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15 de agosto de 2013

Hallan el cementerio íbero de Cerro de las Cabezas en Valdepeñas (Ciudad Real)

Un grupo de arqueólogos ha hallado al pie del yacimiento del 'Cerro de las Cabezas' de Valdepeñas (Ciudad Real) el lugar en el que los habitantes de este poblado íbero enterraba a sus muertos, junto al río Jabalón.

La necrópolis se situaba fuera del poblado y a favor de los vientos dominantes en la zona, de modo que los malos olores o humos precedentes de las cremaciones no molestaran, según ha explicado a Efe el arqueólogo Luis Benítez de Lugo.

"Los trabajos arqueológicos han constatado que en este lugar los difuntos eran colocados sobre una pira de leña, vestidos y con algunos objetos personales", ha subrayado el investigador.

Recipiente de barro
Tras la quema, los restos óseos quemados y fragmentados, las cenizas y los objetos personales quemados se metían dentro de un recipiente de barro que era cuidadosamente enterrado en un hoyo sobre las cenizas de la pira.

De este modo se ha concluido que el ritual realizado era doble: de cremación, a unos 700 grados centígrados, y de enterramiento.

El hallazgo revela la creencia en una vida después de la muerte y proporciona valiosa información sobre el mundo espiritual precristiano, según Benítez de Lugo.

El yacimiento pervivió a la romanización

El descubrimiento de esta necrópolis resulta de gran interés científico, pues hasta ahora se creía que el lugar fue abandonado en el siglo III antes de Cristo y los materiales encontrados revelan que la vida en este emplazamiento continuó siglos después, durante la romanización, y pervivieron durante varios siglos los rituales funerarios de tradición indígena.

Los trabajos realizados en esta necrópolis han proporcionado numerosos objetos que serán depositados, como establece la legislación, en el Museo de Ciudad Real tras su estudio.

La intervención arqueológica ha sido promovida por Unión Fenosa y supervisada y autorizada por la dirección general de Cultura de Castilla-La Mancha bajo la dirección de los arqueólogos Rocío Noval y Enrique Mata además de Luis Benítez de Lugo.

(Fuente: El Diario / EFE)

13 de enero de 2013

Encuentran un collar de la Edad del Bronce en el yacimiento de Castillejo del Bonete

El yacimiento Castillejo del Bonete de Terrinches (Ciudad Real) sigue dando sorpresas. En esta ocasión han sido las minúsculas cuentas de piedra de un collar de la Edad del Bronce.
Las cuentas del collar han ido recobrando todo el esplendor que tuvieron
cuando fueron depositadas en el monumento funerario
de la Edad del Bronce donde han sido recuperadas.
Foto: ABC
Las piedrecitas encontradas eran invisibles a simple vista, pero han sido detectadas por los trabajadores del Tepro «Ontavia I», gracias a su minucioso trabajo desarrollado bajo la dirección arqueológica de los expertos Luis Benítez de Lugo Enrich y Norberto Palomares Zumajo. Las piezas del collar de piedra están siendo limpiadas y restauradas por Javier Menasalvas Valderas, experto restaurador de bienes culturales que el Ayuntamiento de Terrinches ha contratado, como a los demás miembros del Taller, desde el pasado mes de marzo de 2012.

El hecho de contratar durante tanto tiempo a un profesional de la conservación como apoyo a las excavaciones arqueológicas que se están desarrollando desde hace 10 meses es completamente inusual en este tipo de programas de cualificación profesional e inserción laboral. «Es un hecho que pone de manifiesto, una vez más, el sólido compromiso del Ayuntamiento, demostrado desde hace muchos años, por actuar sobre el Patrimonio Histórico de forma adecuada y guiada por profesionales» indican estos expertos.


El Ayuntamiento de Terrinches presentó el pasado año ante la dirección general de Cultura, de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha, sendos expedientes proponiendo la declaración como Bienes de Interés Cultural (BIC) de los yacimientos de La Ontavia y Castillejo del Bonete, ambos en su término municipal, recuerda su alcalde Nicasio Peláez.


