La construcción, localizada en la parte oriental del Castillo, demuestra que la ciudad islámica surge en tiempos de Abderramán III, más de medio siglo antes de lo que se pensaba. Albergaba una guarnición cuya misión era vigilar los astilleros que albergaban la flota del califa. Una investigación concluye que tiene los mismos trazos arquitectónicos que las alcazabas edificadas en Xàtiva y Tánger en la misma época
Vertiente del castillo donde se ha encontrado la alcazaba. FOTO J.A.G.
Las huellas en Dénia de la Edad Media siempre han estado envueltas de oscuridad. La historia tradicional sitúa el nacimiento de Daniya al principio del siglo XI, en la época de gloria de la taifa, ya saben: el crecimiento de una gran ciudad bajo el gobierno del emir Muyahid, el legendario conquistador de las Baleares. Pero en realidad, todo comenzó a gestarse antes: un estudio del arqueólogo Josep Antoni Gisbert desarrollado desde 2010 permite establecer que la génesis de la Dénia islámica se remonta a mediados del siglo X, bajo el dominio del califa de Córdoba, Abderramán III (891-961). O sea, unos 70 años atrás.
La gran prueba de eso es el hallazgo de una alcazaba de época califal descubierta en la vertiente oriental del Castillo, una constatación arqueológica hasta ahora desconocida. Dentro del plano de la fortaleza de Dénia, se ubicaba sobre todo en El Verger Bajo pero también en el Alto –ambas zonas ubicadas frente al barrio de Baix la Mar–, asentada sobre una plataforma que transcurría desde la Torre del Galliner a la Torre del Mig. También aparecieron vestigios similares durante las obras de pavimentación en 2010 de la Explanada, en la parte más elevada del recinto.
De este modo, y en un prodigioso ejercicio de memoria «podemos imaginar» cómo era aquella primera ciudad andalucí: por las fuentes escritas, ya se conocía que Abderramán había fundado unos astilleros en Dénia, frente a lo que hoy es el club náutico, destinados no solo a la construcción de barcos, sino también la estancia de la flota del califa.
Pues bien, la alcazaba ahora descubierta albergaba una guarnición cuyo cometido era vigilar esos astilleros. Entre una construcción y otra se situaba la medina islámica, entonces aún dispersa y de dimensiones que no debían ser demasiado notables. También es en ese momento cuando nace el gran arrabal portuario de El Fortí, que une los astilleros con la medina incipiente y aquella alcazaba primigenia.
Otro autor del siglo X, Al-Razi, describe que Dénia tenía un «puerto muy bueno y muy antiguo» aunque todavía no hace referencia a ninguna medina. Abderramán III elige pues Dénia por las óptimas condiciones de su puerto. Pero tal decisión comportó dos consecuencias históricas de gran calibre: la primera, que estamos ante el origen de lo que después sería la poderosa taifa de Daniya, que en las décadas siguientes «creció y creció», se convirtió en una de las ciudades más prósperas del Al-Andalus y estableció lazos comerciales con todo el Mediterráneo medieval.
Y la segunda, agrega Gisbert, que aquella alcazaba y aquellos astilleros supusieron la «refundación de la ciudad de la antigüedad clásica aunque fuera en otra ubicación». Los siglos siguientes a la Dianium romana siguen envueltos de tinieblas con apenas hallazgos arqueológicos o literarios del periodo visigodo, más allá de las referencias a obispos visigóticos en este emplazamiento geográfico. Así que , «el aliento de Dénia, que había desaparecido, resurge en ese siglo X, antes de lo que se creía, debido al proceso de colonización, conquista y control por parte del califato de Córdoba». Daniya sólo será independiente unas décadas más tarde, cuando se erija en la taifa gobernada por Muyahid.
