El yacimiento arqueológico del Llano del Sombrero se extiende sobre un kilómetro que jalonan en torno a 50 espacios cuya funcionalidad todavía se desconoce.
En la tarea de desentrañar su importancia trabaja la empresa Arqueofuer por encargo de la Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.
Mediciones en el yacimiento de Llano del Sombrero. Foto: Javier Melián. |
El yacimiento se localiza en los municipios de Pájara y Betancuria. Rosa López Guerrero es la directora y la técnico arqueóloga María Castañeyra Ruiz lleva a cabo este trabajo que se divide en dos meses de campo y cuatro de estudio de laboratorio. La intervención se plantea en tres sondeos en un sector específico situado en Betancuria, aunque Arqueofuer considera que el yacimiento posee unos condicionantes más que favorables para llevar a cabo un estudio en profundidad que permita conocer muchos aspectos de la historia de Fuerteventura.
La arquitectura de los 50 espacios a excavar debió ser relevante, sostiene la directora, a juzgar por los muros que a día de hoy se mantienen en pie y los restos de derrumbes de ellos y de las techumbres. Esta situado en un lugar privilegiado, junto a Madre del Agua, punto de captación de agua asegurado, con una excelente visibilidad que permite observar el Puerto de la Peña, uno de los puertos costeros más destacados de la Isla y por donde desembarcaron los conquistadores normandos. «Por todo ello, creemos que es fundamental un estudio en profundidad del yacimiento antes de que su deterioro progresivo nos impida extraer la información necesaria».
El hallazgo más interesante se ha producido en el sondeo B, que es el de un área de concentración de material arqueológico identificado como un basurero.
Rosa López explica que resulta importante por dos motivos. Primero por ser anterior a algunas estructuras, «lo que ya nos habla de diferentes fases constructivas en el yacimiento, es decir, el basurero es anterior al uso de aquella zona y con posterioridad esa zona se ocupó por nuevos muros y espacios». En segundo lugar, por el abundante material encontrado: cerámico, malacológico (lapas, burgados), restos óseos animales, material lítico e ictiofauna (restos de pescado) que permitirán saber cuál es la dieta de los habitantes de estas viviendas, que utilizaban para obtenerla, para transportarlas, almacenarlas, etc. «No obstante el mayor volumen de información, en la fase de laboratorio».
Debido a los expolios, se pierde mucha información. «Los objetos por si solos no sirven para nada si los sacamos del contexto del que proceden, son objetos antiguos, pero nunca sabremos para que sirvieron, si formaban parte de los utensilios de una vivienda, un enterramiento o simplemente se utilizaban para almacenar y guardar con esmero su contenido».
(Fuente: Canarias 7 / Catalina García)