Arqueoexperiences
El objetivo de todo este trabajo no es conseguir tesoros arqueológicos, sino crear para Terrinches y su comarca una nueva riqueza articulada en torno al Patrimonio Cultural. Un paso de gigante en esa línea fue dado el pasado mes de julio, cuando una docena de extranjeros guiada por el equipo de «Arqueoexperiences» pernoctó, comió, se divirtió y viajó por la comarca durante un mes, atraídos desde Australia, Canadá y Estados Unidos por el valor que está cobrando el Patrimonio Arqueológico de Terrinches. Han sido resultados claros de una apuesta por la rentabilidad social y económica de una adecuada intervención sobre el Patrimonio Histórico.

Lo que ayer eran piedras sucias e invisibles hoy han sido rescatadas para, dentro de poco, volver a ser las piedras «preciosas» que fueron, recobrando todo el esplendor que tuvieron cuando fueron depositadas en el monumento funerario de la Edad del Bronce encontrado en Castillejo del Bonete.

El Ayuntamiento de Terrinches, en el Campo de Montiel ciudadrealeño, se ha propuesto crear próximamente una Sala Museográfica a través de la cual explicar a sus vecinos y visitantes qué fueron las termas romanas de La Ontavia, el túmulo prehistórico de Castillejo del Bonete, la Vía Augusta y otros bienes culturales singulares de la localidad (órgano barroco, retablos, etc.). Esta Sala servirá de complemento didáctico a lo que se ve en el campo durante la visita a los yacimientos arqueológicos, vigilados por el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil.
(Fuente: ABC)

4 de agosto de 2012

El CSIC reconoce la singularidad arqueológica y científica del yacimiento de Castillejo del Bonete

La científica titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) María Isabel Martínez Navarrete, arqueóloga especialista en la Edad del Bronce, acaba de felicitar al alcalde de Terrinches, Nicasio Peláez, mediante un escrito por sus iniciativas en favor del conocimiento y difusión del Patrimonio Arqueológico de su municipio; iniciativas que considera muy adecuadas.
Pasillo ciclópeo en el yacimiento de Castillejo de Bonete,
en Terrinches. Foto: El Día.

Esta experta ha realizado una visita técnica a los yacimientos arqueológicos de Terrinches, acompañada por la investigadora predoctoral del CSIC Verónica Balsera Nieto, quien se ha interesado por Castillejo del Bonete con motivo de su estudio sobre la cultura prehistórica del Bronce de La Mancha. A la comitiva se unieron la investigadora y arqueóloga polaca Iza Romanowska (University of Southampton - UK), el doctor Dionisio Urbina y la profesora Catalina Urquijo (Arqueoexperiences) y alumnos de la UNED interesados en la Prehistoria. La visita a los yacimientos arqueológicos fue guiada por los arqueólogos que dirigen los trabajos en Terrinches, el doctor Luis Benítez de Lugo y Norberto Palomares.

Castillejo del Bonete, yacimiento singular sin paralelos conocidos
La Científica Titular del CSIC ha manifestado su sorpresa por la singularidad que presenta el yacimiento prehistórico Castillejo del Bonete, el cual combina un largo pasillo ciclópeo enlosado dirigido a una cueva que fue protegida mediante una potente fortificación. Este pasillo, que estuvo cubierto mediante losas de notable tamaño, no tiene paralelos conocidos.

A partir de los materiales arqueológicos obtenidos este yacimiento se muestra fundamental para entender los antecedentes y los inicios de la Edad del Bronce en La Mancha, muy mal conocidos hasta ahora.

Más tumbas ocultas
La Científica Titular del CSIC ha apreciado, asimismo, que deben existir más enterramientos por descubrir, según se infiere del material encontrado. La entrada a la cueva de Castillejo del Bonete fue tapada y ocultada ya en tiempos prehistóricos por los derrumbes del propio poblado, cuyas ruinas cegaron la cueva hasta que el equipo de arqueólogos de la consultora de Arqueología Anthropos SL descubrió su existencia, con la participación principal del experto arqueólogo Honorio Javier Álvarez.