Un doble viaje a la búsqueda de evidencias a Xàtiva y Tánger
Ahora bien, ¿cómo fue posible datar esa alcazaba perdida de Dénia en una época tan temprana como el siglo X? Los vestigios aparecidos en el Castillo revelan ya que se trata de una estructura de época califal, con paramentos externos e internos forjados con los sillares característicos de esta época y un encofrado «fortísimo» de mortero de cal, una obra pues «tremendamente sólida».
Pero había que ir más allá. Comparar, para confirmar esta tesis, lo hallado en Dénia con construcciones de otras latitudes alzadas también bajo el dominio del Califato de Córdoba.
De esta manera se inician dos viajes que le permitieron a Gisbert efectuar ese «análisis comparativo». En primer lugar, a Xàtiva, con una alcazaba de la misma cronología y con trazos arquitectónicos casi idénticos a los de Dénia. Si al poderoso califa de Córdoba le interesaba Dénia por su puerto, en el caso de Xàtiva era por su condición de nudo de comunicaciones gracias a la Vía Augusta de origen romano.
De hecho, Gisbert abordó esta cuestión en una conferencia pronunciada en la capital de La Costera este pasado jueves bajo el título Les alcassabes de Madina Satiba als temps d’Ibn Hazm. Una visura arqueològica. La ponencia obedece a que Xàtiva está celebrando los mil años de El Collar de la Paloma, la famosa obra amorosa escrita en esa localidad por Ibn Hazm, el gran sabio medieval que por cierto también vivió durante unos años en Dénia, tal y como publicó ya este diario en otro reportaje.
El segundo viaje fue más largo: al Atlántico. Las fuentes escritas indicaban que en Tánger, también bajo dominio de Abderramán III, se erigió otra alcazaba y en su visita a esa ciudad Gisbert se entrevistó con el investigador Abdelatif el Boudjay. De ese nuevo estudio comparativo se estableció que también la alcazaba de Tánger compartía las mismas disposiciones arquitectónicas que las de Dénia y Xàtiva, con los mismos paramentos califales y los sillones colocados a soga y tizón.
Ahora bien, ¿cómo fue posible datar esa alcazaba perdida de Dénia en una época tan temprana como el siglo X? Los vestigios aparecidos en el Castillo revelan ya que se trata de una estructura de época califal, con paramentos externos e internos forjados con los sillares característicos de esta época y un encofrado «fortísimo» de mortero de cal, una obra pues «tremendamente sólida».
Pero había que ir más allá. Comparar, para confirmar esta tesis, lo hallado en Dénia con construcciones de otras latitudes alzadas también bajo el dominio del Califato de Córdoba.
De esta manera se inician dos viajes que le permitieron a Gisbert efectuar ese «análisis comparativo». En primer lugar, a Xàtiva, con una alcazaba de la misma cronología y con trazos arquitectónicos casi idénticos a los de Dénia. Si al poderoso califa de Córdoba le interesaba Dénia por su puerto, en el caso de Xàtiva era por su condición de nudo de comunicaciones gracias a la Vía Augusta de origen romano.
De hecho, Gisbert abordó esta cuestión en una conferencia pronunciada en la capital de La Costera este pasado jueves bajo el título Les alcassabes de Madina Satiba als temps d’Ibn Hazm. Una visura arqueològica. La ponencia obedece a que Xàtiva está celebrando los mil años de El Collar de la Paloma, la famosa obra amorosa escrita en esa localidad por Ibn Hazm, el gran sabio medieval que por cierto también vivió durante unos años en Dénia, tal y como publicó ya este diario en otro reportaje.
El segundo viaje fue más largo: al Atlántico. Las fuentes escritas indicaban que en Tánger, también bajo dominio de Abderramán III, se erigió otra alcazaba y en su visita a esa ciudad Gisbert se entrevistó con el investigador Abdelatif el Boudjay. De ese nuevo estudio comparativo se estableció que también la alcazaba de Tánger compartía las mismas disposiciones arquitectónicas que las de Dénia y Xàtiva, con los mismos paramentos califales y los sillones colocados a soga y tizón.
(Fuente: La Marina Plaza)
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