google.com, pub-4869754641634191, DIRECT, f08c47fec0942fa0 La Bitácora de Jenri: Odyssey
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4 de agosto de 2010

El naufragio de "La Capitana": inmersión en La Herradura (Granada)

La Herradura es uno de los enclaves favoritos que posee la costa granadina para hacer submarinismo. De hecho, son muchos los aficionados de toda España que visitan nuestros fondos marinos por sus aguas transparentes y su belleza marina, pero son muy pocos los que la conocen por episodios históricos acaecidos en sus acantilados, que por desgracia han dejado una triste huella en la historia de España.
Uno de esos episodios tuvo lugar el lunes 19 de octubre de 1562 cuando 25 galeras de 28 naufragaron en la Punta de la Mona al mando del Don Juan de Mendoza y murieron alrededor de 5.000 almas.
Sumergirse en el maravilloso mundo de la arqueología submarina es apasionante y más en este caso tan especial, por cuanto la cantidad de barcos hundidos en un espacio físico tan reducido hace de esta inmersión algo extraordinario.

La tragedia de La Herradura marcó en gran medida el reinado de Felipe II, para quien el control del Mediterráneo era uno de sus principales objetivos. Según reseña la profesora María del Carmen Calero Palacios en su libro 'Aportación documental en torno al naufragio de la Armada Española en La Herradura', «Felipe II inició su reinado con la obligación de atender el peligro por el dominio del mar; más que una condición de poder, era la razón de su misma existencia». Ese dominio del Mediterráneo se hacía necesario no sólo para combatir a los turcos, sino para asegurar las comunicaciones con el resto del imperio, que entonces incluía a Sicilia, Cerdeña y otros reinos italianos.
A la Piedra del Hombre
La preparación de la inmersión se hizo en base a los datos que fui recopilando de diversas fuentes históricas y la idea era la de comenzar por un punto estratégico en la Punta de la Mona, concretamente la Cueva del Jarro e ir subiendo la cota de inmersión hasta llegar a la Piedra del Hombre, donde suponía que era el lugar más cercano a la playa donde una galera podría estar anclada sin correr el peligro de encallar.
Luis Pellejero, de Buceo La Herradura, conocedor de los lugares marinos de nuestra costa como si fuera el callejero de Almuñécar, me propuso realizar distintas inmersiones a lo largo de donde se suponía que fue el naufragio. Según los documentos, las galeras de España se habían refugiado del temporal de Levante. En primer lugar 'La Soberana', seguida de la 'Mendoza' y 'San Juan', y a continuación todas las demás. 'La Capitana', 'Patrona' y 'Esperanza' estaban en el centro de la escuadra.
La primera de las inmersiones fue a unos 30 metros de profundidad. El equipos de buceo estaba compuesto por Luis Pellejero, Julio de la Rosa y yo. Contábamos con unos torpedos eléctricos que nos trasladarían con facilidad por los fondos marinos y hacían la inmersión menos penosa. Además, estos aparatos ayudarían a levantar la arena del fondo en poca cantidad cuando observáramos algún indicio del naufragio.
Nuestra intención era hallar algún vestigio del naufragio y documentar gráficamente el lugar exacto donde se encontraba, ya que la carga de las galeras, según el libro de la profesora Calero, estaba compuesta de piezas de artillería, munición, avituallamiento cargado en el puerto de Málaga, así como herramientas, clavos y cadenas, necesarias para las posibles reparaciones durante la campaña. Súmese a esto las mercancías que llevaban los marineros para negociar en los puertos y el cargamento para aprovisionar los destacamentos de Orán ( Túnez), destino que tenia la Armada, así como dinero para pagar la infantería de tierras de ultramar.

