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9 de junio de 2011

Pecios con cinco siglos de antigüedad descansan en aguas del puerto de Tenerife

La carencia de trabajos sistemáticos de arqueología subacuática en el litoral chicharrero ha imposibilitado llevar a cabo una valoración de conjunto del patrimonio histórico sumergido.
La investigación marina contratada por la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife para el informe de impacto ambiental de la futura estación marítima de cruceros, establece que la existencia de "verdaderos yacimientos arqueológicos sumergidos" está más que contrastada tanto en el interior del puerto de Santa Cruz como en sus inmediaciones y critica que ninguna institución haya realizado los trabajos necesarios para conocer, valorar y proteger este patrimonio histórico.
Una de las piezas encontradas en el estudio en aguas de Tenerife.

Los arqueólogos que participan en el estudio aseguran que los restos "están encuadrados entre los siglos XV y XX". Indican que la carencia de trabajos sistemáticos de arqueología subacuática en el litoral chicharrero ha imposibilitado llevar a cabo una valoración de conjunto del patrimonio histórico sumergido, no sólo a nivel cuantitativo, sino también sobre el estado de conservación y su relevancia como documento histórico.

Añaden que el conocimiento sobre la presencia de restos subacuáticos en Santa Cruz, y en el resto de la Isla, se ha fundamentado solo en la aparición de "hallazgos fortuitos" y que la mayoría de los estudios han surgido de prospecciones subacuáticas vinculadas a informes de impacto de determinados proyectos de infraestructuras costeras.

Es lo que ha pasado precisamente en la zona en la que Puertos prevé construir la futura estación marítima para cruceros, una plataforma ganada al mar en el dique Sur. Gracias a la elaboración del informe de impacto ambiental para este proyecto, la empresa adjudicataria descubrió "varias anomalías" que corresponden a restos sumergidos relacionados con pecios, es decir, con naves o barcos que han naufragado, pero que tampoco pueden identificarse o valorarse por falta de datos y trabajos arqueológicos en la costa.

Se trata en concreto de la zona externa del muelle sur del puerto de la capital, donde arriban los cruceros, en el sentido paralelo a la dársena de Anaga, que comprende un rectángulo de aproximadamente 10 hectáreas. En ella la empresa detectó, "al menos, seis anomalías geofísicas relativamente aisladas, las cuales podrían estar formando parte de uno o de varios pecios".

Específicamente en la parte en la que se construirá la estación marítima, en la más afectada por las obras, se han localizado dos enclaves. "Están situados en las inmediaciones de la escollera, posados sobre un fondo de arena homogéneo y a unos 35 metros de profundidad", según se establece en el estudio. 

La primera anomalía corresponde a un amasijo metálico, de tendencia horizontal, que pudiera ser parte del casco de una pequeña embarcación, probablemente empleada en la carga y descarga en los puertos. Pero el mal estado de conservación, así como los numerosos bloques de pequeño y mediano tamaño ubicados en su interior –"que podrían indicar el hundimiento intencionado, práctica muy frecuente en el ámbito portuario"–, impiden precisarlo, tal y como señala la investigación. Sus dimensiones son de 10 metros de largo por 7 de ancho.

La segunda anomalía presenta unas dimensiones mayores, 16 metros de largo por 9 de ancho, y está situada a 34 metros de profundidad. "A simple vista, se conforma como un amasijo metálico, de tendencia troncocónica, con tuberías y cables metálicos en sus proximidades. Posiblemente corresponda a parte del entramado de una grúa usada en las labores portuarias", indican los arqueólogos del estudio de la empresa contratada por la Autoridad Portuaria.

El hallazgo de estos vestigios marinos han obligado a Puertos a trasladar 35 metros la futura estación marítima de su ubicación inicial, de manera que también el resto de pecios que se han detectado por la zona (un total seis anomalías) queden fuera del ámbito del proyecto. Además, la Autoridad Portuaria deberá balizar como medida preventiva el perímetro del pecio más próximo al ámbito de actuación, situado a 15 metros, y se tendrá que llevar a cabo un seguimiento por personal especializado de las obras en los puntos cercanos al perímetro de protección, "con el fin de evitar posibles desprendimientos de bloques sobre los restos identificados".

Pero no son éstos los únicos restos que se encuentran en el litoral capitalino, según lo aseguran los arqueólogos del estudio, a pesar de que esta investigación solo se hiciera para la zona de la futura estación marítima.

"La existencia de repertorios arqueológicos submarinos queda totalmente contrastada. Queda evidenciada en la documentación por los diversos hundimientos, ataques de piratas y sucesos varios que jalonan la historia del puerto de Santa Cruz, en el que la gesta de 1797 aparece como elemento más emblemático. Además, en el puerto de la capital se centralizaba la actividad comercial del Archipiélago hacia Europa, África y América desde finales del siglo XV en adelante", se explica en el estudio.

Los responsables de la investigación lamentan que aunque existen numerosas referencias directas e indirectas de la presencia de pecios en toda la zona del puerto, estos no se encuentren localizados ni, hasta el momento, se ha realizado estudio arqueológico sistemático alguno. Por esta razón no se puede proceder a la identificación, localización o evaluación de los mismos sin una actuación directa en la zona, añaden. 

"Un estudio sistemático de todos los restos ubicados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife puede suponer no sólo una solución rápida y efectiva a su gestión futura y actual, sino también una aportación muy interesante a la historia de la navegación insular, así como de la propia historia del puerto, de la ciudad y de la Isla".

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