No pensemos que en el siglo VI a.C la gente se moría de cualquier manera. A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre ha concebido la muerte como el tránsito entre dos dimensiones, como un paso que requiere todo un ritual a su alrededor. Si algo nos enseñan hallazagos como el de la necropólis del Cerro del Castillo, en Castejón, es que no somos tan distintos de aquellos pobladores que en la Edad del Hierro honraban al fallecido con banquetes, sacrificios de animales, procesiones y horas de velatorio en público antes de despedirse definitivamente.
Vista parcial de la necrópolis celtíbera del Cerro del Castillo (Castejón). |
Lugares simbólicos
Aunque se conocía su existencia con anterioridad, el primer sondeo en Castejón fue hecho en 1999. Entre los años 2000 y 2006 se acometieron diversas campañas que fueron sacando a la luz una de las más importantes necrópolis del mundo funerario protohistórico en el Valle Medio del Ebro, por la cantidad de objetos encontrados (más de 1.500) y su estado de conservación. "Responde con precisión al modelo de necrópolis extensa, con más de dos hectáreas de enterramientos y 3.000 metros cuadrados de tumbas halladas prácticamente intactas", explicó ayer Faro.
Visita guiada al Museo de Castijón (Navarra) |
Incineración
La incineración, hoy tan de moda en la sociedad occidental, era el ritual más extendido ya en los primeros siglos de la Edad del Hierro, pero convivía con otros en el ámbito celtibérico. Por ejemplo, se realizaban inhumaciones infantiles dentro de los propias viviendas. Por otra parte, los caídos en batalla eran, en ocasiones, expuestos a los buitres, que eran tenidos por animales sagrados.
(Fuente: Diario de Navarra)