejo asimétrico integrado por grandes bloques rectangulares e irregulares de piedra granítica colocados en la base verticalmente y en el alzado de forma horizontal, generando hiladas de 0,50 m y 0,80 m de altura. La amplia junta existente entre ellos queda disimulada con un enripiado de teja y pequeños cantos de granito. Por las características referidas, nos encontramos ante un modelo de factura islámica generalizado en el área peninsular hacia mediados del siglo VIII, o entre los siglos VIII-IX, una cronología que determina que ya en época emiral la alcazaba gozaba de una sólida estructura e identidad, aunque deba a ‘Abd al-Rahmán III su consolidación y ampliación tras la toma de Toledo en el año 932. 

La ciudadela integraba construcciones de carácter político y militar, y a su vez defendía el área palatina a la que se alude en diversas crónicas históricas. El primer palacio musulmán que consta en esta ciudad es el del muladí Amrus, construido en época de al- Hakám I en torno a finales del siglo VIII, posiblemente con tapial.
(Fuente: El Día Digital)