google.com, pub-4869754641634191, DIRECT, f08c47fec0942fa0 La Bitácora de Jenri: pecio
Mostrando entradas con la etiqueta pecio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pecio. Mostrar todas las entradas

8 de junio de 2011

Cincuenta y seis yacimientos subacuáticos de Andalucía ya tienen protección BIC

Algunos autores estiman que sólo en el Golfo de Cádiz pueden existir 800 pecios.
Un total de 56 zonas subacuáticas andaluzas gozan de la calificación de Bien de Interés Cultural (BIC) y otras 42 están protegidas con la denominación de "servidumbre arqueológica", según ha explicado el consejero andaluz de Cultura, Paulino Plata.
La mayor parte de las zonas protegidas están entre
 Sanlúcar de Barrameda y Tarifa.

La mayor parte de estas zonas subacuáticas se hallan entre Sanlúcar de Barrameda y Tarifa, en la costa gaditana, que registra un total de 31 zonas calificadas BIC, según la información aportada por Plata a la comisión parlamentaria de Cultura.

El consejero explicó que los trabajos del Centro de Arqueología Subacuática, cuya sede se encuentra en el edificio del antiguo Balneario de la Palma, en la gaditana playa de La Caleta, cuentan con la colaboración del Ministerio de Defensa y del Instituto Español de Oceanografía, mediante un convenio suscrito al efecto.

El consejero señaló que la riqueza arqueológica subacuática es tal en Andalucía que algunos autores han calculado en 800 el número de pecios existentes sólo en el Golfo de Cádiz.

Según datos de la Consejería de Cultura, los BIC subacuáticos se distribuyen, además de los 31 de Cádiz, en diez en Huelva, seis en Málaga, cuatro en Almería, dos en Granada, mientras que las tres provincias interiores de Andalucía cuentan con uno cada uno.
(Fuente: EFE)

7 de junio de 2011

Tesoros de la Tarraco sumergida

El hallazgo del sarcófago de Hipólito abrió la veda de medio siglo de descubrimientos y expolios. Los restos romanos pueblan toda la costa, en especial Cap Roig o el Miracle. Localizarlos es el reto
Cuando en 1951 unos pescadores encontraron en la Punta del Miracle el sarcófago de Hipólito, ahora exhibido en el Pretori, la Tarraco sumergida empezó a ver la luz. Arrancaron entonces décadas de descubrimientos y expolios que han durado hasta hoy, cuando los desafíos de seguir encontrando material siguen en marcha. Casi más que nunca.
En las costas tarraconenses todavía queda abundante patrimonio romano, localizable a través de escáneres de barrido lateral. «Hay que ser conscientes de esa riqueza patrimonial que hay bajo el agua. La podríamos comparar en gran parte con los restos que tenemos en tierra», cuenta Rafael Pérez, técnico en arqueología submarina. Como siempre, la financiación se erige en el gran problema, y hay que seguir confiando en métodos tradicionales, véase las indicaciones de los pescadores, claves para dar con estos hallazgos.
Una excavación arqueológica subacúatica, en una zona
que quedó al descubierto a raíz de un temporal de levante.
 Foto: Rafael Pérez
Ellos, buenos conocedores del mar, se han convertido en colaboradores de arqueólogos. Una red enganchada en un objeto bajo el agua daba la pista, aunque a veces ha habido que luchar contra la indiferencia o la escasa cultura arqueológica de los pescadores y de la sociedad en general, sobre todo a mitad del siglo pasado.  «A lo mejor se encontraban alguna ánfora y no se daba valor a aquello. O se rompía o se regalaba…», explica Rafael. Otro hito llegó en los 50: las 23 columnas romanas encontradas, también por pescadores, en la playa del Miracle. No todas se conservan.
Más allá de estos grandes yacimientos, la costa tarraconense ha seguido arrojando en los últimos cincuenta años numeroso material: cerámicas, vidrios, monedas o hasta cascos romanos, según algunas fuentes. Ahora, la atención se focaliza en la llamada zona Carbuncles, un fondeadero –donde esperaban los barcos antes de entrar en el puerto romano–, que abarca un semicírculo ficticio comprendido entre la mitad de la playa del Miracle y la mitad del puerto. «Allí los barcos esperaban a que se les diera la orden para poder entrar», cuenta Rafa. El traslado de una embarcación a otro o alguna tormenta imprevista podían dar al traste con la carga, que acababa yaciendo en el fondo del mar.
También en la zona de la escullera, cerca de donde realizan inmersiones los miembros del SES (Societat d’Exploracions Submarines de Tarragona), se localizaron dos anclas enormes. «Son hallazgos que están muy cerca de donde la gente nada, por ejemplo». Un vídeo grabado en el año 74 en la zona de Carbuncles mostró todo el abundante material que quedaba: desde vajillas hasta ánforas enteras de vino, bien conservadas. La pillería de la época hizo su agosto a través de expolios, ahora impensables, dada la vigilancia costera actual.
Sin embargo, las pérdidas son irreparables. Para los arqueólogos la sustracción del más mínimo objeto supone un doloroso trámite. «Lo que interesa no es el material en sí, sino toda la información que eso nos aporta. A través de unas ánforas podemos conocer el tipo de comercio, las líneas comerciales, el material que se transportaba, las rutas…», confirma Rafael. La joya de la corona es encontrar un pecio, denominación que reciben los restos de un barco o de su carga. «La cantidad de información que te puede dar un pecio es enorme, porque encuentras el material todo unido, a diferencia de los restos terrestres. El yacimiento subacuático te ofrece muchos más datos, a pesar de la acción que ha podido hacer el mar durante miles de años», añade.
Un ‘tesoro’ de esa índole se esconde a 60 metros bajo la superficie frente a la costa de Roda de Barà. El llamado ‘pecio de Barà’ llegó a contener 10.000 ánforas. La profundidad hace que la temperatura del agua sea más baja y la conservación de la madera mucho mejor. Ese material se localizó en su momento pero ahora está abandonado.
Dado que es imposible realizar una inmersión eficaz para recuperar material, la única opción es que el Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya lleve a cabo una operación allí, algo poco probable, al menos ahora, en tiempos de crisis. Los restos romanos pueblan toda la costa tarraconense: desde el Delta hasta la capital –donde los procesos de dragado en las ampliaciones del puerto dejaron al descubierto variado material– pasando por Salou y por el Cap Roig, en L’Ampolla, donde se dio un fenómeno curioso. «Es un punto de referencia porque era un buen abrigo. En Tarragona no había muchas calas que te protegieran  de levante y tramuntana».
Con tanto tránsito de barcos –el puerto de Tarragona era potentísimo ya en época romana y la navegación el principal transporte–  eran habituales las encerronas de la meteorología, bien porque no había un rincón para guarecerse, bien porque el viento se giraba en contra. En estas condiciones, los naufragios estaban a la orden del día y, por tanto, la posibilidad de seguir hallando tesoros es firme.
Los expertos creen que hay mucho material por rescatar, aunque la llave la siguen teniendo los pescadores. «Son la principal fuente de información para los arqueólogos. Estoy seguro de que casi cada día detectan cosas. A veces falta esa complicidad con los arqueólogos, esa colaboración que nos sería muy útil. Los pescadores son los que pasan cada día en el mar y conocen lo que puede haber debajo. Deben tomar esa consciencia porque, al fin y al cabo, es por un beneficio de todos, de los tarraconenses, en este caso».
La misma consciencia que debe tener el puerto en posibles ampliaciones para cuidar esta impagable Tarraco sumergida. «El patrimonio que queda es incalculable», dice Rafa, que aclara: «He visto a gente que usaba ánforas como paragüeros, sin ser consciente del valor que tenía aquel objeto»; un objeto que es muchísimo más: un pedazo de historia, un trocito de Tarraco que nada tiene que envidiarle a un insigne rincón del anfiteatro o del circo.