Las inmersiones continuaron y en los días siguientes nos acercamos cada vez más a las cotas previstas sin ver ningún rastro del naufragio. Eso sí, la fauna y flora que pudimos ver en las inmediaciones de la Punta de la Mona satisfacían el esfuerzo que estábamos realizando para encontrar el naufragio.
Cerámica esperanzadora
En una de las inmersiones dimos con unos restos de cerámica que en un principio podían pertenecer a la Armada. Esto nos ilusionó. La extracción fue minuciosa y anotamos todos los datos posibles para situar el hallazgo.
En mis cavilaciones pensé en esos pobres galeotes suplicando que los liberaran de sus cadenas, pues así lo autorizaba el Rey en caso de peligrar la nao y así lo hizo el capitán Mendoza cuando arreció el temporal. También mandó sujetar las naves con dobles hierros, cuestión que no gustó a la tripulación, ya que en esas circunstancias sólo se solía echar un ancla para que la nave pudiera garrear y afrontar el temporal por proa.
La galerna no les permitió desplazarse hasta la punta opuesta de Cerro Gordo o refugiarse detrás de la Punta de la Mona en lo que era la playa de los Berengueles -hoy Marina del Este-; sólo tres embarcaciones consiguieron salvarse de aquel infierno: 'La Soberana', 'Mendoza' y 'San Juan'.
Más de 5.000 personas perdieron la vida en aquel naufragio, la mayoría mujeres y soldados, ya que estos estaban menos preparados para poder bregar con las olas pues sus vestimentas y armaduras los hacían pesados y poco operativos. Salvaron sus vidas unas 2.000 personas, en su mayoría galeotes, al estar más ejercitados y mal vestidos, con lo que pudieron alcanzar la playa y de ahí la libertad. Cuentan las crónicas que, aunque en su mayoría fueron capturados de nuevo, muchos lograron escapar por la Sierra de Almijara.
Tristeza la nuestra al comprobar que los restos encontrados no tenían ningún valor . Fueron muchos los esfuerzos y muchas las inmersiones que dedicamos a esta aventura. Quizás después de 448 años las mareas cubrieron con unos cuantos metros de sedimentos los restos del naufragio. O, como alguien me comentó, los numerosos barcos extranjeros que en los años ochenta visitaron la zona esquilmaron todo lo que encontraron y nos dejaron huérfanos de nuestro patrimonio arqueológico marino, como ocurrió con el 'Odyssey'.
Una ermita de recuerdo
Con los maderos que sacó el mar a la playa, se construyó en La Herradura una ermita con el nombre de la Antigua, en honor a los fallecidos en el naufragio. El propio Cervantes hace referencia a este hecho en el Quijote: «...Fue hija de Don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en La Herradura...». También hay un bello poema de Fernando Moyano, soldado de la infantería española del tercio de Flandes, que salvó su vida al encontrarse en una de las tres galeras que pudieron refugiarse: «No hay hombre que aquello cuente / Que de lástima no llore / Y luego tras desta corre / La Capitana De Nápoles, no con gana / Sino harto con despecho / Que los lleva / Para adentro y los anega / Sin poder dalles remedio».
(Reportaje de José Manuel Fernández en elideal.es)

26 de julio de 2010

Un sarcófago y toneladas de oro sepultados en el litoral español: "Beatriz" y "Sussex" son los navío más buscados en en el paraíso mundial de la arqueología subacuática

Poco imaginaban en el antiguo imperio egipcio que la momia del faraón Micerino, cuya imponente pirámide fue la tercera levantada en la meseta de Gizeh durante la IV Dinastía, terminaría descansando a miles de kilómetros y en el fondo del mar. Su sarcófago de basalto, de 2,6 metros de largo, se encuentra frente a las costas murcianas, en las tripas de un barco llamado Beatriz. Su descubridor en 1837, el británico Howard Vyse, pretendió llevar el valioso tesoro hasta el Museo Británico para abrirlo allí y convertir a Londres en la capital del mundo arqueológico, en dura pugna con alemanes y franceses. Pero no todo salió a gusto de Vyse y hoy centenares de cazatesoros, arqueólogos y curiosos siguen la pista de Micerino por Cartagena. 

La historia del Beatriz y de su momia es una de las muchas que existen en torno a la arqueología subacuática, disciplina a caballo entre la historia, el arte y el negocio en la que el litoral español es uno de los paraísos más apreciados y también más expoliados del mundo. 'Entre el 85% y el 90% de los yacimientos registrados han sido dañados por los cazatesoros', calcula Javier Noriega, uno de los componentes del grupo Nerea, empresa especializada en arqueología marina que surge de la Universidad de Málaga. Su empeño, y el de sus diez compañeros, es proteger el legado histórico que pervive entre algas y arena. 


