Ni tres días han tardado los agentes de la Guardia Civil en dar con el paradero de los ladrones del monasterio cisterciense de San Pedro de Cardeña. La Benemérita detuvo ayer al menos a tres ciudadanos como los presuntos autores del expolio de parte de la colección Escolar-Puente cometido en la noche del pasado domingo.
El prior del convento y otro monje -ceramista- observan las vitrinas vacías tras el robo del domingo. DB/Luis López Araico |
Las investigaciones de la Policía Judicial del Instituto Armado -en colaboración con la Científica- llevaba a la Guardia Civil hasta un piso situado en el número 2 de la calle Infantas, situada en el barrio de Parralillos -encima del local hostelero Campus Tavern. Tras solicitar autorización al Juzgado de Guardia para la entrada y registro de la casa, numerosos agentes acudían hasta el lugar ayer por la mañana para practicar la inspección de la vivienda, donde al menos vivían seis personas de origen rumano. En la búsqueda hallaron el botín de 115 piezas que se llevaron del convento hace cuatro días, según ha podido saber este periódico. Y también hallaron otras obras que hacen pensar que la banda actuó en algún otro templo en el radio de acción de Burgos capital. Uno de los detenidos portaba una pistola.
Según las primeras hipótesis, el robo no tuvo lugar como consecuencia de un encargo. El golpe tenía por objetivo, en principio, hacerse con los metales preciosos -oro y plata- con el propósito de venderlos posteriormente al peso.
La Guardia Civil tomó ayer por la mañana el barrio de Parralillos, al destinar a la calle Infantas varios coches patrulla y furgones -con numerosos agentes-. La intervención en el piso comenzaba a primera hora y se alargaba hasta la hora de comer. Los ciudadanos rumanos llevaban viviendo unos seis meses en esta dirección.
Gran despliegue
Los vecinos del barrio observaron con perplejidad el despliegue de la Benemérita. Algunos habitantes de la zona preguntados por DB señalaron que lo primero que pensaron «fue en ETA», porque en la vida habían visto «tantos agentes de la Guardia Civil juntos».
La operación de la Guardia Civil se produce solo tres días después de que los monjes del monasterio presentaran la denuncia por la sustracción de objetos y dos desde que los investigadores de la Benemérita visitaran el lugar de los hechos y comenzaran las indagaciones. Eso sí, desde el primer momento siguieron la pista de una banda de ciudadanos del Este europeo, aunque tampoco desecharon otras hipótesis.
Accedieron a la capilla del Cid directamente, sin pasar por la iglesia, lo que indica que conocían a la perfección el monasterio y sus medidas de seguridad, ya que en la nave central del templo hay una alarma que detecta la presencia de cualquier movimiento. Llegaron en coche y se dirigieron al ábside que sobresale de la construcción principal por la parte derecha. Su propósito era trepar hasta un ventanuco al que se accede cruzando una tapia coronada por una malla metálica, romper el cristal y colarse en el oratorio que guarda el fondo artístico. Para llegar a ese vano desde fuera solo hay dos metros de altura, pero una vez dentro, para deslizarse hasta el suelo de la capilla, tuvieron que descolgarse por unos seis metros de desnivel.
Para el descenso les fue de gran ayuda el retablo de San Sisebuto situado justo debajo de la vidriera que partieron para poder entrar al templo. Apoyaron los pies en la parte alta y fueron bajando poco a poco ayudados por una cuerda. Una vez finalizada la bajada, tenían las cosas muy claras. Fueron directos a tres de las vitrinas que flanquean los sepulcros del Cid y Doña Jimena.
La operación de la Guardia Civil se produce solo tres días después de que los monjes del monasterio presentaran la denuncia por la sustracción de objetos y dos desde que los investigadores de la Benemérita visitaran el lugar de los hechos y comenzaran las indagaciones. Eso sí, desde el primer momento siguieron la pista de una banda de ciudadanos del Este europeo, aunque tampoco desecharon otras hipótesis.
Accedieron a la capilla del Cid directamente, sin pasar por la iglesia, lo que indica que conocían a la perfección el monasterio y sus medidas de seguridad, ya que en la nave central del templo hay una alarma que detecta la presencia de cualquier movimiento. Llegaron en coche y se dirigieron al ábside que sobresale de la construcción principal por la parte derecha. Su propósito era trepar hasta un ventanuco al que se accede cruzando una tapia coronada por una malla metálica, romper el cristal y colarse en el oratorio que guarda el fondo artístico. Para llegar a ese vano desde fuera solo hay dos metros de altura, pero una vez dentro, para deslizarse hasta el suelo de la capilla, tuvieron que descolgarse por unos seis metros de desnivel.
Para el descenso les fue de gran ayuda el retablo de San Sisebuto situado justo debajo de la vidriera que partieron para poder entrar al templo. Apoyaron los pies en la parte alta y fueron bajando poco a poco ayudados por una cuerda. Una vez finalizada la bajada, tenían las cosas muy claras. Fueron directos a tres de las vitrinas que flanquean los sepulcros del Cid y Doña Jimena.
(Fuente: Diario de Burgos / I. Elices)
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