26 de mayo de 2011

Galicia retoma el censo de pecios sumergidos en sus costas

La Xunta reanudará este verano la búsqueda de pecios en Rande, Corcubión y Ribadeo
El primer barco de turistas de la historia, los fabulosos galeones de Rande o las naves de la segunda Armada Invencible son algunos de los objetivos de las prospecciones arqueológicas subacuáticas que ordenará realizar durante este año la Consellería de Cultura.
Arqueólogo submarino en las aguas de Rande.

Rande, Corcubión-Fisterra y Ribadeo son las áreas en las que intervendrá la Xunta, tras haber firmado un convenio de colaboración con el Ministerio de Cultura para desarrollar el Plan Nacional de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, cuya prioridad es realizar la carta arqueológica subacuática del litoral gallego.

En Rande se pretende continuar la labor iniciada en octubre del 2007 por el arqueólogo Javier Luaces, que entonces determinó con medios geofísicos treinta posibles pecios. Los encargados de la nueva investigación deberán bajar a los fangosos fondos de la ría de Vigo para verificar el mayor número posible de pecios y determinar si pertenecen a la Flota de la Plata, hundida en octubre de 1702 tras enfrentarse a una escuadra angloholandesa.

«Es la zona de Galicia con mayor número de pecios», afirma Miguel Sanclaudio para referirse a Corcubión-Fisterra. Este arqueólogo dirigió las últimas campañas subacuáticas en estas aguas, localizando media docena de pecios pertenecientes a la flota de Padilla, hundida en 1596 cuando se dirigía hacia Inglaterra. En estas aguas también descansa el casco del Liverpool, el buque británico considerado el primer crucero para turistas que operó en el mundo. «Queda mucho por documentar», dice el arqueólogo subacuático para referirse a estas aguas que conoce bien.

La tercera zona objeto de estudio es la costa de Lugo, que casi con toda probabilidad comenzará a ser estudiada por la ría de Ribadeo. Ignacio Crespo, de la empresa Argos, que localizó hace unos años un barco europeo del siglo XVI, cree que la costa lucense puede aportar grandes sorpresas porque hasta el momento no ha sido muy estudiada. «La navegación está documentada desde hace 5.000 años y en esta zona hay constancia de un puerto romano en Bares, por lo que si se estudiase a fondo podrían surgir sorpresas interesantes», dice Crespo. 

En un año de grave crisis económica este proyecto tan solo ha podido arrancar 60.000 euros de los presupuestos del Ministerio de Cultura y 15.000 de la Xunta. Sin embargo, la Xunta estudia otras posibilidades más económicas, como aprovechar los medios técnicos de la Armada española, algo que hizo el pasado año la Junta de Andalucía. 

A finales del pasado año, la Armada localizó un centenar de posibles pecios en aguas del golfo de Cádiz. En aquella ocasión, la campaña fue fruto de la colaboración con el Centro de Arqueología Subacuática de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Ministerio de Defensa.

La Xunta estudia ahora seguir estos pasos, aunque «cualquier intervención en este aspecto tendría que estar supeditada al criterio de los técnicos de Patrimonio», que serían los responsables de fijar los objetivos de actuación.

7 de mayo de 2011

Hallan restos de un galeón español del siglo XVI en el Caribe

Podría tratarse del "San Miguel" que naufragó en la zona en 1550 a causa de un huracán.
Hace cuatro meses comenzaron los trabajos de rescate y ya se tienen los primeros resultados de un hallazgo catalogado de primera importancia para la historia arqueológica dominicana: los restos de uno de los naufragios más antiguos del Caribe fueron encontrados en la costa norte del país, entre los cabos Macorís, en Puerto Plata; y Francés, en María Trinidad Sánchez.
Moneda encontrada en el pecio (Foto: deep Blue Marine).
Se estima que el pecio, como le llaman a los restos de un naufragio de interés arqueológico, data de la primera mitad del siglo XVI. 
Aunque no se aventuran a confirmar el nombre de la embarcación, Wilfredo Féliz, director nacional de Patrimonio Cultural Subacuático de la república Dominicana, dice que hay posibilidades de que se trate del galeón español San Miguel, que naufragó en la zona en 1550 impactado por un huracán.
Alejandro Selmi, director de Arqueología de Deep Blue Marine, la empresa estadounidense encargada de los trabajos,  sugiere que la fecha pudiera ser más reciente pero asegura que la gran sorpresa inicial de la exploración fue confirmar que la primera moneda encontrada fue acuñada en 1550.
Con sede en Utah, Deep Blue Marine mantiene desde 2010 una relación contractual con el Estado dominicano que le permite explorar dos puntos de la costa norte. La empresa, ha realizado exploraciones subacuáticas en el país desde 2007, una de las más importantes en la bahía de Samaná, donde trabajaron el naufragio del barco de guerra francés Le Scipion, hundido en 1782.
Bienes encontrados
La ONPCS ha confirmado que han sido encontrados alrededor de 700 objetos en el área del naufragio, entre ellos figuras de jade, joyas, piedras de balasta, figurines precolombinos de 2 y 3 pulgadas, cañones y alrededor de 500 monedas de plata y bronce.

