La directora del Museo Arqueológico de Sevilla, Concepción San Martín observa la pieza encontrada en Coria del Río. |
Los restos hallados en la tierra arcillosa prensada con la que se construyó este altar de 90 centímetros de largo por 60 de ancho y 45 de altura y casi media tonelada de peso ha revelado que los rituales fenicios efectuados por los tartesios incluían la incineración de vísceras de caprinos, empleando maderas de encinas, alcornoques, chaparros, olivos y jaras.
Del interior del altar se han extraído igualmente diversas muestras de polen y de cristales de oxalato, que producen algunas especies vegetales sometidas a estrés, restos de pino y encina y piedras que habían estado en el interior del intestino de una cabra.
Aún están por concluir la búsqueda de ADN de la grasa de las manos del constructor o constructores del altar, un rastreo del que no existe precedente y que se efectúa con ayuda de especialistas de la Universidad de Upsala (Suecia).
Sin monumentalidad, pero con información
El director general de Museos de Andalucía, Miguel Castellano, ha señalado que aunque el altar carezca de "monumentalidad, estética o belleza" es un hallazgo importante por la información que ha propiciado sobre los ritos al dios Baal y la información aportada sobre la cultura tartesia y fenicia.
De ahí que el equipo investigador que se ha hecho cargo de su investigación lo haya calificado de "caja negra" por la cantidad de información que contenía la tierra prensada de su interior, según ha explicado a los periodistas la restauradora de la pieza, Ana Bouzas.
La directora del Museo Arqueológico de Sevilla, Concepción Sanmartín, ha expresado la emoción que le produce esta pieza ahora restaurada y que se mostrará en el Arqueológico de Sevilla, en una nueva sala dedicada al Tesoro del Carambolo y la cultura tartésica.
Otros dos altares en la Península
Sanmartín ha asegurado que, en toda la Península, sólo existen otros dos altares similares, el del Carambolo y el de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz), y que el estudio de este de Coria ha permitido determinar que el sacrificio no se efectuaba en el altar, sino en una estancia apartada.
También que las vísceras y carne de animales se ofrecían ya asadas, probablemente en bandejas metálicas, ya que no se han hallado microcarbones, lo que elimina la posibilidad de combustión sobre el altar.
La tierra arcillosa prensada o adobe con la que fue construida tanto la base del altar como sus paredes era "tierra virgen", que el constructor extrajo a cierta profundidad, por lo que si se lograra extraer su ADN se podría obtener información sobre su procedencia, lo que, según Sanmartín, ayudaría a aclarar la relación entre fenicios procedentes de Oriente Próximo y población autóctona o tartesia.
Hallazgos como el de este altar demuestra, según Sanmartín, que los fenicios y la población autóctona convivían también en el interior de la Península y no solo en las costas, como se pensó durante años.
Tras cinco o seis generaciones de convivencia, como han demostrado otras investigaciones sobre cerámicas y orfebrería, Sanmartín ha señalado que quizás habría que hablar sólo de tartesios, por la integración de los fenicios.
Sanmartín ha asegurado que, en toda la Península, sólo existen otros dos altares similares, el del Carambolo y el de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz), y que el estudio de este de Coria ha permitido determinar que el sacrificio no se efectuaba en el altar, sino en una estancia apartada.
También que las vísceras y carne de animales se ofrecían ya asadas, probablemente en bandejas metálicas, ya que no se han hallado microcarbones, lo que elimina la posibilidad de combustión sobre el altar.
La tierra arcillosa prensada o adobe con la que fue construida tanto la base del altar como sus paredes era "tierra virgen", que el constructor extrajo a cierta profundidad, por lo que si se lograra extraer su ADN se podría obtener información sobre su procedencia, lo que, según Sanmartín, ayudaría a aclarar la relación entre fenicios procedentes de Oriente Próximo y población autóctona o tartesia.
Hallazgos como el de este altar demuestra, según Sanmartín, que los fenicios y la población autóctona convivían también en el interior de la Península y no solo en las costas, como se pensó durante años.
Tras cinco o seis generaciones de convivencia, como han demostrado otras investigaciones sobre cerámicas y orfebrería, Sanmartín ha señalado que quizás habría que hablar sólo de tartesios, por la integración de los fenicios.
(Fuente: EFE / El Mundo)
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