En las excavaciones, cuya memoria está sin publicar, hallaron 609 enterramientos y decenas de objetos religiosos y de ajuar
A principios de los años 30, Augusto Fernández de Avilés se percata de que en la inmediaciones del convento de Santa Catalina del Monte y de la ermita de San Antonio el Pobre, en La Alberca, hay un tesoro. En ese momento era director del Museo Arqueológico Provincial de Murcia. Muchos habían paseado o practicado el senderismo por ese lugar, pero Augusto fue el primero en darse cuenta de que bajo sus pies se escondía la mayor necrópolis ibérica de España.
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Museo Arqueológico de Murcia. |
Tras las prospecciones y las gestiones necesarias, las excavaciones sistemáticas comienzan en 1935 de la mano de Fernández de Avilés y de Cayetano de Mergelina, recuerda José Miguel García, director del Museo de la Universidad de Murcia y estudioso del yacimiento del Cabecico del Tesoro, que contiene la mayor necrópolis de la cultura ibérica de la Península.
En ese paraje de El Verdolay, que tanto sirvió a las familias murcianas de antaño para disfrutar de sus vacaciones veraniegas, se escondía todo un poblado íbero. «Era una sociedad protohistórica que vivió desde el 500 A. C. hasta la romanización» -sitúa José Miguel García-. Estaban asentados, ya que tenían comercio, agricultura, ganadería, cerámica torno y santuarios. Aquí tenían su poblado». La cultura ibérica se desarrolla por la influencia de pueblos colonizadores del Mediterráneo Oriental. «Era una sociedad muy agraria», sentencia José Miguel. «En esta época -prosigue- la mujer hacía prácticamente los mismos trabajos que el hombre. Estamos hablando de una sociedad agrícola y ganadera. Uno de los grandes problemas que tenían era que no había agua cerca, por lo que estaban obligados ir a por el agua andando muchos kilómetros. Aunque tenían su propio comercio, llevaban una vida muy dura». Los íberos habitaban unos poblados cuyo esquema político giraba en torno a una figura patriarcal. También encontramos diferencias de clases. «Por poner un ejemplo, las familias que tenían dinero, colocaban una escultura encima del enterramiento de su familiar para que quedara clara su posición social en el núcleo», descubre el estudioso.
Gratiniano, el excavador
Sin embargo, este poblado, según palabras del director del museo de la UMU, se ha conservado muy mal. La desidia ha ido de la mano del yacimiento. En estos momentos, el único resto que pueden visitar los ciudadanos es el del santuario de La Luz, pegado al Centro de La Luz, en El Valle. De momento, no podemos disfrutar de la necrópolis. «Es la más importante porque es la más extensa y la de materiales más ricos. Ha tenido la desgracia de no ser publicada nunca como tal. El principal excavador fue Gratiniano Nieto Gallo pero nunca llegó a publicar la memoria. Aunque hemos hecho muchos estudios parciales, nunca se ha publicado», lamenta José Miguel, que en los 80 quiso remediarlo.
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La dama de El Verdolay. |
Convencido de que el momento de publicar la memoria había llegado, el director del Museo de la UMU llevó a cabo un proceso de investigación para ver cómo eran las tumbas o para estudiar los restos óseos, que antes no se estudiaban. La investigación de José Miguel comenzó en 1989 y acabó en 1993. «Conocí al profesor Nieto en una conferencia y le pregunté si pensaba que allí quedaba algo. Como desde pequeño iba a El Verdolay, tenía controlado el perfil en el que ellos habían dejado de excavar. En cinco campañas, financiadas por la Comunidad Autónoma, saqué 12 enterramientos que nos han servido para conocer el tipo de tumbas o para ver ajuares», comenta José Miguel, que asegura que su memoria ya está escrita «pero que aún tiene que ser publicada».
Aunque Gratiniano Nieto encontró la mayoría de los restos, el director del Museo de la UMU no cejó en su empeño. «Nos encontramos con el problema de que el límite del cementerio se encuentra en espacio protegido de El Valle, pero con el permiso pudimos excavar y encontrar varios tesoros», asegura.
Gracias al trabajo de todos estos arqueólogos se pudo descubrir la necrópolis ibérica más importante de España. Un cementerio histórico donde los íberos daban descanso a sus iguales. «Cuando morían quemaban el cuerpo en una pira de dos metros, con sus armas. Tras esto, lo llevaban a la necrópolis. Allí se abría una fosa de un metro o metro y medio de longitud y se echaban los restos óseos con todo el ajuar funerario (broches, collares u otros complementos)», detalla con esmero José Miguel.
Uno de los datos que le dan tanta importancia al Cabecico del Tesoro es que allí se encontraron 609 enterramientos descubiertos de manera científica. La segunda razón es que cubre prácticamente todo el desarrollo de la cultura ibérica del sureste peninsular desde el 420 A. C. hasta aproximadamente el 90 ó 100 antes de Cristo. «Gracias a este yacimiento -anota el experto- podemos conocer toda la evolución de la cerámica, de las costumbres, del armamento e incluso de los productos de importación que venían de Grecia o de Italia».
Los íberos eran un pueblo detallista en cuanto a las decoraciones, en algunos casos extremadamente realistas. «En el Cabecico del Tesoro encontramos ajuares tardíos con las decoraciones zoomorfas y citomorfas. Son cerámicas más vistosas, con otras formas. El Verdolay te permite controlar la cultura íbera a través de la necrópolis».
«Es posible que quede algo»
Después de casi 40 años del hallazgo de la necrópolis más importante de la cultura ibera en España, no se esperan grandes novedades en la zona. «Tras las investigaciones, si queda algún enterramiento será muy suelto, ya que en nuestras últimas excavaciones en el monte, nos salía la roca de base en varias de las cuadrículas que hicimos. Es posible que haya quedado alguno sin desenterrar pero sería muy raro que el quedara fuera de la importancia del que se encontró», sospecha el director del Museo de la UMU que cree que es muy importante «haber conservado perfectamente todos los ajuares de los enterramientos».
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Santuario íbero de La Luz. |
Algunos de los restos del yacimiento del Cabecico del Tesoro reposan en el Museo Arqueológico de Murcia, como la Arpista de Terracota, la Dama de El Verdolay o el Kalathos de la tumba 500, entre otros. Una joya histórica enmarcada en uno de los paraísos naturales más antiguos y ricos de Murcia. En él podremos saber más de nuestros antepasados y conocer cómo se vivía en esa época. Un tesoro, que no todo el mundo conoce, pero que tenemos a un paso.