El número de naufragios en aguas españolas es una incógnita, según se ha puesto de manifiesto durante el congreso de arqueología subacuática celebrado el mes pasado en Gandía (Valencia). Está casi todo por descubrir en yacimientos clásicos -fenicios, romanos y griegos- y medievales. Y por seguridad, son contadas las autoridades que manejan un mapa sobre la localización de los pecios (restos de una nave naufragada) catalogados. 

La costa catalana, una de las que ha gozado de mayor rigor en la exploración, arroja más de 700 yacimientos. En Andalucía, por su parte, se afirma que entre Ayamonte (Huelva) y Tarifa (Cádiz) duermen los restos de más de 200 barcos cargados de tesoros por un valor aproximado de 115.000 millones de euros. 

El cementerio de galeones en que se convirtió el golfo de Cádiz a partir del siglo XVI acoge a uno de los buques más deseados, el Sussex. Bandera de la flota británica hasta 1694, se hundió hasta los 800 metros de profundidad tras una fuerte tormenta en el Estrecho. En el naufragio perdieron la vida 500 marineros y se fueron a pique nueve toneladas de oro. Su valoración depende de la fuente consultada: entre 1.000 millones y 4.000 millones de euros. 

Más allá del interés económico que mueve a Gobiernos y empresas, los especialistas han reiterado las inmersiones en aguas gaditanas en busca de restos de la batalla de Trafalgar, librada entre franceses, ingleses y españoles en octubre de 1805. 


La Unesco cataloga como yacimiento subacuático cualquier barco con más de un siglo bajo el mar. Javier Noriega, de Nerea, opina que debe protegerse cualquier nave hundida con valor histórico: '¿Un buque de la Guerra Civil no tiene valor arqueológico?', se pregunta el experto. 

Para este tipo de profesionales, tres son las principales amenazas que se ciernen sobre los restos de naufragios o batallas: expoliadores, obras civiles y el abandono de la Administración. 

Entre los arqueólogos existe quien defiende que los restos deben protegerse, estudiarse y dejarse donde los ancló el infortunio, sacando a la luz sólo los materiales metálicos (monedas, armas, etc.) y la cerámica. Una corriente contraria aboga por extraer también las estructuras de los navíos para exponerlos en museos. En lo que coinciden unos y otros es en la necesidad de legislación, inversión en tecnología e investigación y medidas para proteger el patrimonio que se esconde en las profundidades. 

'Wasa', del fondo marino a un museo tras el tesoro 
Más allá de las complicaciones técnicas de sacar un pecio a la superficie, el mantenimiento al aire libre de un barco naufragado es extremadamente complicado. Cada uno de los materiales que han sobrevivido bajo el agua debe ser tratado hasta su estabilización. 

Uno de los buques más célebres que tuvo un final fatal fue el sueco Wasa. Su naufragio ocurrió en 1628, en el mar Báltico, cuando acababa de ser botado. El Wasa fue sacado a flote en 1961 y hoy descansa en un museo levantado en torno a él, el Wasa de Estocolmo. Sus tablas precisaron años de tratamiento a base de polieliteno glicol, un producto ceroso que penetra muy despacio en la madera y sustituye al agua salada. 




España mantiene un acuerdo con la Unesco para la investigación de los restos de la batalla de Trafalgar, pero la voz del organismo es clara al desaconsejar que los yacimientos salgan del agua. Sólo en caso de peligro de robo o destrucción estaría de acuerdo en arrancar los tesoros del abismo. 


Tras el tesoro 
• Un detector de objetos mediante vibraciones de alta frecuencia y cámaras que aguanten la presión son los elementos fundamentales para localizar un yacimiento subacuático. Una vez encontrado, será fundamental para la investigación que haya permanecido oculto a piratas y curiosos. 

• La última gran operación de la Guardia Civil contra una banda de expoliadores fue culminada en mayo con la detención de siete personas. El cabecilla consultaba la ubicación de los naufragios en libros de historia. 

• La mayor firma cazatesoros del mundo tiene sede en Tampa (Florida), se llama Odyssey Marine Exploration y es bien conocida en España por su empeño en sacar el Sussex del Estrecho. La compañía cotiza en Bolsa con una capitalización de 145 millones de dólares.





Articulo extraido de: error98.blogspot.com