Parte del tesoro encontrado en los restos del naufragio.
En declaraciones al diario británico Daily Mail, Deep Blue Marine informó que las miles de monedas que se encuentran en el fondo marino podrían valer millones de dólares. Esta información ha provocado que algunas publicaciones señalen que el conjunto de los bienes encontrados conforma el mayor tesoro hallado en aguas del Caribe.
VALOR HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO
Pese a lo importante del descubrimiento, para la Oficina Nacional de Patrimonio Cultural Subacuático (ONPCS) no es el más importante encontrado hasta la fecha. “Es un descubrimiento de primera importancia pero todavía no lo categorizaría como el más importante. Hemos descubierto galeones españoles (el Guadalupe, Tolosa, Inmaculada Concepción) con sus cargas completas que dan un vistazo de la vida en ese momento, no se trata de un concurso”, indica Wilfredo Féliz, su director.
De todas maneras, sigue, las investigaciones están en curso y no se ha establecido de qué embarcación se trata, aunque los indicios señalan que podría ser la española San Miguel.
De ser cierto, el arquitecto aclara que el tesoro del San Miguel fue rescatado por los propios expedicionarios del barco, por lo que sólo quedaron objetos que se perdieron durante el naufragio y que no pudieron ser sacados del agua.
“Por lo tanto, si es el San Miguel no va a ser un gran tesoro”, explica.
El punto exacto del naufragio del galeón se maneja con discreción por cuestiones de seguridad y para evitar interferencias durante las exploraciones, las que, según Alejandro Selmi, de Deep Blue Marine, se realizan siguiendo todas las directrices arqueológicas y científicas adecuadas.  
Todo material rescatado de las aguas dominicanas, además, se maneja y se trabaja en los laboratorios de la ONPCS.
“Las embarcaciones trabajan bajo supervisión directa nuestra. No pueden salir de puerto antes que lo aborde un oficial de la Marina de Guerra, que ha sido entrenado por nosotros para las labores de supervisión. Cuando están debajo del agua los acompaña este supervisor, que es el que lleva registro de lo que ellos van rescatando”, detalla Féliz.
La empresa americana Deep Blue Marine es la encargada de
rescatar los restos del naufragio.
CÓMO LO ENCONTRARON
El equipo de Deep Blue Marine pudo encontrar el punto exacto del pecio gracias a un pescador que vendía una moneda que había encontrado mientras buceaba. La empresa se dio cuenta que se trataba de una moneda muy antigua y le ofreció trabajo al pescador a cambio de que le mostrara dónde la había conseguido.
“Los más grandes descubrimientos arqueológicos comienzan con la intervención de alguien que no es arqueólogo; en el caso nuestro, los pescadores son los primeros que llegan a los naufragios”, señala Wilfredo Féliz, de la ONPCS.

14 de diciembre de 2010

El pecio fenicio de "La Campana" sigue sorprendiendo por sus descubrimientos

  • Hubicado en aguas de Murcia, data de hace mas de 2600 años, y transportaba colmillos
El hallazgo de barcos fenicios en las costas de Murcia, no acaba de deparar sorpresas. Así lo constatan desde hace tres años los arqueólogos que trabajan en los meses de verano en el pecio fencio de unos 15 metros de eslora hundido cerca de isla Farallón e isla Grosa, y cuya madera de casco data del siglo VII A C. Esta investigación financiada por la National Geographic Society y al mando del español Juan Pinedo Reyes y el estadounidense Mark Edward Polzer saca a la luz cada día nuevos datos sobre el pecio de "La Campana" un barco fenicio comercial que habría partido de Cádiz con destino a la costa mediterránea española con una carga de colmillos de elefantes africanos, piezas de cerámica, ánforas con  pescado, platos, lucernas, cuencos, urnas, ungüentarios, peines, ámbar. 
Un ancla bajo el lecho marino.

El Ministerio de Cultura colabora con personal del Museo de Arqueología Subacuática de Cartagena (ARQUA) en este estudio arqueológico en el que colaboran arqueólogos de numerosos países desde hace tres años, bajo la protección del Ministerio de Cultura y la Guardia Civil.

Mientras los conocidos pecios fenicios de Mazarrón I y Mazarrón II tienen un tamaño próximo a los 7 metros, el pecio La Campana, alcanza los 15 metros de eslora.

"Hemos documentado una parte mínima del yacimiento, por lo que las perspectivas para las siguientes campañas son inmejorables. Este yacimiento ya es de por sí uno de los mayores y más importantes hallazgos de la arqueología clásica en el Mediterráneo Occidental por la diversidad, riqueza y abundancia de los materiales que transportaba. Además, nos ofrece una visión única de las transacciones y del comercio marítimo fenicio", asegura el buzo y arqueólogo submarino Juan Pinedo al diario murciano La Verdad.

El Museo Arqua custodia ya en sus almacenes tanto materias primas, como cerámica, elementos suntuarios (de lujo) y alimentos. Los arqueólogos tienen ya más de una decena de colmillos de marfil de 70 a 150 centímetros de longitud procedentes de elefantes del norte de África ya extinguidos, con inscripciones en alfabeto fenicio; y más de 200 lingotes de estaño, muchos lingotes de cobre y piedras de galerna (plata y plomo).  
(Fuente: Bajoelagua.com)

21 de noviembre de 2010

La Armada de Venezuela explora los restos del navío español "San Pedro de Alcántara" hundido en 1815