Gran relevancia científica
La doctora Martínez Navarrete ha animado a abordar un programa específico de investigación que permita entender la relación entre las construcciones del poblado y la cueva fortificada, cuyas paredes subterráneas fueron adecuadas artificialmente para su uso. Por otra parte, existen indicios de que su utilización pudo estar relacionada con el aprovisionamiento de agua en un momento de cambio climático prehistórico con gran sequía.

La Científica Titular finaliza su escrito reconociendo el esfuerzo que está llevando a cabo desde hace ya más de una década el Ayuntamiento de Terrinches, animándole en la tarea de investigar y proteger este tan sobresaliente Patrimonio Arqueológico municipal.

Equipo interdisciplinar en admirable y dilatada labor de investigación
Que un municipio de 917 habitantes como es Terrinches esté promoviendo esta importante labor arqueológica es de admirar.

Recordemos que la presente campaña de trabajos arqueológicos en Terrinches no consiste en una breve labor de voluntariado de un par de semanas, como otras que suelen proliferar en estos meses del verano. Esta campaña es una actividad arqueológica profesional cuya duración prevista es de un año, aprobada y supervisada por la Dirección General de Cultura, y en la cual se han implicado, por el interés de los trabajos, investigadores de diferentes áreas del conocimiento e instituciones oficiales. Se trata de una iniciativa interdisciplinar que ha generado información y sorprendentes descubrimientos. De forma muy significativa, la calidad de sus resultados acaba ser acreditada, avalada y alabada por un organismo externo a los implicados en los trabajos; ni más ni menos que la máxima institución científica de España: el CSIC.
(Fuente: El Día Digital)

3 de julio de 2012

Arqueólogos de varios países excavan en la villa romana de La Ontavia (Ciudad Real)


Una docena de personas procedentes de Estados Unidos, Australia, Canadá y España participan durante todo el mes de julio en Terrinches (Ciudad Real), en el programa arqueológico "Arqueoexperiencies", una iniciativa que permite continuar con la campaña de excavaciones paralizadas en el resto de la provincia de Ciudad Real por la crisis.
Excavaciones en la villa romana de La Ontavia (Terrinches, Ciudad Real).
En Terrinches, localidad enclavada en pleno Campo de Montiel, se encuentra la villa romana de La Ontavia, que está siendo investigada y consolidada bajo la dirección de dos especialistas en arqueología antigua, el doctor Luis Benítez de Lugo y Norberto Palomares (ambos de la empresa Anthropos) y el restaurador de bienes culturales Javier Menasalvas.
En La Ontavia se han encontrado amplias dependencias y piscinas (termas) que sirvieron hace 1.700 años para tomar baños calientes, templados y fríos y que, según ha explicado Benítez de Lugo, son el mayor complejo termal antiguo conocido en la provincia de Ciudad Real.
Estas instalaciones se encuentran estratégicamente emplazadas junto a la vía que unía Cádiz con Roma, "una verdadera autovía de la Época Antigua", por la que llegó a pasar Julio César al mando de sus legiones".
El programa "Arqueoexperiences" ha sido promovido por los arqueólogos Catalina Urquijo y Dionisio Urbina, ha señalado Benítez de Lugo, quien ha subrayado que esta iniciativa se autofinancia y no depende de ayudas o inversiones externas, aunque los trabajos en la villa romana son supervisados por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
(Fuente: La Verdad / EFE)

25 de septiembre de 2010

Arqueología: Los secretos de la Dama de Cádiz

A cada genio le corresponde una obsesión. Un teorema, una fecha, una clave, una nota, un color. La del arqueólogo Pelayo Quintero Atauri tenía forma de mujer. Desde que llegó a Cádiz, en 1904, su principal empeño había sido encontrar la réplica femenina del sarcófago fenicio que ejercía de estrella central del Museo. Aunque excavó necrópolis púnicas y romanas, recuperó joyas de oro de los ajuares funerarios de los hipogeos, urnas, ánforas, ungüentarios y lucernas, e incluso estableció la primera tipología exhaustiva de enterramientos gaditanos, Pelayo Atauri se 'autoexilió' a Tetuán en 1939 con esa obsesión intacta. Nada. Ni rastro de la chica que buscaba.

