Fuente de Foncalada. |
Más que cuestionar lo que hay, la mayoría ha aprovechado, como suscribe el arqueólogo Rogelio Estrada, para poner sobre la mesa la necesidad, «que venimos demandando desde hace tiempo, de realizar unas dataciones fiables sobre todo el Prerrománico». Para el arqueólogo, que sacó a la luz la fuente de la Rúa durante los sondeos previos a las obras de ampliación del Museo de Bellas Artes, el Prerrománico no puede seguir estudiándose atendiendo sólo a rasgos de estilo o a comparaciones, cuando en la actualidad hay técnicas de datación que pueden afinar las fechas con un margen de error de tres o cuatro años.
«Son un instrumento que te da conocimiento, y hoy no se entiende que aún no se disponga de esas fechas». Estrada ve en las dataciones de Lillo un revulsivo para acometer una investigación que incluya el conjunto de dataciones que permitan conocer con más detalle los monumentos de la monarquía asturiana. «Estamos en el siglo XXI y ya no se puede seguir viviendo únicamente de estilos», dice.
Asegura que dataciones similares a las realizadas ahora con Lillo se quisieron iniciar hace algunos años con la fuente de Foncalada, también de época de la monarquía asturiana, pero finalmente se suspendieron por falta de financiación.En lo que respecta a los resultados arrojados por el carbono 14, con cifras que en algunos casos rebajan en casi dos siglos la edad del monumento, no le resultan «anómalas» porque entran en un arco de datación razonable si se tiene en cuenta el margen de holgura con que trabaja el carbono 14.
Aunque para el arqueólogo no tiene sentido establecer ningún paralelismo entre el hallazgo de la fuente de la Rúa, que se dató hacia el siglo IV, y el entorno del Naranco, sí considera que unas y otras aportaciones están sirviendo para remover ciertos planteamientos inamovibles y para demostrar la necesidad de estudiar otros enfoques y otras técnicas que ayuden a desentrañar un período ciertamente oscuro de nuestra historia.
Ésa es una tarea en la que la arqueología tiene mucho que decir y así lo vienen repitiendo hace tiempo quienes se dedican a indagar a través de sus técnicas. Es bien cierto que en los últimos veinte años, la arqueología se ha mostrado como la única ciencia capaz de arrojar luz sobre una etapa histórica que comienza con la romanización para extenderse hasta la época de la monarquía asturiana. Siglos oscuros con información escasa y fuentes documentales no siempre fiables, impidiendo evaluar con exactitud acontecimientos acaecidos en esta parte de la Asturias transmontana.
Gracias a la arqueología, los historiadores han conseguido rellenar algunas lagunas. Por ejemplo, que la romanización caló en Asturias mucho más de lo que se creía hace tan sólo dos décadas. Tanto los muchos hallazgos que demuestran la importancia del Gijón romano como los que evidencian que Oviedo no nació cuando Máximo y Fromestano llegaron a la colina de Ovetao han permitido reconsiderar mucho de lo que se afirmaba hasta hace pocos años.
Si la fuente y otros hallazgos localizados en el solar de la calle la Rúa ponen el altavoz en la existencia de un Oviedo anterior al Oviedo de la monarquía asturiana, no es ése el primer yacimiento que demuestra la existencia de poblamiento en la zona, ya lo habían hecho con anterioridad los vestigios de presencia romana localizados en el lugar conocido como Murias de Paraxuga, donde se levanta la actual Facultad de Medicina, o el importante y desaparecido yacimiento del castro de Llagú, en las afueras de la ciudad, que ofreció dataciones anteriores a la conquista de Roma.
Pero aún conociendo que Oviedo ya era un núcleo poblado en época romana, se sabe muy poco de cómo transcurrió la historia en esos siglos que lo separan de la época de Alfonso II. Por el camino seguro que hubo conflictos, rebeliones y asaltos, situaciones típicas de una Península que vivió en el siglo V la caída del Imperio Romano de Occidente y la entrada de los pueblos bárbaros.
Para algunos historiadores, los astures consiguieron mantenerse independientes de las conquistas bárbaras debido a la situación marginal de la cornisa cantábrica, pero otros sostienen que a partir del siglo VI perdieron la independencia y pasaron a formar parte del reino suevo, al que permanecerían sujetos, tras algunos episodios de rebelión, hasta que con la conquista de Leovigildo, en el año 585, este reino fue absorbido por los visigodos. Un siglo después, los astures tuvieron sus más y sus menos con los visigodos. Tampoco sobre la presencia y la influencia goda en el Reino de Asturias hay unanimidad.
(Fuente: La Nueva España / M.S.Marqués)
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