Según fuentes de la televisión venezolana, el presidente Hugo Chávez ha instado a la Armada Bolivariana a impulsar las investigaciones en el campo de la arqueología submarina. En este sentido ya se han iniciado las investigaciones de los restos del San Pedro Alcántara, nave insignia de la expedición de Pablo Morillo, el cual naufragó cerca de Nueva Esparta a causa de un incendio y posterior explosión en el mes de abril de 1815.
El San Pedro Alcántara fue el barco de guerra más poderoso que surcó las aguas venezolanas durante el período de la Independencia de aquel país y fue catalogado como navío de línea de dos puentes con sesenta y cuatro cañones a bordo.
El general español Pablo Morillo.
La Tv de Venezuela refiere que en las tareas de verificación del naufragio están participando un grupo multidisciplinario conformado por historiadores, biólogos marinos, camarógrafos y fotógrafos subacuáticos y buzos especializados en rescate e investigaciones submarinas además de la colaboración de pescadores y buzos de la Isla de Coche.
"Durante seis días se han ejecutado un total de veinte inmersiones a más de veinte metros de profundidad para realizar mediciones, levantar las cuadrículas de geoposicionamiento del naufragio y tomar imágenes de los restos del navío a fin de preservar el patrimonio subacuático de la nación", explica el director de Acervo y Estudios Históricos Navales de la Armada Bolivariana.
  • El vicealmirante Haroldo Rodríguez recuerda que cuando vio por primera vez el navío quedó muy impresionado al ver un barco construido en 1788 que pertenecía a los españoles y representaba para nuestro país un asunto histórico.


Las labores de investigación, planificación, coordinación y ejecución de la expedición, fueron responsabilidad de la Dirección de Acervo y Estudios Históricos Navales, adscrita al Estado Mayor General de la Armada Bolivariana, a través de la estructuración del Grupo de Tarea GT 17.1 conformado por el remolcador de altura AB Almirante Francisco de Miranda (RA-11) y el patrullero guardacostas AB Pelícano (PG-34).
Es importante destacar que durante los trabajos de la expedición el comandante general de la Armada Bolivariana almirante Carlos Máximo Aniasi Turchio realizó una visita formal a la expedición que se encontraba verificando los restos del naufragio del navío español, oportunidad que fue propicia también para intercambiar opiniones acerca de los avances de los trabajos de exploración y realizar una inmersión hasta la embarcación hundida.
El san Pedro su hundió en el Mar de las Antillas en 1815.
El capitán de navío Luis Farage Dangel señala que después de la exploración del navío San Pedro Alcántara posteriormente se realizaron nuevas expediciones pero "esta vez los estudios estuvieron orientados a la verificación de dos naufragios: un galeón holandés del siglo VVII y de una goleta española del siglo XIX, ambos en la bahía de Mochima (Sucre)".
  • La exploración anterior de 1959 dió como resultado el recaste de algunos objetos como cañones, balas, anclas y cuadernas del barco


Luego del naufragio del navío San Pedro Alcántara en 1815 son varias las exploraciones que se han hecho a este barco para verificar su estado, no obstante la Armada realizó la primera expedición formal en el año de 1959 a solicitud de la Universidad Central de Venezuela según cuenta el vicealmirante Haroldo Rodríguez, uno de los principales responsables de las labores de investigación quien para ese momento era teniente de fragata.
El vicealmirante Rodríguez refiere que la expedición se emprendió formalmente a bordo del transporte Los Roques T-14 en donde se embarcaron submarinistas, investigadores, exploradores y aficionados, quienes una vez en el lugar y tras días de estudios lograron rescatar algunos objetos como cañones, balas, anclas y cuadernas del barco, los cuales en su mayoría se encuentran actualmente en el Museo Naval que funciona en la Escuela Naval de Venezuela Almirante Sebastian Francisco de Miranda (Vargas) y otros en el Museo Marino de Boca de Río (Nueva Esparta).
El vicealmirante Haroldo Rodríguez recuerda que cuando vio por primera vez el navío quedó muy impresionado al ver un barco construido en 1788 que pertenecía a los españoles y representaba para nuestro país un asunto histórico.
El excomandante general de la Armada señala que este tipo de investigaciones son muy importantes para la historia de nuestro país y argumenta que todavía existen barcos hundidos de esa época que deben explorarse porque considera que "Venezuela es rica en todo y todavía tiene muchas cosas para explotar y darlas a conocer a la luz pública".
Con el caso del navío español San Pedro Alcántara considera que ahora es cuando la Armada ha tomado con mucha seriedad e interés el hecho de no sólo rescatar unos restos sino darle la mejor proyección posible desde muchos puntos de vista. "Felicito al componente de que se haya preocupado por hacer este tipo de investigaciones que cuentan con las más avanzadas técnicas de exploración y levantamiento de información".
"Esto nos pone a pensar un poco en lo que hacemos los venezolanos por el resguardo de nuestras costas y despierta en el ciudadano común el interés por los espacios acuáticos", explica el historiador naval.
  • Formaba parte de una expedición que traía al General español Pablo Morillo a la cabeza de 15 mil hombres para acabar la insurrección en Venezuela. Al fondo del mar se fueron, en efectivo, 600 mil pesos fuertes del ejército, 500 mil de la marina, un tren de artillería de campaña; miles de monturas, espadas, pistolas; vestuarios completos, útiles de ingenieros; miles de quintales de pólvora, bombas, granadas y balas. Sólo han podido ser rescatados en sus cercanías y en aguas turbias de 22 metros de profundidad, dos anclas con un peso de dos toneladas y un cañón de tres metros de largo, exhibidos actualmente en el Museo Nueva Cádiz de La Asunción, en Margarita. /Encontrarte


"En mis trabajos de historia naval me he dado cuenta que los venezolanos son muy terrestres y no están familiarizados con el mar", argumenta Vivas Pineda al señalar que "ahora es cuando tenemos un gran reto que no es solamente preocuparnos por el mar sino por su historia, la cual tiene demasiadas cosas para contar".
"Esto es un tema que va a ser de gran importancia para una evaluación un poco más definitiva de cómo hemos sido nosotros con el mar, si entendemos que en la Segunda Guerra Mundial también fuimos protagonistas de alguna manera y seguramente este aspecto será mucho mejor conocido por las generaciones del futuras", concluyó.

8 de noviembre de 2010

Arqueología submarina: Los restos de dos fragatas del S. XVIII hallados en el río Eo podrían ser el primer pecio en el Principado de Asturias

Los cuatro buzos que encontraron catorce cañones en la ría creen que los restos son de 1719 y que constituyen el primer pecio hallado en Asturias.
Los restos de las dos fragatas del S. XVII pertenecen al Principado.