El 26 de septiembre de 1980, en un solar de la antigua calle Ruiz de Alda, los dientes metálicos de una excavadora quebraron lo que parecía una enorme placa de mármol. El operario introdujo la mano en uno de los huecos y extrajo trozos de hueso. Avisó a las autoridades. Pero era el mediodía de un viernes, y Ramón Corzo, tras ordenar que se paralizaran las obras, pospuso la visita de inspección hasta después del fin de semana.
Cuando, el lunes siguiente, acompañado de buena parte de su equipo, Corzo descubrió, tallada en la piedra, la serena belleza de un rostro de mujer, se dio cuenta de lo maquiavélico que puede llegar a ser el destino: el sarcófago estaba justo debajo de la casa de Pelayo Quintero. Las raíces de las palmeras que el arqueólogo ordenó plantar para darle sombra al patio habían terminado, buscando el asiento húmedo del terreno, por sortear la tapa y calar en el poso último de los restos.
La anécdota adquiere, así, el significado de una fábula con moraleja. Felipe Benítez Reyes escribe en 'Mercado de Espejismos': «Quintero Atauri tuvo, en fin, un sueño, pero nunca supo que dormía sobre ese sueño.. Jamás se nos ocurre mirar la tierra que pisamos cada día de nuestra existencia, aunque la mayoría de las veces esa tierra pisoteada es el único tesoro accesible: un lugar insignificante en el universo».
El potencial literario del asunto era tal que Fernando Quiñones le dedicó un cuento ( 'Los perdedores'), y Pilar Paz Pasamar, algo más tarde, otro.

Casi todos los grandes descubrimientos llevan aparejada su dosis de leyenda, y han contado con el concurso de la suerte o la casualidad. Pero en muy poquitos de ellos el relato es tan redondo, tan eficaz, que acaba por encubrir la verdadera dimensión científica del hallazgo.
El precedente
Los sarcófagos antropoides de Cádiz son los únicos ejemplares de ese tipo encontrados hasta la fecha en España. En toda Europa sólo existen, además de los que se exponen todavía juntos en el Museo Provincial, algunos (de peor calidad) en Sicilia. La mayoría de los investigadores piensa que las piezas gaditanas son importaciones del Mediterráneo Oriental o del sur de Italia, lo que confirmaría el destacado papel de Gadir en el mundo fenicio. No obstante, también hay quien ha defendido la presencia de un taller local. En cualquier caso, está claro que las personas que podían permitirse el lujo de ser enterradas en este tipo de sarcófagos pertenecían a la clase dirigente, pese a que los ajuares que poseían fueran muy escasos. El propio contenedor del cuerpo era por sí solo un elemento de prestigio al alcance de muy pocos.
El hallazgo del sarcófago antropoide masculino se produjo de manera casual, como consecuencia de los desmontes realizados en Punta de la Vaca, en 1887. Este descubrimiento fue el que llevó a pensar a Pelayo Quintero, años más tarde, que esa pieza no podía ser única en Cádiz. La que despertó su interés y fijó su obsesión.
En la tapa del sarcófago femenino que encontraron Corzo y su equipo se distinguían claramente los rasgos físicos de una mujer. La cabeza, en altorrelieve, corresponde a una joven peinada con tres filas de bucles en forma de bolas. Los ojos grandes, los párpados gruesos, la nariz recta y la boca simple le dan un aire hermoso y sereno. El cuello queda marcado por una pequeña depresión que imita el borde superior de la túnica. La poca policromía que permanecía intacta era la del pelo, de color rojizo. Ramón Corzo, por entonces director del Museo, recuerda con detalle la sorpresa que les supuso: «En realidad, nadie esperaba encontrar allí (en un solar sin restos aparentes de otra ocupación que no fuera moderna), un sarcófago antropoide, la pieza más destacada de toda la arqueología fenicia». Después de rellenar el interior del sarcófago de arena limpia, para proteger los restos, Corzo encargó la limpieza de los sillares y de la parte superior del enterramiento, su traslado al Museo y el vaciado y análisis del ocupante del sarcófago».