Desde pequeños siempre han escuchado historias que hablaban de naufragios y tesoros escondidos en el fondo de la ría del Eo. Eso sí, nunca ningún ribereño encontró nada que constatara las viejas leyendas. Hasta que un día, por casualidad, cuatro buzos de Figueras dieron con parte del tesoro. Ahora Francisco Javier Martínez, Moncho Martínez, Amador Marqués y Valentín López podrán contar a sus descendientes que ellos fueron los primeros en descubrir los secretos que esconde el Eo

Tras levantarse la prohibición de la pesca submarina en las rías, allá por el año 2007, estos cuatro amigos pusieron en marcha un club de pesca submarina: Figueras Actividades Acuáticas (FIGAS). De esta forma comenzaron a recorrer el fondo submarino de la ría. Y un buen día, pescando en la bocana de la ría, se encontraron con lo que parecían piedras, luego tubos y finalmente acabaron por ser cañones y restos de un naufragio.
  • «No se conserva nada de la estructura del barco, al menos a simple vista. Sólo los cañones y otros restos como bolas o trozos de cerámica y vajilla antigua»
Fue Francisco Javier, Pachi para sus amigos, el primero en dar parte del hallazgo. «Primero encontramos cuatro y luego fueron apareciendo más hasta contar catorce cañones». Aseguran que en una superficie de unos dos metros cuadrados se hallan apilados todos los restos de antiguos barcos. «Están camuflados por vegetación y cuesta encontrarlos pero no hay duda una vez que te acercas ya que mantienen la fisonomía de los cañones», explican. Eso sí, que nadie crea que los restos se parecen a los naufragios que aparecen en películas y documentales sobre el fondo marino. «No se conserva nada de la estructura del barco, al menos a simple vista. Sólo los cañones y otros restos como bolas o trozos de cerámica y vajilla antigua». No obstante, explican, es posible que cuando se realice una investigación y se inicien los trabajos en la zona aparezca, hundida bajo tierra, la estructura de algún viejo barco.
  • Ahora se lamentan por la lentitud de la Administración que hasta ahora no ha iniciado de modo oficial ninguna operación para el rescate de lo que en principio pueda ser el primer pecio o resto de un naufragio hallado en Asturias
Enseguida dieron parte de lo acontecido al Ayuntamiento y al Principado con la esperanza de que se rescataran los cañones. Ahora se lamentan por la lentitud de la Administración que hasta ahora no ha iniciado de modo oficial ninguna operación para el rescate de lo que en principio pueda ser el primer pecio o resto de un naufragio hallado en Asturias. Ellos aseguran que están dispuestos a colaborar con los técnicos en lo que haga falta. «De hecho nos necesitan porque los restos son difíciles de localizar», añaden. A la dificultad de acceso se añaden las condiciones de poca visibilidad características del fondo marino de la ría del Eo. «Hay siempre mucho movimiento de arena, por lo que cuesta ver las cosas con claridad». La última vez que se sumergieron fue en noviembre, acompañando a la experta en arqueología submarina, María Noval, a la que el Principado envió para investigar el hallazgo de la ría.

Ahora, tras el último temporal que ha azotado el Cantábrico, están ansiosos por volver a sumergirse en las profundidades de la ría para comprobar que el tesoro sigue intacto. «Es difícil que se vaya a ningún sitio ya que los cañones pesan muchísimo, pero lo que puede pasar es que queden ocultos por la arena», apuntan. Otro motivo más para pedir rapidez a las autoridades. «Tendremos que acabar llamando a Odissey», bromean los buzos en referencia a la popular empresa dedicada a la caza de tesoros en el fondo marino.
  • Ahora guardan el secreto de la localización exacta del naufragio para evitar que nadie intente llevarse nada de la zona
Precisamente, los temporales que periódicamente sacuden las aguas cantábricas tienen mucho que ver en esta historia. Cuando en marzo de 2007 hallaron los cañones fue poco después de un importante temporal que provocó enormes destrozos en zonas costeras como Cudillero, Tazones o Gijón.

Ahora guardan el secreto de la localización exacta del naufragio para evitar que nadie intente llevarse nada de la zona. Porque, eso sí, tienen claro que una vez se extraigan los cañones Figueras es el lugar donde deben permanecer. «Sería un elemento simbólico del pueblo y es importante que se queden aquí», apuntan estos buzos figueirenses.
  • Según su investigación podría tratarse de las fragatas españolas «El Galgo de Andalucía» y el «San Francisco»
El Eo puede esconder más sorpresas.

Paralelamente al hallazgo, estos cuatro amigos empezaron a investigar a qué naufragio podrían corresponderse los restos. Según su investigación podría tratarse de las fragatas españolas «El Galgo de Andalucía» y el «San Francisco». «En 1719 los ingleses atacaron la ría y se sabe que los españoles, temiendo el secuestro de las embarcaciones, decidieron quemarlas». La información recabada por los buzos constata que la primera embarcación estaba armada con veinte cañones y la segunda con veintiséis.

A la espera de que el Principado pueda ofrecer el resultado de la investigación iniciada sobre el asunto, estos cuatro buzos recuerdan que en la zona existen topónimos como «El banco da carabela» o «La playa del cañón», que hacen referencia a otros barcos, otras historias hundidas en el fondo de esta ría fronteriza.

5 de noviembre de 2010

El Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) quiere actualizar el registro de yacimientos subacuáticos

El Museo acoge la presentación del Libro Verde para la protección del patrimonio submarino


No se puede proteger lo que no se conoce. Con esa premisa, el Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) pretende acometer la actualización de la carta arqueológica subacuática del litoral alicantino, a propuesta del coordinador técnico del centro, Rafael Azuar. Este trabajo supondría completar este documento y ponerlo al día, ya que "en este momento hay una información muy desequilibrada" sobre los yacimientos submarinos de nuestra costa, asegura.

Rafael Azuar. Foto: José Navarro.
Azuar realizó estas declaraciones ayer, antes del acto de presentación en el MARQ del Libro Verde del Plan Nacional de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático Español, en el que se analiza la situación actual de este país en relación a la arqueología submarina.


"Ahora conocemos bastante la costa norte, entre Villajoyosa y Dénia, también la costa de Alicante desde la playa de San Juan, pero de la parte sur hasta el límite con Murcia contamos con una información muy desigual", destaca el arqueólogo que puso en marcha el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena.

  • Los pecios de principios del S. XIX también son objeto de inventario.


En este sentido, destacó que tenemos "importantes pecios de la época romana", como el de Villajoyosa, que se ha estado excavando y ahora está en fase de estudio, "pero también de restos de naves de entreguerras por lo que hay mucho por conocer todavía, porque hay que registrar desde los pecios antiguos a las más recientes, desde principios del XIX, porque esos también son ya objeto de inventario".


Ánforas de un cargamento romano en Dénia.
El Libro Verde presentado ayer propone que las comunidades autónomas incorporen los criterios de la convención internacional para considerar patrimonio subacuático protegido también embarcaciones de principios del XX. Asimismo, se plantea la necesidad de que se utilicen "sistemas de protección no lesivos, a base de sónar y otros sistemas de teledetección, que permiten hacer un inventario de los restos que hay más allá de los 30 o 40 metros de profundidad". Estás nuevas tecnologías permiten "hacer un barrido de los fondos con grandes resultados, como se ha comprobado en zonas de la costa donde ya se han probado", afirmó Azuar.


En su opinión, en el litoral alicantino "hay un patrimonio riquísimo, sobre todo de barcos ingleses y franceses que aún están por descubrir".

19 de septiembre de 2010

Japón intenta el expolio de otro navío español del Siglo XVII



Los cazatesoros acechan el «San Francisco», que naufragó en Japón en 1609. Mientras, ni Cultura ni Exteriores han querido responder la petición de arqueólogos de la Universidad de Texas para investigar el pecio

Por uno de esos accidentes de la Historia, un naufragio en el siglo XVII marcó un hito que ha perdurado hasta hoy en las relaciones entre España y Japón. Pero, por uno de esos despistes de la Historia, la pasividad de la Administración española para rescatar, o buscar, los restos de dicho hundimiento pueden minar los contactos culturales entre ambos países cuatro siglos después.
Corría el año del Señor de 1609 cuando la noche del 30 de septiembre el galeón español «San Francisco» encalló frente a las costas de la prefectura de Chiba, al este de Japón y a unos cien kilómetros de Tokio. La nave, que cubría la ruta de la seda, la porcelana, el oro y las especias entre Filpinas y Nueva España (México), se había desviado de su rumbo por un tifón que la separó de los otros dos galeones con los que viajaba y se fue a pique frente al pueblo de Onjuku.
(Foto: buzos de la empresa Whitaker)
De los 373 hombres de su tripulación, 317 sobrevivieron aferrándose durante toda la noche de tormenta a los restos del barco, hasta que fueron rescatados por la mañana por los aldeanos de la zona y las «ama», las pescadoras que bucean a pulmón para recoger almejas del fondo marino. Entre el pasaje destacaba una figura especial: Rodrigo de Vivero y Velasco, el gobernador de Filipinas que regresaba a Acapulco tras su estancia en Manila. Gracias a sus contactos con los sogunes del clan Tokugawa y a los 4.000 ducados que éstos le prestaron, De Vivero volvió al año siguiente a México en el «San Buenaventura», un barco de 120 toneladas construido en Japón bajo dirección del navegante inglés William Adams, llevando consigo a la primera delegación nipona que puso pie en suelo americano.
Evangelización
Además de impulsar las relaciones comerciales con la Corona española y proteger a los misioneros jesuitas que arriesgaban sus vidas evangelizando el Lejano Oriente, Rodrigo de Vivero inauguró los contactos entre México y Japón enviando 50 expertos mineros en señal de agradecimiento.
Las crónicas de la época dan buena cuenta de su gesta, pero no aclaran nada sobre la valiosa carga que transportaba el «San Francisco» en su bodega. Aparte de un mástil y un jarrón, los únicos supuestos restos que se conservan en Onjuku, la leyenda cuenta que el tesoro del galeón hundido lleva ya cuatro siglos en el fondo del mar. Un canto de sirenas demasiado tentador que no ha pasado desapercibido para famosos «cazatesoros» como Robert Marx y James Whitaker. El primero es un antiguo marine y veterano submarinista que ha sido galardonado con la Orden de Isabel la Católica por el Gobierno español. Todo ello pese a que el año pasado llegó a repartir un doblón de plata auténtico —que supuestamente había rescatado de galeones españoles hundidos— por cada uno de los 300 relojes de edición limitada que la marca nipona Seiko comercializó con su nombre. Whitaker es un experto en búsquedas submarinas que ha peinado la zona del naufragio y podría haber encontrado ya el lastre del San Francisco.
«Para confirmarlo, tenemos que analizar las rocas porque muchos barcos pasaban por aquella zona», explicó Whitaker a ABC por teléfono desde Florida. Consciente de los problemas legales de casos sonados como el del «Odyssey», se apresuró a matizar que «hay muy pocas posibilidades de encontrar un tesoro, como mucho una moneda o dos, pero nada más porque el galeón se hundió a pocos metros de profundidad y casi todo fue salvado por los supervivientes y los pescadores del pueblo». Aunque Whitaker insistió en que «no estamos allí por el oro ni las joyas, sino por la Historia», otros arqueólogos sospechan de sus intenciones y creen que no quiere hacer saltar la liebre.
Desde hace tres años hay un proyecto de la Universidad A&M de Texas, en colaboración con dos catedráticos de Zaragoza y Extremadura, del que la Embajada española en Japón informó a la Dirección de Relaciones Culturales y Científicas del Ministerio de Asuntos Exteriores en sendos despachos fechados en marzo y abril de este año. Además, la legación diplomática redactó en mayo una carta de presentación para apoyar otra investigación dirigida por el profesor Akifumi Iwabuchi, de la Universidad de Ciencia y Tecnología Marina de Tokio. Ambos casos han tenido la callada por respuesta. «He enviado algunos documentos al Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena y la Embajada española en Tokio ha informado a Cultura de mi plan de búsqueda, pero no he recibido ninguna contestación», se quejó Iwabuchi, quien se lamentó de que esta falta de colaboración es «una pena porque preferiría trabajar codo con codo con España».
Mientras los Ministerios de Asuntos Exteriores y Cultura mostraban su desidia con un clamoroso silencio administrativo, los «cazatesoros» no han perdido el tiempo y han logrado el apoyo de los pescadores de Onjuku y sus autoridades turísticas. Hartos de esperar una prospección oficial que nunca llega, los vecinos de este pueblo costero han colaborado con Whitaker en la búsqueda del lastre pensando que cualquier hallazgo podría exhibirse en un museo que dispararía el número de visitantes.
¿Pero existe realmente un tesoro hundido en caso de que se halle el pecio del «San Francisco»? El profesor Iwabuchi, de la Universidad de Ciencia Marina de Tokio, cree que «no hay ningún tesoro en absoluto», pero Gonzalo Robledo, un cineasta colombiano que ha rodado un documental sobre el galeón, sospecha lo contrario. «De lo contrario, la empresa de Marx y Whitaker no habría hecho una fuerte inversión para buscarlo», razona.
En caso de que lo encuentren, los «cazatesoros» se habrán adelantado una vez más a la Administración española. En respuesta a ABC, Patrimonio declinó su responsabilidad esgrimiendo que «son las autoridades japonesas las que deben asegurar que en las operaciones de prospección y eventual recuperación del pecio se respete la normativa nipona en materia de protección cultural, y que en ningún caso los restos recuperados puedan ser objeto de explotación ilegal o comercial». Algo que parece difícil de garantizar porque, según las leyes de Japón, que no ha suscrito el convenio de la Unesco para velar por el patrimonio submarino, los «cazatesoros» no están obligados a pedir permiso para buscar barcos hundidos.
(Fuente: ABC)