Una nueva generación
Esa tarea correspondió al arqueólogo Antonio Álvarez, quien se la tomó con tanta precaución que excavó el interior «con un pincel y una cucharilla». Al igual que para Corzo, la velocidad a la que pasó todo no le hizo ser consciente de que estaban «ante el hallazgo arqueológico más importante de Cádiz en el siglo XX». «Lo único que queríamos era cumplir con nuestro trabajo en esos momentos. Más tarde, cuando la gente empezó a preguntarnos '¿Oye, tú estabas allí?', comenzamos a darnos cuenta de la repercusión que había tenido el tema».
Corzo y Álvarez coinciden con el análisis de Juan Alonso de la Sierra, que habla del sarcófago femenino como un revulsivo importante para un Museo que, por entonces, se encontraba en plena transformación. «Fue una suerte, y creo que marcó a toda la generación de arqueólogos, como Antonio Álvarez, Luis Parodi, Paco Blanco, Ángel Muñoz, Antonio Sáenz, o Carmen García Rivera, que estaban allí y que luego se han hecho un nombre en esta profesión».
«Para muchos de nosotros fue un empujón definitivo», explica Lola López de la Orden, actual conservadora del Museo y que, recién licenciada, estaba por entonces viviendo su bautizo de fuego. «Nos íbamos de casa a las ocho de la mañana y regresábamos a las diez de la noche, pero totalmente encantados y felices, porque el sarcófago nos entusiasmaba». Aunque era voluntaria y trabajaba «por poco más que un bocadillo y una Coca Cola», el descubrimiento fue el resorte que la hizo ver que «ésta era una vocación demasiado fuerte», y la obligó a continuar en el tajo. Carmen García Rivera, que hoy dirige el CAS, admite que cada vez que pisa el Museo no puede evitar echarle un vistazo a la pieza y decirse: «Yo estuve allí».
Cuestión de sexo
El tirón popular del hallazgo (ese mismo año, en Carnaval, ya había gente disfrazada de Dama) también ha hecho que pasen desapercibidas las reservas del propio Antonio Álvarez, posteriormente director del Museo, sobre la rotundidad con que se afirma que lo que yacía dentro del sarcófago era una mujer. «Yo estuve analizando los huesos, no sólo porque tenía muy recientes mis cuatro años de Medicina, sino porque por entonces me dedicaba a la antropología física. Lo que todo el mundo sabe es que en antropología física, un solo individuo no delimita con exactitud el sexo. Hay que hablar en series estadísticas. No obstante, el esqueleto de la persona que estaba allí enterrada presentaba indicios de una musculatura fuerte, con una apófisis mastoides muy desarrollada, y eso puede indicar, normalmente, que se trata de un elemento masculino. Pero, como digo, no se puede asegurar radicalmente».
Ramón Corzo confirma que, lo que se ha estudiado al respecto hasta el momento, «no permite arriesgar conclusiones definitivas». Por ejemplo, «las caderas, una de las partes de la anatomía humana que mejor permite identificar el sexo, no estaban bien conservadas, eran los huesos que más se habían desecho por la acción de las raíces de las palmeras». Aun así, invita a las instituciones «a retomar el asunto, a recuperarlo, porque hoy en día sí hay métodos modernos y eficaces que nos permitirían solventar esas dudas, y otras». Corzo se refiere a las que también se tuvieron, en los 80, sobre si los restos que albergaba el sarcófago masculino podrían pertenecer a una mujer.
Antonio Álvarez afirma que no sería descabellado pensar que las familias pudientes del Cádiz fenicio de la época no encargaran estas piezas de lujo 'a la carta', sino con independencia del sexo del receptor.
Es posible, quién sabe, que la Dama de Cádiz sea un hombre, y el 'Señor', una mujer. Los sueños, incluidos los de Pelayo Quintero, siempre terminan cuando y como ellos quieren.