15 de septiembre de 2010

ARQUEOLOGÍA SUBMARINA: Chile pretende recuperar el pecio español "Nuestra Señora del Buen Consejo" hundido en 1770 y encontrado en 2005 por Oriflama, una empresa privada de cazatesoros

El Presidente de Chile,Sebastián Piñera, se ha comprometido a recuperar el galeón español "Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo" -conocido como Oriflama- que se hundió en la costa de Curepto (Chile) tras naufragar en 1770.

"Comprometo nuestro esfuerzo para recuperar ese galeón español que se hundió en el Siglo XVIII y esperemos pueda volver a ver la luz del sol en este año del Bicentenario, por tanto, vamos a hacer con las autoridades locales los esfuerzos necesarios", dijo el presidente chileno.


Según informa la prensa del país sudamericano casi 240 años después que se hundiera, el cargamento de joyas, armas, cristalería e instrumentos musicales ha sido motivo de una larga disputa entre el Estado y la empresa Oriflama S.A., que en 2005 descubrió los restos. En marzo, la pugna pudo quedar zanjada: la Contraloría resolvió que los restos del galeón español son de propiedad estatal, al tener el carácter de "monumento arqueológico".

Cito textualmente a la prensa chilena: "El dictamen indica que el galeón se deberá regir por la Ley de Monumentos Nacionales de la República de Chile, por lo que cualquier tipo de extracción deberá ser autorizada por el Estado. El organismo estimó que este tipo de monumentos no son determinados por el período histórico al que pertenecen o el lugar donde se encuentran, sino a la disciplina científica que la estudia: la arqueología."

¿El Gobierno español no tiene nada que decir en este litigio? ¿ya se ha dado por hecho que el contenido del galeón que navegaba bajo pabellón español es propiedad del Estado Chileno? ¿Tomará cartas en este asunto el Ministerio de Cultura de España? o por el contrario ¿teme encontrarse frente a un nuevo caso parecido al de Odyssey? Estaremos pendientes.

11 de agosto de 2010

Toda la historia de los naufragios en el nuevo libro de Carlos León: "Buceando con el pasado"

Los naufragios más importantes de la Historia se encuentran en “Buceando en el pasado”. El arqueólogo submarino y buceador profesional Carlos León Amores es el autor. En la entrevista realizada en La Tarde con Cristina (COPE) ha indicado que se ha centrado en publicar “una selección de los más interesantes, los más estudiados y los que más repercusión han tenido en la arqueología submarina”.

Aquí tenéis el podcast con la entrevista íntegra en el programa.



El arqueólogo submarino y buceador profesional Carlos León Amores describe en “Buceando en el Pasado” (Espasa) los naufragios más importantes de la Historia, desde los barcos de la Edad de Bronce hallados en las costas mediterráneas hasta los grandes galeones españoles de la Flota de Azogues de 1724. Un libro que reconstruye la historia de la navegación y el comercio marítimo a través de los restos arqueológicos diseminados por todos los mares
Como ha contado en La Tarde con Cristina, es “un recorrido por algunos naufragios que he investigado yuna selección de los más interesantes, los más estudiados y los que más repercusión han tenido en la arqueología submarina”.

La experiencia de León Amores como buceador y como investigador de naufragios romanos, medievales y modernos le permite hacer un análisis de cada hundimiento con un lenguaje que mezcla la terminología científica con el anecdotario de lo ocurrido durante las campañas de localización y excavación. Esta profesión le ha permitido en  “Buceando en el pasado” “que cada uno de los barcos, que cada uno de los naufragios nos expliquen algo de la historia de la navegación, de la construcción naval, de los productos que se transportaban y de algunas de las rutas marítimas”, además de crear “hipótesis de cómo fue el naufragio o de cuántos pasajeros llevaba”.

Un trabajo, que como ha explicado en COPE, no ha sido sólo de la experiencia bajo el mar, sino también del proceso “de documentación en archivo de estos barcos hundidos”.

La mayor amenaza es el tiempo, pero sin el factor humano sería un deterioro llevadero, porque gran parte de los barcos hundidos tienen un expolio de buceadores clandestinos, buscadores de tesoros y piratas que sacan las piezas y deterioran lo que hay debajo, que el daño que hacen es brutal”, ha recalcado.




4 de agosto de 2010

El naufragio de "La Capitana": inmersión en La Herradura (Granada)

La Herradura es uno de los enclaves favoritos que posee la costa granadina para hacer submarinismo. De hecho, son muchos los aficionados de toda España que visitan nuestros fondos marinos por sus aguas transparentes y su belleza marina, pero son muy pocos los que la conocen por episodios históricos acaecidos en sus acantilados, que por desgracia han dejado una triste huella en la historia de España.
Uno de esos episodios tuvo lugar el lunes 19 de octubre de 1562 cuando 25 galeras de 28 naufragaron en la Punta de la Mona al mando del Don Juan de Mendoza y murieron alrededor de 5.000 almas.
Sumergirse en el maravilloso mundo de la arqueología submarina es apasionante y más en este caso tan especial, por cuanto la cantidad de barcos hundidos en un espacio físico tan reducido hace de esta inmersión algo extraordinario.

La tragedia de La Herradura marcó en gran medida el reinado de Felipe II, para quien el control del Mediterráneo era uno de sus principales objetivos. Según reseña la profesora María del Carmen Calero Palacios en su libro 'Aportación documental en torno al naufragio de la Armada Española en La Herradura', «Felipe II inició su reinado con la obligación de atender el peligro por el dominio del mar; más que una condición de poder, era la razón de su misma existencia». Ese dominio del Mediterráneo se hacía necesario no sólo para combatir a los turcos, sino para asegurar las comunicaciones con el resto del imperio, que entonces incluía a Sicilia, Cerdeña y otros reinos italianos.
A la Piedra del Hombre
La preparación de la inmersión se hizo en base a los datos que fui recopilando de diversas fuentes históricas y la idea era la de comenzar por un punto estratégico en la Punta de la Mona, concretamente la Cueva del Jarro e ir subiendo la cota de inmersión hasta llegar a la Piedra del Hombre, donde suponía que era el lugar más cercano a la playa donde una galera podría estar anclada sin correr el peligro de encallar.
Luis Pellejero, de Buceo La Herradura, conocedor de los lugares marinos de nuestra costa como si fuera el callejero de Almuñécar, me propuso realizar distintas inmersiones a lo largo de donde se suponía que fue el naufragio. Según los documentos, las galeras de España se habían refugiado del temporal de Levante. En primer lugar 'La Soberana', seguida de la 'Mendoza' y 'San Juan', y a continuación todas las demás. 'La Capitana', 'Patrona' y 'Esperanza' estaban en el centro de la escuadra.
La primera de las inmersiones fue a unos 30 metros de profundidad. El equipos de buceo estaba compuesto por Luis Pellejero, Julio de la Rosa y yo. Contábamos con unos torpedos eléctricos que nos trasladarían con facilidad por los fondos marinos y hacían la inmersión menos penosa. Además, estos aparatos ayudarían a levantar la arena del fondo en poca cantidad cuando observáramos algún indicio del naufragio.
Nuestra intención era hallar algún vestigio del naufragio y documentar gráficamente el lugar exacto donde se encontraba, ya que la carga de las galeras, según el libro de la profesora Calero, estaba compuesta de piezas de artillería, munición, avituallamiento cargado en el puerto de Málaga, así como herramientas, clavos y cadenas, necesarias para las posibles reparaciones durante la campaña. Súmese a esto las mercancías que llevaban los marineros para negociar en los puertos y el cargamento para aprovisionar los destacamentos de Orán ( Túnez), destino que tenia la Armada, así como dinero para pagar la infantería de tierras de ultramar.

Las inmersiones continuaron y en los días siguientes nos acercamos cada vez más a las cotas previstas sin ver ningún rastro del naufragio. Eso sí, la fauna y flora que pudimos ver en las inmediaciones de la Punta de la Mona satisfacían el esfuerzo que estábamos realizando para encontrar el naufragio.
Cerámica esperanzadora
En una de las inmersiones dimos con unos restos de cerámica que en un principio podían pertenecer a la Armada. Esto nos ilusionó. La extracción fue minuciosa y anotamos todos los datos posibles para situar el hallazgo.
En mis cavilaciones pensé en esos pobres galeotes suplicando que los liberaran de sus cadenas, pues así lo autorizaba el Rey en caso de peligrar la nao y así lo hizo el capitán Mendoza cuando arreció el temporal. También mandó sujetar las naves con dobles hierros, cuestión que no gustó a la tripulación, ya que en esas circunstancias sólo se solía echar un ancla para que la nave pudiera garrear y afrontar el temporal por proa.
La galerna no les permitió desplazarse hasta la punta opuesta de Cerro Gordo o refugiarse detrás de la Punta de la Mona en lo que era la playa de los Berengueles -hoy Marina del Este-; sólo tres embarcaciones consiguieron salvarse de aquel infierno: 'La Soberana', 'Mendoza' y 'San Juan'.
Más de 5.000 personas perdieron la vida en aquel naufragio, la mayoría mujeres y soldados, ya que estos estaban menos preparados para poder bregar con las olas pues sus vestimentas y armaduras los hacían pesados y poco operativos. Salvaron sus vidas unas 2.000 personas, en su mayoría galeotes, al estar más ejercitados y mal vestidos, con lo que pudieron alcanzar la playa y de ahí la libertad. Cuentan las crónicas que, aunque en su mayoría fueron capturados de nuevo, muchos lograron escapar por la Sierra de Almijara.
Tristeza la nuestra al comprobar que los restos encontrados no tenían ningún valor . Fueron muchos los esfuerzos y muchas las inmersiones que dedicamos a esta aventura. Quizás después de 448 años las mareas cubrieron con unos cuantos metros de sedimentos los restos del naufragio. O, como alguien me comentó, los numerosos barcos extranjeros que en los años ochenta visitaron la zona esquilmaron todo lo que encontraron y nos dejaron huérfanos de nuestro patrimonio arqueológico marino, como ocurrió con el 'Odyssey'.
Una ermita de recuerdo
Con los maderos que sacó el mar a la playa, se construyó en La Herradura una ermita con el nombre de la Antigua, en honor a los fallecidos en el naufragio. El propio Cervantes hace referencia a este hecho en el Quijote: «...Fue hija de Don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en La Herradura...». También hay un bello poema de Fernando Moyano, soldado de la infantería española del tercio de Flandes, que salvó su vida al encontrarse en una de las tres galeras que pudieron refugiarse: «No hay hombre que aquello cuente / Que de lástima no llore / Y luego tras desta corre / La Capitana De Nápoles, no con gana / Sino harto con despecho / Que los lleva / Para adentro y los anega / Sin poder dalles remedio».
(Reportaje de José Manuel Fernández en elideal.es)